El Mesías centrista y los panaderos Ilusionados

Dicen que en Telde ha comenzado a escucharse con fuerza un clamor vecinal. No, no es por el bache de Jinámar que ya tiene nombre propio ni por las farolas que se encienden de día y duermen de noche. El nuevo lamento popular es: “Paco, vuelve”. ¿Paco quién? Francisco Válido, claro, el exalcalde, exalgo siempre, al que ahora algunos —pocos, pero ruidosos— quieren encumbrar de nuevo como el salvador de una ciudad “herida por la decepción política”.

Sí, la misma ciudad a la que Paco ya le hizo promesas que se quedaron en folletos y abrazos de mitin. Ahora reaparece como si fuera el Obi-Wan Kenobi de Las Remudas, diciendo que no quiere figurar... pero si hace falta, se moja. Afortunadamente, no ha aclarado si será en las charcas de Salinetas o de los Pérez o en las reuniones de café con los “vecinos espontáneos” que le suplican su regreso como quien espera al maná.

Lo más inquietante del manifiesto político disfrazado de carta de amor es que sus promotores no se ruborizan al afirmar que “ni quieren gritos ni titulares”. Qué ironía. Publican un panfleto en tono mesiánico, repitiendo la palabra “honestidad” como si la acabaran de patentar, y con la sutileza de una cabra en un bazar prometen “recuperar lo mejor del pasado”.

¿Y qué era lo mejor del pasado? ¿El clientelismo amable? ¿La política de salón con corbata floja y promesas apretadas? A saber. Lo que está claro es que esto no es un proyecto político: es una llamada desesperada de un club de fans en busca de su ídolo vintage.

En una ciudad con problemas reales, lo último que hace falta es un déjà vu con olor a naftalina. Pero ahí están, levantando un castillo de naipes con frases como “Telde, contigo empieza todo otra vez”, sin aclarar si “todo” incluye los errores, las omisiones y los silencios.

Porque una cosa es la nostalgia... y otra muy distinta es hacer el ridículo con pretensiones épicas.

Pedro Regalado.