
Hay en Telde una dolencia extraña, difícil de diagnosticar por la medicina tradicional, pero fácilmente detectable por el sentido común: se llama Martelitis. Es una especie de picor incontrolable, un sarpullido verbal, una inflamación de envidia que se activa automáticamente cada vez que Juan Martel respira, habla o pestañea.
Los síntomas son inequívocos: obsesión compulsiva por todo lo que diga o haga el concejal de Cultura (y de lo que no diga también), alergia crónica a su éxito y una necesidad patológica de rebuscar en hemerotecas para intentar (sin lograrlo) construir algún relato que lo deje en ridículo. Todo muy clínico, todo muy "concienciado".
Y como no hay cura conocida, algunos se consuelan lanzando soflamas disfrazadas de "crítica valiente" cuando en realidad no son más que panfletos sazonados con frustración personal y saña vintage. Véase el último ejemplo: un monólogo sobre el espacio emitido el 30 de julio desde el Teatro Juan Ramón Jiménez, donde profesionales del rencor lanzan una andanada de supuestas verdades sobre el pasado político de Martel y su relación con Lorenzo Olarte.
El tono, cómo no, pretendidamente justiciero: que si el CCD, que si una traición, que si "tenemos el audio". ¡Uy, el audio! Siempre el famoso audio, que ya huele a vinilo rayado de tanto usarlo para intentar hacer pasar por "testimonio irrefutable" lo que no es más que un episodio del culebrón del despecho político. ¿Será que al final no era tan generoso como lo pintan cuando también manejaba la guillotina de las siglas como quien reparte estampitas?
Claro que lo realmente curioso es que quien lanza estas perlas de acusación —al amparo de un teclado o un micro que se cree invencible— omite convenientemente los supuestos delitos (esos sí que están en fase judicial real) de otros concejales que comparte acta con su adorada oposición. Esos no interesan. Esos mejor no tocarlos porque está en juego la guita. Mejor mirar para otro lado, que la hipermetropía selectiva es otra variante de esta Martelitis.
Y es que cuando la verdad incomoda, hay quien inventa. Cuando la coherencia exige mirar a todos, hay quien solo apunta a uno. Y cuando se mezcla bilis con micrófono, lo que sale es veneno, no periodismo.
Pero no se preocupen: a esta dolencia solo se le combate con una receta sencilla: hechos, trabajo y resultados. Y de eso, les guste o no, Martel lleva años administrando sin receta pero con eficacia. Mientras tanto, los del club de los despechados seguirán fabricando editoriales de ficción… porque es más fácil rebuscar en el pasado ajeno que asumir el presente propio.
DOMINGO | Jueves, 21 de Agosto de 2025 a las 15:20:52 horas
Chiquita enfermedad ... Dura Este más que las papéras!!!!
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