Ni bocanada ni fresco: un soplo de naftalina en Telde

Hay quienes, con entusiasmo calculado o nostalgia mal digerida, intentan hacernos ver como novedad el regreso de figuras políticas que ya tuvieron su tiempo, su oportunidad… y su epílogo. Presentar como “bocanada de aire fresco” a quien terminó su etapa con más sombras que luces, con gobiernos rodeados de causas judiciales y con una mochila que no precisamente huele a nuevo, es un ejercicio de prestidigitación política que raya en lo grotesco.

Más aún cuando la supuesta revolución electoral parte de una base social tan reducida que apenas alcanza el número de vecinos de un barrio mediano. Porque, si de verdad existiera un clamor popular pidiendo su regreso, ese respaldo ya se habría traducido en algo más que titulares de medio afín y comentarios en tertulias de autoafirmación.

En tiempos donde lo nuevo debería ser sinónimo de transparencia, regeneración y propuestas realistas, vender como “mirlo blanco” a quien ya fue gallo de pelea en un corral que acabó desplumado, es un insulto a la inteligencia colectiva. El cambio político no puede venir de quienes ya tuvieron las riendas y no supieron, o no quisieron, enderezar el rumbo.

Es curioso, además, el uso del recurso discursivo de los “equipos potentes” y la promesa de caminar los barrios como si fuera una revelación celestial. ¿Acaso no es eso lo mínimo exigible a cualquier formación seria? ¿Desde cuándo recorrer aceras y decir "hola chiquilla" se convierte en programa de gobierno?

La ciudad necesita futuro, no revisionismo estético de pasados comprometidos. El deseo de cambio no debe confundirse con la repetición maquillada de quienes ya formaron parte del problema. Si se quiere oxígeno, no bastará con abrir la ventana de siempre.

Pedro Regalado

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