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Jueves, 27 de Noviembre de 2025

Actualizada Jueves, 27 de Noviembre de 2025 a las 19:03:46 horas

Caminando hacia la desmemoria… (C)

Telde, su costa, la mar y sus gentes

Reflexión del cronista oficial de Telde, Antonio María González Padrón, licenciado en Geografía e Historia

ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN Jueves, 27 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 27 de Febrero de 2025 a las 20:27:33 horas

(Dedicado a mi excelente y cómplice amigo José Manuel Espiño Meilán)

La actual comarca de Valsequillo-Telde, situada al Este de La Gran Canaria, está formada por 141,15 km. Cuadrados, entre los Barrancos de Las Goteras-Marzagán-Jinámar  al Norte y el Barranco de Aguatona al Sur.

 

Hasta la creación del municipio de Valsequillo (Oficialmente Valsequillo de Gran Canaria) y la consecuente segregación de sus tierras, todo este conjunto estaba regido por un mismo alcalde de Bara y Justicia. Igualmente sucedía con las aguas de las que se hacía buen acopio y en exclusiva la llamada Heredad de la Vega Mayor (Aguas que por nacer a los pies de los altos riscos de Tenteniguada y en otros lugares de Valsequillo, fueron motivo de disputas continuadas hasta llegar al célebre Pleito, que llevó el cas[Img #979636]o al Tribunal Supremo y que ganaría nuestra Ciudad, gracias a la excelente pericia del más que notable abogado, don Antonio López Botas). Y en lo espiritual serían los Beneficiados de la Parroquia Matriz de San Juan Bautista de Telde los que asistían a la numerosa y dispersa feligresía, cuestión esta que cambia radicalmente, a partir de 1610, fecha en la que los padres franciscanos del Convento teldense de Santa María de La Antigua serán los encargados de celebrar las ceremonias litúrgicas y demás Sacramentos en todos los pagos allende los límites de la ciudad. 


Tienen Telde y Valsequillo un territorio variopinto en cuanto a formaciones geológicas: altos riscales, mansas montañas, profundas calderas volcánicas, campos lávicos de malpaís (Malpai), barrancos en tajo o de amplias avenidas, que desembocan en playas arenosas las que más y pedregosas algunas. Las escalonadas Vegas, que comienzan en los altos de Tenteniguada para descender  armoniosamente a los Llanos de Valsequillo (Parte de ellos denominados los Llanos del Conde), las bien cultivadas de Tecén (Tesén), los fértiles bancales del Valle de San Roque, concluyendo todas ellas en las calificadas ubérrimas tierras de La Vega Mayor, ya en torno a la Ciudad de Telde;  hacen de nuestro paisaje  uno de los más atractivos de la Isla.


A todo ello hay que sumarle la Costa, en donde La Gran Canaria es besada, una y otra vez, por el Sonoro Atlántico. En  este caso privativa  del actual municipio de Telde. Algo más de 15 km. lineales de Norte a Sur van describiendo un litoral complejo. En armoniosa combinación se alternan lávicos acantilados, que forman abrigos y, bajas playas tapizadas con sablón negro, nacido de los volcanes insulares y, algunas otras, con arenas rubicundas, hijas de los fondos marinos y de millones de conchas de moluscos que han sido trituradas a golpes de mareas.


Nuestras playas de llamativos nombres son: Bocabarranco de Jinámar (Actualmente erróneamente denominada de La Condesa), La Restinga, Bocabarranco del Real de Telde, Malpaso, Los Papeles, La Estrella, San Borondón (Que como la mítica Isla aparece y desaparece según las mareas),La Garita o Puerto de La Madera, como era su antigua denominación. Hoya del Pozo, Playa de El Hombre, Cuevas de Taliarte (Desaparecida tras la construcción del Puerto pesquero-deportivo de Taliarte), Taliarte (Que en verdad, más que playa es un conjunto de bajos riscos que facilitan el baño, en su conjunto), Melenara, Las Clavellinas (Meseta entre Melenara y Las Salinetas, en donde el baño es placentero si se va a la popular Charca de Los Pérez) , Las Salinetas, el Huyero o Juyero, Bocabarranco de Silva, Aguadulce, Tufia, Ojos de Garza, Playa del Ámbar y Gando, que compartimos en un setenta-treinta por ciento entre Telde y El Ingenio.


Desde tiempos inmemoriales, todos estos lugares fueron habitados, primero por los canarii y más tarde por los colonizadores castellanos. Así se puede constatar por los numerosos yacimientos arqueológicos, que aun hoy, y a pesar del vandalismo de las gentes, incluido en ello la desidia y abandono a los que lo tienen sometido las autoridades, locales, insulares y autonómicas, siguen como testigos fieles del pasado prehispánico (Llanos de Las Brujas, La Restinga, Puerto de La Madera, Taliarte, Tufia, etc).


En otro orden de cosas, debemos añadir, que si en un primer momento de colonización castellana de la Isla, esas tierras limítrofes con el mar sirvieron solamente para el pastoreo extensivo, sobre todo de ganado caprino, cuidado por hombres que habían servido a las fuerzas invasoras como mera soldadesca; con el tiempo las principales playas, al socaire de los vientos de componente Noreste, a saber: La Garita o Puerto de La Madera, Melenara y Gando vieron surgir pequeños caseríos de estructuras arquitectónicas endebles que sirvieron para dar cobijo a los pescadores, barqueros o marinos, que desde esos lugares partían mar adentro a ganar el sustento cotidiano. Ya en la segunda mitad del siglo XIX y con el auge de las empresas conserveras, se estableció en Gando algunas de ellas, erigiendo almacenes de planos rectangulares y techumbres de hojalata o latón de múltiples canaladuras. Éstas fueron destruidas en los años treinta del pasado siglo XX, cuando se estableció en los Páramos de Gando, en primer momento un improvisado aeródromo, génesis de nuestro actual Aeropuerto Internacional de Gando-Gran Canaria y al unísono la Base del Ejercito del Aire y del Espacio.


Pero, volvamos a finales del siglo XV y principios del XVI, cuando las playas recientemente nombradas, eran puertos naturales de refugio para las naves que traficaban con los ricos azúcares de la comarca teldense y las manufacturas procedentes de la Baja Andalucía, sobre todo de Moguer, Palos de La Frontera y Sevilla, así como con el puerto flamenco de Amberes.


Recordemos como el propio Almirante de la Mar Oceana, Cristóbal Colón, deja en Gando una de sus tres carabelas para reparar, confiando en los maestros de ribera de procedencia moguereña, que bien conocían los hermanos Pinzón de idéntica procedencia. Después de una breve estancia en San Sebastián de La Gomera, el famoso descubridor del Nuevo Mundo, volvió a La Gran Canaria y, concretamente al Puerto-Bahía de Gando para ya hacerse a la mar con sus tres naves. 


Nada más y nada menos que el Fénix de los Ingenios, el gran Lope de Vega, inmortaliza la Playa de Melenara, en su célebre obra La Dragontea, en unos bellísimos versos que describen la encarnizada lucha entre los teldenses de la costa y los piradas ingleses. Al decir de nuestro historiador y Cronista Oficial Dr. D. Pedro Hernández Benítez: Fue en tierras de Melenara, donde el soberbio inglés trocó sangre por agua.


Volviendo al ultimo tercio del siglo XIX y primer tercio del XX, vemos como esta popular playa, cada vez es más habitada. Hay razones económicas para ello, ya que la Fyffes  construyó un pequeño puerto frutero, en aquellas mansas aguas. La necesidad de mano de obra, desde el principio de la construcción hasta el final, y después las estivas de plátanos y tomates hizo que se asentaran allí numerosos marinos con sus familias, que hasta entonces vivía en las inmediaciones de la Plaza de Arauz del Barrio de Los Llanos de San Gregorio. La compañía británica también se hizo con un gran almacén, cuyo lados colaterales y fachada principal daban al naciente y el poniente, pero el paramento trasero del edificio no era otro que la toba volcánica, con la que la naturaleza había dotado al Lomo de Taliarte. En la actualidad unos ojos avizores pueden comprobar los restos de ciertas oquedades, en donde quedaban ancladas las vigas de madera de la estructura sustentante del techo multiondulado de zinc.


Sobre 1920-25 ese emporio comercial conoció su mejor momento, los barcos de cabotaje se acercaban para, después de ser cargados, dirigirse al nuevo Puerto de La Luz, en la Bahía de Las Isletas, en donde volverían a ser movidos hasta los grandes buques fruteros camino de Gran Bretaña. 


Al mismo tiempo que todo esto sucedía, en la parte delantera de muchas de nuestras playas surgieron alineaciones de casetas de madera, que en La Garita y Melenara tuvieron forma de palafitos, ya que para evitar la avenida de las aguas del mar, en temporadas de reboso y grandes olas (En el principio de septiembre se hacían notar las famosas Mareas u Olas del Pino), que de no estar situadas en alto las estropearían de forma brusca e imprevisible. Los pilares, eran tubos de hormigón armado, fabricados en el cercano barrio de El Calero y que comúnmente se utilizaban como tuberías de riego.


En un segundo momento, ya en los albores de la II Republica se empezaron a edificar las primeras casas de Las Clavellinas y también alguna que otra terrera junto a la desembocadura del barranco del Negro o del Mondongo, allí cuando éste llega a las negras arenas del litoral. Pero ya a finales del siglo XIX en la década de los ochenta y noventa de aquella centuria, varias familias burguesas del Barrio de Los Llanos y también de San Juan, habían construido bellísimas casas de veraneo en Las Salinetas (De éstas últimas, este mismo verano hemos escrito largo y tendido. A este articulo me remito, si están interesados en dicho tema).


A finales de los años sesenta y principios de los setenta del siglo XX, siendo alcalde de la ciudad don Agustín Florido Suárez, de gratísima memoria, llevó a cabo la titánica y más que comprometida acción de trasladar a las familias marineras de Melenara, desde sus asentamientos en plena arena de la playa a las nuevas casas construidas por el Estado, junto a la recién creada subida a Taliarte. Hecho éste que en un primer momento contó con la oposición de muchas de esas gentes, pero que con el tiempo todos agradecieron. Las nuevas casas desde el punto de vistas higiénico-sanitario eran ejemplares y en sus diferentes distribuciones se adaptaban perfectamente a las familias, no pocas veces harto numerosas del lugar.


Un día le preguntaron a César Manrique, el gran artista plástico lanzaroteño que de qué sustancias estaba creado un canario y él rápidamente respondió: Básicamente de lava y sal. Efectivamente, un paseo por nuestro litoral, sólo o acompañado y, en esta última circunstancia, lo mejor de lo mejor es hacerlo junto a un excelente naturalista como es nuestro entrañable amigo José Manuel Espiño Meilán, un canario nacido en tierras de Lugo.

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