
"Los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan". Esta frase de Piaget, padre de la teoría del desarrollo cognitivo, nos habla del juego como lenguaje natural con el que los niños y niñas se comunican, exploran el mundo y construyen sus primeras experiencias de aprendizaje. Desde la psicología evolutiva hasta la pedagogía contemporánea, se ha insistido en que el juego no es únicamente una actividad recreativa, sino un proceso educativo muy importante.
Diversos estudios coinciden en que, a través del juego, los más pequeños desarrollan habilidades cognitivas, sociales y emocionales que serán determinantes en su futuro escolar. Tal como se señala en una investigación de la Universidad de Jaén, el juego en edades tempranas “favorece la motivación y la adquisición de vocabulario”, especialmente en el aprendizaje de lenguas extranjeras, demostrando que jugar no es tiempo perdido, sino un entorno idóneo para aprender de manera significativa.
Además, experiencias pedagógicas como las recogidas en muchos proyectos de innovación que he estado siguiendo en los últimos años, destacan que los juegos simbólicos, dramáticos o al aire libre no sólo estimulan la imaginación, sino que permiten al alumnado socializar, asumir roles, resolver conflictos y ganar autonomía personal.
Esta visión no es ajena a la normativa educativa. El currículo afirma que “el juego es fuente de aprendizaje porque estimula la acción, la reflexión y la expresión”. Añade además que a través del juego se agudizan capacidades como la atención, la memoria y el ingenio, que luego se transfieren a contextos no lúdicos. El propio currículo de Canarias lo sitúa en el centro del desarrollo integral, junto a principios como la atención a la diversidad, la colaboración con las familias y la continuidad educativa entre etapas.
En este contexto se sitúa el proyecto de Aula Ejecutiva del CEIP Miguel de Cervantes de Mejorada del Campo en Madrid. Esta iniciativa apuesta por llevar el juego más allá de la etapa de Infantil, convirtiéndolo en una estrategia didáctica también en Primaria. Con ello, se garantiza la coherencia metodológica que pide el currículo y se potencia la adquisición de competencias clave como la creatividad, la comunicación, el trabajo en equipo o la resolución de problemas.
En los últimos años también ha cobrado relevancia el uso de los videojuegos con fines educativos, siempre que se integren de forma guiada y con una intencionalidad pedagógica clara. Lejos de ser solo entretenimiento, los videojuegos bien seleccionados pueden fomentar la toma de decisiones, la creatividad, el pensamiento crítico y el trabajo colaborativo. Además, resultan especialmente motivadores para el alumnado, que se reconoce en un entorno tecnológico cercano a su vida cotidiana. De este modo, se convierten en un recurso complementario para potenciar aprendizajes significativos en el aula y para educar en el uso responsable de los videojuegos.
El desafío no está en demostrar que el juego es útil, porque tanto la investigación como la normativa lo avalan. El verdadero reto es garantizar su espacio real en las aulas: equilibrar el juego libre con propuestas dirigidas, dotar al profesorado de formación específica en metodologías lúdicas y diseñar evaluaciones que valoren no solo los contenidos, sino también las competencias sociales, emocionales y creativas que emergen en las dinámicas de juego.
El juego es, en definitiva, el motor natural del aprendizaje en los más pequeños. Constituye un derecho, una necesidad y una herramienta pedagógica insustituible. Apostar por el juego en los centros educativos no es “añadir diversión” al currículo, sino reconocer que los aprendizajes más profundos y duraderos se construyen en contextos motivadores y afectivos. El currículo de Canarias lo respalda, la investigación lo confirma y la práctica docente lo demuestra, como es el caso de nuestros colegas de Madrid. Si aspiramos a una escuela que forme ciudadanos creativos, críticos y felices, debemos asumir que el juego no es un complemento, sino la esencia misma de educar. Por ello no olvidemos las palabras de María Montessori: “El juego es el trabajo de los niños”.
Esteban Gabriel Santana Cabrera es maestro de Primaria.
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