
Se suele confundir el centro ideológico (como si fuera un punto geográfico determinado en un eje izquierda-derecha) con las formas, el respeto y la moderación. Uno puede ser comunista (que no estalinista, pensemos en Enrico Berlinguer) y un gran moderado y, en cambio, alguien que diga llamarse de centro puede invocar la radicalidad, la avaricia y la imposición. Aclarado esto, vayamos a determinar que el centro en España vendría a ser un posible partido en medio del PSOE y del PP; si bien estos, hoy por hoy, responden al centroizquierda y centroderecha, más o menos.
Quizá la mayor gesta de éxito y fracaso de centro fue la UCD: pilotó Adolfo Suárez la Transición, que acabó siendo, por cierto, un socialdemócrata con el CDS, y la UCD sucumbió ante la ola socialista de 1982, intentona de golpe de Estado mediante el 23F y disputas internas en la UCD a rabiar. Las ambiciones en política no conocen de ideología sino responden a las miserias de la condición humana; y en la UCD, tan supuestamente de centro, también las hubo.
El ejemplo más reciente de Ciudadanos ilustra cómo de fácil se pierde ese supuesto centro. En realidad, Ciudadanos (desde que llegó desde Barcelona a Madrid, al poco) dejó de ser de centro para pasarse al postulado de tratar de arrebatar al PP la hegemonía en la bancada de la derecha. Se lo jugó Albert Rivera todo a una carta y perdió en la segunda convocatoria electoral de 2019. Es decir, más temprano que tarde el propio Rivera tuvo que bascular, y lo hizo hacia el centroderecha, por mucho que la apuesta le saliera fallida.
Por eso, quizá sea más preciso apelar a liberales, conservadores, socialistas, comunistas, anarquistas, trotskistas, democratacristianos, neoliberales… que a izquierda, centro y derecha. Los primeros términos son categorías ideológicas propias, de pleno derecho, mientras que lo segundo opera como un eje facilitador que dirime la agenda política cotidiana pero que, a la vez, puede llamar a engaño. Puede haber más moderación, tolerancia y respeto en la izquierda o en la derecha que en ese pretendido centro. Todo depende, al final, de las personas. El perfil y carácter de los dirigentes, sus códigos de valores, dicen más (mucho más) que los idearios de las siglas que defienden. No olvidemos que las ideologías están al servicio de las personas, y no estas al de cualquier ideología. La persona sí que es el centro de la verdad y la vida. En esto no hay duda.
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