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Caminando hacia la desmemoria (XCVIII)

Historia de las sociedades culturales y de recreo de Telde y su comarca

Reflexión del cronista oficial de Telde, Antonio María González Padrón, licenciado en Geografía e Historia

TELDEACTUALIDAD/Telde Viernes, 14 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Viernes, 14 de Febrero de 2025 a las 18:44:55 horas
Casino de Telde/Archivo Tyldet.Casino de Telde/Archivo Tyldet.

Génesis, esplendor y decadencia de las sociedades culturales y de recreto en Telde y su comarca

(Primera parte: Introducción histórica)

El siglo XIX fue prolijo en cambios políticos, económicos , culturares y por ende sociales. El triunfo definitivo del liberalismo, tanto teórico como práctico, permitió entre otras muchas cosas cambiar las reglas de la economía mundial. Imperios decadentes como el español desaparecerán en casi su totalidad y otros como el británico, el germano y el francés se irán desarrollando, tomando como objetivo el Continente Asiático y el Africano, así como diseminadas islas del Caribe, el Indico y el Pacifico.

 

Nuestro País, se ve inmerso en una guerra de independencia con respecto al invasor napoleónico y, tras expulsar[Img #1000600] al gabacho del suelo patrio, nos damos de bruces con los Gritos de Independencia de buena parte de la América Hispana, desde el Virreinato de Méjico hasta las frías tierras de la Patagonia Argentina. De nada sirvió el nacimiento de la célebre Constitución de Cádiz, ocurrido un día de San José, 19 de marzo de 1812, de ahí el sobrenombre de La Pepa. La vuelta del Rey Fernando VII y, tras una más de sus felonías, se instaurará el absolutismo más feroz y caprichoso. Para nuestra desgracia, cuatro sucesivas guerras fratricidas quieren dilucidar quién tiene derecho al trono tras la muerte del Felón, si la pequeña Isabel o su tío Carlos María Isidro y todo ello aderezado con una bancarrota del Estado, a la que se le quiere dar solución con las llamadas desamortizaciones. La primera que afectara a la Iglesia Católica protagonizada por Mendizábal y bautizada como de Manos Muertas. Y la segunda, calificada de Propios llevada a cabo por el también ministro de hacienda Madoz. Ya en la segunda mitad de la centuria, derrocamiento y posterior exilio de la Reina, nueva dinastía en la figura de Amadeo I de Saboya, proclamación de la I Republica y, poco más tarde, vuelta a empezar con los Borbones en la llamada Restauración en la figura de Alfonso XII, tras el pronunciamiento del General Martínez Campos en Sagunto.

 

Mientras todo ésto ocurría, las Islas Canarias seguían su propio curso de aconteceres, que si bien son claros reflejos de lo que ocurría en toda la Nación Española y en el resto del Mundo, tenía sus particularidades. Obviamente, su condición de Archipiélago y por tanto de territorio dividido o discontinuo las marcaría y las diferenciaba con respecto a las provincias españolas de la Península. Su situación a sólo cien millas marinas de África y como primeras estaciones en las relaciones comerciales con América, las hacían apetecibles para cualquier metrópolis colonial. Las islas pobladas se dividían geográficamente hablando en occidentales y orientales, perteneciendo al primer grupo: Tenerife, San Miguel de La Palma, Gomera y El Hierro. Y el segundo, La Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. Administrativamente hablando todas pertenecían a la provincia única de Canarias (Creada el 30 de noviembre de 1833) con capital en Santa Cruz de Tenerife, aunque el Gobierno Judicial residiera como siempre y desde la Conquista Castellana en Las Palmas de Gran Canaria. Dos Obispados, el Canariensis y el de San Cristóbal de La Laguna, se repartían la feligresía de las Islas del Este y del Oeste (Al único Obispado, se le sacrificó para dar contento al clero, nobleza y burguesía de la Isla de Tenerife y, en menor medida, a las del resto de las occidentales). Militarmente hablando todas las ínsulas dependían de la Capitanía General que se encontraba en Santa Cruz de Tenerife, excepto el Almirantazgo que se localizaba en la capital grancanaria.

 

Como habrán podido comprobar, el equilibrio entre las dos Islas calificadas de mayores (Concepto éste económico y demográfico, que no geográfico) era y es bastante difícil. Pronto surgen los movimientos insularistas, que grosso modo y guiados por la alta burguesía grancanaria, luchan encarnizadamente por conseguir la división provincial, que no será efectiva hasta 1927, cuando España estaba bajo la Dictadura del General don Miguel Primo de Rivera y la Monarquía dando sus últimos coletazos.

 

La economía insular, siempre dependiente de los monocultivos, a saber: Caña de azúcar en el Siglo XVI, viñas para vino en el XVII y gran parte del XVIII, nopales para cochinilla a finales del XVIII y primera mitad del XIX; en la segunda mitad del XIX, plátanos y, ya a finales de esa centuria, el tomate. La ganadería caprina y ovina era numerosa y proporcional a los recursos de pastos de cada isla. La porcina, también importante, era más bien de autoconsumo. Caballos, mulos, burros y camellos estaban al servicio del transporte de mercancías y viajeros, ya que los caminos reales y similares, sólo se transformarían en carreteras en los últimos cincuenta años de dicha centuria, siendo para Gran Canaria esencial la figura del Ingeniero de Caminos, Canales, Puertos y Señales Marítimas don Juan León y Castillo (Las Palmas de Gran Canaria, 1834-1912).

 

La industria era prácticamente inexistente, aunque los artesanos en las diferentes especialidades cubrían las necesidades de la sociedad insular. El comercio al detal corría diferente suerte, según cada una de las Islas, los pueblos y las ciudades. Una burguesía adinerada y una nobleza rentista manipulaba la vida social, política y económica.

 

Las enfermedades endémicas, así como las epidemias aparecían y desaparecían con cierta regularidad. Éstas últimas debido en gran manera a nuestra condición de islas con puertos de refugio, habitualmente dedicados a la carga y descarga de productos de diferentes latitudes, hacía muy común la infesta de la población. Los pocos recursos socio-sanitarios y las paupérrimas condiciones de las poblaciones del litoral eran agravantes de tales situaciones.

 

Para paliar todas aquellas nefastas situaciones higiénico sanitarias y fomentar de forma eficaz el desarrollo económico del Archipiélago, surgieron, en tiempos del Rey don Carlos III, nuestras Reales Sociedad de Amigos del País, a imitación de las ya creadas en el País Vasco y en la capital del Reino. La primera y, por tanto más antigua, fue la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, actualmente (R.S.E.A.P.G.C.), el 4 de febrero de 1776. Seguidamente, la Real Sociedad Económica Amigos del País de Santa Cruz de San Miguel de La Palma, 29 de agosto de 1776, la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife (14 de febrero de 1777), con sede en San Cristóbal de La Laguna.  Finalmente, las Reales Sociedades de San Sebastián de La Gomera y Santa María de Valverde de El Hierro, estas dos últimas con muy escasa fortuna. El asociacionismo que se dio en ellas, se materializó en órganos de gobierno con director, secretario, tesorero, censor, bibliotecario… y demás miembros.

 

Las Logias Masónicas tuvieron notoria presencia en las Islas, extrayendo sus miembros de las clases culturales y económicas medias y altas. Abogados, médicos, farmacéuticos, prácticos del Puerto, capitanes y demás oficiales de la Marina Mercante, profesores de enseñanzas primarias, secundarias y universitarias, jueces y oficiales de juzgados, empleados de banca y de compañías de seguros, representantes de empresas nacionales y extranjeras. En fin, intelectuales de toda clase y condición que buscaban la superación personal y comunitaria.

 

En un país mayoritariamente católico, las asociaciones penitenciales y devocionales en forma de hermandades y cofradías fueron numerosas. Regidas éstas por estrictas normas ético morales, se reunían con asiduidad en capítulos y asistían a los diferentes cultos en las ermitas e iglesias que tenían asignadas. Todas ellas se hacían notar cuando, con máxima gala acompañaban a las imágenes procesionales, en largos y solemnes recorridos.

 

A partir de la tercera década de la centuria decimonónica, se establecen en varios puntos de las islas mayores (Más tarde llamadas capitalinas) un más que nutrido grupo de familias de origen británico, ingleses y escoceses en su mayoría: Agentes comerciales de grandes compañías navieras, dedicadas a la importación y la exportación, representantes de agencias de seguros, emprendedores industriales y agrícolas, formando todos ellos una red de intereses principalmente económicos con gran arraigo entre las sociedades urbanas insulares. El Puerto de La Cruz, La Orotava y Santa Cruz de Tenerife, Gáldar-Guía, Arucas, Telde y Las Palmas de Gran Canaria serán fieles reflejos de lo mentado con anterioridad. Apellidos como los Miller, Wood, Blisse, Pavilard, Cólogan, Leacock, y, compañías como Swanston, Fyffes, Elder, Blandy, etc., se harán presentes en todas las actividades de nuestros puertos y de nuestras principales vías comerciales. La colonia inglesa, tan próspera en lo económico y pujante en lo socio-cultural, se destacaría por su alto nivel asociativo creando clubs tales como: El Real Club de Golf, el Club Británico, el Club de Tenis… Y en otro orden de cosas la Iglesia Anglicana y su propio cementerio en el Barrio de San José de Las Palmas de Gran Canaria. Impulsores de una forma de vida muy distinta a la tradicional en Canarias, destaca el empuje que dieron a nuevas áreas de desarrollo urbano y fuera de la misma. Primeramente, invirtieron capacidad técnica y dinero en lo que, con posterioridad sería, la Garden City, nuestra actual Ciudad Jardín. Al unísono edificaron numerosos chalets o casa de campo, desperdigadas entre Tafira, La Atalaya y Santa Brígida. La importancia inglesa fue tal que ha quedado para siempre en el nomenclátor de nuestras calles y en la toponimia de la Isla. a ellos también se debe los grandes proyectos hoteleros insulares. Entre todos ellos y por su más que notable importancia, nombraremos aquí al Gran Hotel Santa Catalina, ubicado en el extenso y paradisiaco Parque Doramas de la capital grancanaria. Así mismo, en el Valle de La Orotava y en Santa Cruz de Tenerife se abrieron establecimientos hoteleros de primerísima calidad.

 

Seguidamente y en el plazo de una semana, desarrollaremos con toda suerte de detalles lo que ya anunciábamos en el título del presente artículo. Créanme que esta larga introducción nos servirá de mucho a la hora de situar históricamente el nacimiento, auge y declive de nuestra sociedades de cultura y recreo, también llamadas en el pasado sociedades de instrucción y recreo.

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