
Falleció José Enrique Serrano, quien fuera jefe de Gabinete de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. También pintó mucho en Ferraz cuando Joaquín Almunia hacía oposición a José María Aznar. Era el poder en la sombra. Es verdad que en el aura había algo de sobredimensionamiento, lo propio de la vida ‘monclovita’ o en la Casa Blanca; mas se movía entre bambalinas con discreción. Ahora que Leire Díez y demás tropa protagonizan episodios chuscos en la segunda fila de la batalla política, figuras como la de Serrano recuerdan otro estilo. El término ‘fontanero’ en la vida pública se retrotrae a la Transición, cuando Adolfo Suárez necesitaba de personas que con sigilo ejecutasen alguna gestión. No solo eran y son necesarios sino que comporta un sentido positivo. El auténtico ‘fontanero’ en política no es Leire Díez.
Digo esto porque los fontaneros, de verdad, los del oficio de siempre, parece estar molestos con el uso indiscriminado de la palabra. Aunque su significado último, al calor del barullo, nada tiene que ver con aquel que reinaba en la Transición. Pero ha sido tanta la degradación partidista, que la opinión pública (con razón) está confundida. No solo eso sino que, encima, el cargo de jefe de Gabinete en las diversas instituciones (estatales, autonómicas y locales) ha sido también ocupado por personas que hacían otros menesteres cotidianos que nada tiene que ver con la planificación política y la proyección de la gestión.
Por otro lado, este tipo de responsabilidades, las del Gabinete de turno al más alto nivel, conlleva no tener espacio privado. En La Moncloa no hay horarios. Y los que están ahí trabajando saben a qué hora entran pero no a la que salen. Y eso quema. No digamos si, además, tienen que desplazarse a Madrid porque están al lado de un ministro; viven por y para la persona que ocupe la cartera. Si a esto le añadimos que deben ir y venir desde Canarias, enseguida entendemos por qué se antoja difícil que isleños estén interesados en ocupar puestos en la segunda y tercera fila del Gobierno central. Simplemente, no les compensa.
Así las cosas, el frenesí del estreno sucumbe a la rutina y su realidad. Y el peso de los años suele dar madurez, aunque no siempre; una cuestión es cumplir años y otra diferente asumir la grandeza y las limitaciones de vivir. Experiencias que quizá no se aprenden pisando moqueta y subido al coche oficial.
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