La Alemania de Angela Merkel, del valor seguro, da paso a la de la inestabilidad del gobierno de gran coalición que es, con respecto a los anteriores, el menos grande y el más frágil. Los democratacristianos no ganaron las elecciones con las expectativas que tenían y los socialdemócratas se dieron un varapalo sonoro. Y, con estos precedentes, vivimos el martes una sesión de investidura de altos riesgos en Berlín. Friedrich Merz (centroderecha) salió investido al segundo intento. Es decir, que fallaron a su compromiso previsto 18 diputados entre democratacristianos y socialdemócratas. Puede que los 18 fuesen solo de un partido y no de ambos. O quizá de los dos. Vaya usted a saber. Tampoco habrá manera, ni se debe, de contratar a un detective privado. Cada parlamentario es libre de votar lo que le plazca, faltaría más. Pero es síntoma del riesgo de quiebra al que asistimos en Europa.
La realidad es que ser responsable y demostrar indicios de madurez no tiene premio. Al menos, eso parece. El PSOE en su momento se sacrificó, gestora mediante, para abstenerse en 2016 y así Mariano Rajoy pudiese gobernar. Un acto de sentido de Estado que provocó luego que el ‘sanchismo’ descabalgara al socialismo nacido en Suresnes y que había protagonizado la Transición y la democracia asentada. Aquel “no es no” agitado por Pedro Sánchez (eso sí, fue congruente dejando su acta entonces) originó una revuelta en las filas socialistas. Los hubo que no se abstuvieron, contradiciendo el mandato de Ferraz.
Las paradojas, o la crueldad, de la política, es que pasado el tiempo han sido premiados los del “no es no” y castigados los que creyeron que tocaba abstenerse en aras de un bien superior (y, de paso, evitar unas terceras elecciones en las que el PSOE se estallara en las urnas). La crisis de la socialdemocracia, acelerada tras la Gran Recesión de 2008, es una mala noticia para la democracia representativa. Claro, no hay socialdemocracia gobernando hoy (salvo España y Reino Unido) porque no hay clases medias. Si el ascensor social está roto, crece la incertidumbre y se proletarizan las otrora clases medias de la segunda mitad del siglo XX. El ‘sanchismo’ es una isla de la socialdemocracia en la actualidad; mas es fruto de las controversias, ya mencionadas, del propio trazado del líder.
Más nos vale que el susto en el arco parlamentario alemán no se vuelva a repetir y que esta gran coalición (capitidisminuida) entre democratacristianos y socialdemócratas funcione. Sobre todo, ahora que los servicios secretos de Alemania apuntan a que concurren motivos para que la ultraderecha sea ilegalizada. Es una amenaza constitucional.
























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