Comenzamos esta nueva entrega de artículos abordando un tema que nos viene preocupando, desde hace algunos años. La controversia está servida: Para unos, la tradición es garantía de vigencia atemporal de viejas formulas por las que discurren sus ideologías, modos o formas de su particular visión de la realidad pretérita, presente o futura. De tal forma y manera que la han elevado a grado de dogma inamovible. Así, echan manos de la tradición como si fuese el santo remedio para curar todos los males. Aunque analizando objetivamente la misma, podríamos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que ella ha sido, es y será la culpable de muchos de nuestros errores individuales o comunitarios.
Como en todo en la vida existen matizaciones, dando distintos grados de aciertos o desaciertos. La Tradición, así con mayúsculas, es el conjunto de pensamientos y modos de actuar, que por repetitivos han hecho mella en nuestro cotidiano proceder. Estarán conmigo que no es lo mismo aludir a la tradición para admitir la ablación, operación cruenta y degradante en niñas indefensas, que el llevarle flores a la tumba de un ser querido. Hay una diferencia muy notoria entre obligar a ir vestido o vestida de una forma concreta por las calles de nuestras localidades, a convertir tales vestimentas en verdaderas cárceles opresoras, máxime cuando sólo atañe a personas de género femenino. Es más, en nombre de la tradición, no pocas veces, se odia al que es distinto por cualquier condición circunstancial, de ahí que deberíamos aprender a discernir en que tradiciones debemos afianzar nuestra cultura y cuales otras deben ser desterradas al más absoluto de los olvidos.
La Innovación por si sola y en todos los tiempos, no ha sido, no es, ni será buena o mala, positiva o negativa por el hecho mismo de basarse en pensamientos o acciones novedosas de las que no tenemos experiencia previa, pues jamás han estado en boga. La minifalda, que tanta guerra dio a los moralistas de principio de los sesenta del pasado siglo XX, no fue moda pasajera como algunos auguraban y, aunque novedosa en aquellos años, vino para quedarse, haciéndose optativa en el vestir de nuestras féminas, sin distinción alguna de edad, condición social o país al que pertenezcan. En cambio, la moda de los cabellos largos y las más radicales de las rastas tan usuales entre los jóvenes de la segunda mitad del siglo XX, fueran éstos hippies o no; pudiendo ser fanáticos seguidores de los imperantes grupos musicales o rebeldes antisistema, no importa, todas han perdido vigencia, ya que los de ahora acuden frecuentemente, hay quien sostiene que cada quince días, a la peluquería para cortes y arreglos radicales, que hacen de sus cabezas pabellones de muestras, en donde el peluquero puede sorprendernos, una y otra vez, con los más variados y arriesgados diseños capilares.
Quienes apostaron por las falsamente calificadas energías verdes o limpias, no previeron que la instalación de cientos o miles de molinos eólicos y placas solares, iban a deteriorar en sumo grado el paisaje, ocupando sin pudor alguno, muchos de nuestros mejores campos de cultivos, desterrando árboles tan señeros como los olivos. Y en el caso de los primeros se convertirían en verdaderos asesinos de aves, que ya no podrán habitar con seguridad y libertad los parajes, que durante generaciones hicieron suyos. Sirva este ejemplo para dar testimonio que toda innovación no tiene por qué ser obligatoriamente buena, ni mucho menos comportarse siempre de manera perjudicial.
Utilicemos este preámbulo para que divaguemos unos párrafos, ni a favor ni en contra de nadie en particular, pero sí como aviso a una sociedad inerte, abúlica, que no defiende las más notables y bellas tradiciones, en aras a que todo lo nuevo es mejor. Lo antiguo, lo de siempre, les huele a naftalina y por eso lo desechan. En cambio, lo nuevo como lo apadrina lo actual, es aceptado como signo de una sociedad que avanza en aras del porvenir.
Telde, municipio de aproximadamente 102 km. cuadrados, cuyas tierras descienden desde las montañas cumbreras al litoral atlántico, describiendo en éste un perfil costero de hermosas playas de arena, negras las unas y rubias las que menos, así como bravíos acantilados, tiene por epicentro de su vida social a la Muy Ilustre y Hospitalaria Ciudad omonima. Desde 1351, para unos, y para otros desde 1483, su Historia, hija del mestizaje, ha ido acumulando una serie indeterminada de usos y costumbres que ni el más avezado de sus estudiosos podría calcular sus límites, ni número exacto.
Si hay algunas tradiciones constatables, son aquellas que conforman el sentir religioso y, entre todas ellas, las más populares son las procesiones, que alcanzaron en el Mundo Católico su cénit, tras el Concilio de Trento, celebrado en dicha ciudad italiana entre 1545 y 1563. La llamada Contrarreforma fue la contestación teológica de la Iglesia Universal Romana a las 95 Tesis Luteranas. Al mismo tiempo que se profundizaba en algunas manifestaciones públicas de la Fe, se salía a la calle tras pendones, banderolas y demás, acompañando los tronos o los pasos de Vírgenes, Santos y Cristos. Todo ello afianzaba las creencias comunitarias, siendo una clara muestra de proselitismo, a la vez que se lanzaban señales inequívocas de la fidelidad del creyente en los Dogmas de la Única y Verdadera Religión.
En nuestra comarca son numerosas las procesiones, destacando sobre todas ellas la de los Patrones de las diferentes parroquias. Ahora bien, las de mayor fervor popular son: La del Santo Cristo de Telde, y San Juan Bautista, en la Zona Fundacional de la Ciudad; San Gregorio Taumaturgo y María Auxiliadora, en Los Llanos; La Inmaculada Concepción de Jinámar; Nuestra Señora de Las Nieves de Lomo Magullo y, la Marítima del Santo Cura de Ars, acompañado del Sagrado Corazón de Jesús y Nuestra Señora del Carmen entre Las Clavellinas-Melenara-Taliarte-Las Salinetas. A todas ellas hay que añadir la del Corpus Cristi y las propias de Semana Santa, que tanto fervor levanta sobre el común de la feligresía.
Desde hace varias décadas, pero en tiempos bien recientes, se lleva a cabo la procesión de la muy venerada Imagen de la Santísima Virgen del Monte Carmelo en el Barrio de Los Llanos, que si bien hoy luce en el Altar Mayor de la Parroquial del Taumaturgo, no siempre fue así, ya que hasta la llegada de la Comunidad de los Padres Carmelitas esa prestigiosa urna era ocupada por Nuestra Señora del Rosario. Aquí tenemos que lamentar el olvido sistemático que sacerdotes y feligreses de Los Llanos hacen de una antigua devoción mariana concerniente a la, durante siglos Copatrona parroquial: Nuestra Señora del Buen Suceso, Celestial Protectora de los marinos teldenses, llamados en no pocos documentos, mareantes, por sus trabajos en la Mar Océana, desde donde partían a hacer sus temporadas. Siendo las playas de Melenara y Gando, entre otras del municipio, sus refugios naturales. Estos hijos de la mar tuvieron barrio propio, en la rúa denominada Calle de Los Marinos, en las inmediaciones de la antigua Plaza de Arauz, trocada en Parque con los sucesivos nombres de Franchy Roca (Durante la II República), León y Joven (En el franquismo) y, recobrada la democracia, vuelto a llamar con los apellidos del popular político republicano federal.
Volviendo a la pequeña y coqueta Imagen de La Señora, bajo el título del Buen Suceso debemos recordar y así lo hacemos, que ésta nos espera en la hornacina de uno de los retablos de la nave colateral izquierda de nuestro templo neoclásico. Se trata de una imagen de vestir, siempre acompañada de algunos exvotos en forma de pequeños barcos, alusivos a la especial devoción que se le profesa. Decir además para los amantes de las tradiciones históricas que su procesión por las calles de nuestro principal barrio comercial, se llevaba a cabo bajo frondosos arcos de palmas y frutas, el siguiente domingo al de Pascua de Resurrección.
Volvamos nuestra mirada hacia el litoral teldense, concretamente a la pequeña iglesia, que a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta del pasado siglo XX, se levantara en la meseta de Las Clavellinas. Aunque por ahora no ha sido derruida, ya hace varios lustros que los cultos no se celebran en ella, sino en otro colindante, más amplio y por lo tanto de mucho más aforo. En ésta última, lucen sobremanera varias pinturas a manera de grandes murales sobre tablones. Éstos cuelgan de la cabecera de las capillas central y colaterales derecha e izquierda. Asimismo, también en la capilla del Santísimo, y del mismo autor, podemos apreciar la ingente labor artística del prolijo y afamado Manolo Ruíz.
Pero el motivo de llegar hasta aquí, no es otro que lo acontecido a finales de este agosto inmediato: La Procesión Marítimo-Terrestre de las Imágenes del Santo Cura de Ars, El Sagrado Corazón de Jesús y Nuestra Señora del Carmen.
En un primer momento se nos sorprendió con una innovación, el cambio del horario de la Misa Mayor, que siempre y cuando digo siempre me refiero a los últimos cuarenta años, ésta había tenido lugar tras la procesión, es decir, sobre las 19 o 19.30 horas. En cambio este año, se toma la decisión de adelantarla a las 16.00, cuestión ésta nada baladí toda vez que estamos en plena temporada estival con altas temperaturas, en domingo, que es cuando más personas acuden a nuestras playas y, para más inri, sin tener en cuenta que tradicionalmente el almuerzo de los canarios se lleva a cabo entre las 14 y las 15 horas. Expuestas todas estas irrefutables alegaciones por parte de la feligresía, éstas no se tuvieron en cuenta y se dio por bueno el llamamiento inicial. Después se complicó la cosa por el mal estado de la mar, que hizo inviable el embarque de las Sagradas Imágenes, que como de todos es sobradamente conocido, se lleva a cabo por la zona del muelle o los Barquillos (Melenara). Después de navegar por aguas de Taliarte-Melenara-Las Clavellinas, se realiza el desembarque en las arenas de Las Salinetas. Tras caminar sobre éstas, a lo largo de la playa, actualmente se llega a la urbanización Álvarez Monzón, recorriendo una de sus calles. Hasta hace unos pocos años, se entraba en el jardín-huerta de don Juan Mayor Martín (Alcalde republicano federal de Telde, durante la II República) y su esposa doña Dolores Álvarez Cabrera. Esta señora destacó por su compromiso cristiano para con los más pobres de la sociedad, y actuó como gran benefactora de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y el Santo Cura de Ars, en sus primeros años de andadura. En conversaciones mantenidas por entonces con el Obispo de la Diócesis de Canarias Monseñor Pildain Zapiain, esta dama se comprometió a abonar la compra de la Imagen del Patrono, cuestión que llevó con prontitud a buen término. A su vez, don Antonio le prometió que en la procesión anual marítima-terrestre, el Santo recorrería, en su totalidad, la Playa de Las Salinetas y al llegar a su parte sur, penetrarían Santos y fieles en la propiedad del matrimonio Mayor-Álvarez, en donde harían un descanso o parada para allí rezar una breve jaculatoria.
Saliendo de este último recinto arbolado, se enfilaba hacia la antigua carretera de la CINSA. Actualmente, se hace el mismo giro hacia el norte, en la flamante Avenida de Américo Vespucio, para llegado al lugar denominado La Barranquera entrar en la Avenida Marítima, en donde de forma tradicional, se hace una parada con Los Santos de cara al mar, como queriendo bendecir de nuevo a los que por allí cotidianamente trabajan. Antes de concluir su visita salinetera, la procesión asciende para llegar a la planicie de Las Clavellinas y tomar rumbo definitivo hacia su plaza e iglesia. La tradición marca que sea al final de dicho acto cuando se celebre la solemne Eucaristía.
En los primeros lustros posteriores a la creación de nuestra parroquia costera, la procesión oficial de la misma se llevaba a cabo a mitad del mes de julio, coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora del Carmen. Algo más tarde se trasladó al mes de agosto, concretamente al día 4, fecha ésta en que se honraba la memoria de San Juan Vianney. Más tarde se aplazó a la última o penúltima semana de septiembre, toda vez que antes era común entre los teldenses un largo veraneo de casi cuatro meses, comenzando éste en la segunda mitad del mes de junio hasta los días posteriores a la festividad de Nuestra Señora de El Pilar. En fechas más recientes, pero ya hace más de una veintena de años, los días festivos y la consabida procesión se llevan a cabo la última semana de agosto. Este último cambio tuvo lugar a petición de muchos veraneantes, que al adelantarle el inicio del curso a sus hijos, tenían que volver a sus lugares de origen nada más iniciarse el mes de septiembre.
Desde siempre la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana ha mantenido que la Fé del creyente se afianza en dos pilares: Las Sagradas Escrituras y La Tradición. Efectivamente las primeras prevalecen sobre la segunda, no faltaría más. Pero cuando los tradicionales usos se pierden por olvido o malsanos sentimientos, se ofenden a las personas y se degradan los actos religiosos públicos. No son los caprichos personales los que hacen los distintos protocolos y en el caso que nos ocupa muchísimo menos, pues se falta a un compromiso adquirido por nuestro venerado Obispo Pildain, y mantenido a lo largo de casi ochenta años.
Antes de desterrar u omitir la tradición se debe indagar en los fundamentos históricos que la avalan y dejar de dar crédito a cantos de sirenas por mucho que éstas se crean infalibles.
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