La vida se resume en su trayectoria en tocar puertas, una se nos abren y otras no. Y en función de eso adoptamos un camino u otro. Pero hay que tocarlas. Las que esperábamos que se abriesen, de repente no es el caso. Y al revés. Así el laberinto prosigue hasta el punto de que nosotros somos también una puerta en sí misma para terceros. No lo sabemos. O no lo queremos saber. O el egoísmo nos puede. Pero si nosotros tocamos puertas el resto hace otro tanto.
Un día, no se sabe cuándo, esa puerta se torna en definitiva. Que es la puerta de la muerte. Es una que nadie quiere tocar. Que nadie desea tropezarse con ella. Además, esta, a diferencia de las demás, es única. Es caprichosa. Y asoma en cualquier momento de ese laberinto que es la vida cuando acompaña la pena o, por el contrario, un campo abierto de cielo azul si prima la alegría y la esperanza. Pero todas tienen sus puertas.
La puerta, a su vez, arremete a la conciencia. Y ahí todo se complica. Porque al igual que tocamos muchas otras veces decidimos si se la abrimos o no a la otra persona. Y nadie la abre o la cierra en función de la espontaneidad del momento, no es lo usual. Y aunque fuese así no dejamos luego de preguntarnos si hicimos bien o no en responder la llamada que nos hicieron al otro lado. La conciencia no tiene forma de puerta. La supera. Porque la conciencia es la vida y la muerte al tiempo. Las dos caras de la misma moneda. Sin conciencia no podemos vivir en sintonía con la realidad, nos negamos, nos inmolamos a favor de la banalidad. Y sin la conciencia tampoco podemos morir. Porque la muerte es, al fin y al cabo, la puerta de la despedida.
La trayectoria finalmente se resume en las puertas que nos abrieron y nos cerraron: un amor, un cupón de la lotería premiado, un puesto de trabajo, un viaje… Lo que sea. O aquel libro que leímos una tarde anodina de noviembre y que nos cambió. Porque la lectura, si es buena, nos transforma. Y entones el libro es asimismo una puerta en sí misma. Comenzamos leyéndolo de una manera y cuando lo cerramos para colocarlo en la estantería ya somos otros. Hemos atravesado una puerta, y sin saberlo. Que tengan suerte al tocar el timbre.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.130