
Cuando amanece a este lado del Atlántico, en el otro la victoria presunta de Donald Trump está cantada. No solo en el colegio electoral sino también, y a diferencia de 2016, en voto popular. Hubo un tiempo en el que las elecciones estadounidenses se percibía como optar entre Coca-Cola y Pepsi, un bipartidismo homogéneo, sin apenas matices. Ya no es así. Y aun estando en riesgo la democracia, todo apunta a que Trump regresa al poder. No han sido unos clásicos comicios entre demócratas y republicanos sino entre dos modelos diferenciados: uno democrático y el otro iliberal, posautoritario y con querencia hacia las ultraderechas. Gana el segundo, para sorpresa de Europa.
Estados Unidos está en retroceso. Es un imperio en declive o, cuando menos, incapaz de contener la amenaza de China y las turbulencias de la globalización y la economía digital. Su esplendor ya es pasado y a ese ayer Trump le promete regresar a la sociedad estadounidense rural y del interior. No lo consiguió en su primer mandato y tampoco lo hará en el segundo. Pero lo han votado y, para más inri, era un plato degustado previamente. Nadie puede llamarse a engaño. Kamala Harris no logró desmarcarse de Joe Biden.
Ucrania será abandonada ante Rusia. Israel podrá proseguir su genocidio contra el pueblo palestino. Marruecos se lleva una alegría en su anexión ilegal del Sáhara Occidental. Estos son los tres principales frentes internacionales en los que la victoria de Trump tendrá repercusiones notorias y en breve. Vladímir Putin tendrá su acuerdo, su paz. Zelenski sucumbió al espejismo de que podía ganar la guerra a Moscú. Y su pueblo lo ha pagado muy caro. Es el absurdo de las estratagemas de los imperios, hay terceros que tragan con todo. La historia se repite.
Estados Unidos ostenta una sociedad muy polarizada. Por eso surge Trump y demás personajes de toda laya que carcomen los valores y cimientos de la democracia representativa, que no responden al mundo que hemos conocido desde la Segunda Guerra Mundial. Estos han irrumpido tras la Gran Recesión de 2008. La vida se complica para los trabajadores blancos e industriales golpeados por la globalización y no lo digieren, no lo aceptan. La bonanza que conocieron en los estados fabriles se ha ido y no encajan el panorama de la degradación de las expectativas. Un nicho de votantes aptos para que compren el mensaje del ‘trumpismo’. Por segunda vez. Mal asunto.
futurehouser | Miércoles, 06 de Noviembre de 2024 a las 22:58:30 horas
Ha sido un resultado democrático por mucho que la progresía se esfuerce mucho en tergiversar y pintarlo de lo que no es.
Tanto mensaje catastrofista anti-Trump cuando éste ya había gobernado anteriormente y la cosa distó infinitamente de ser el fin del mundo que muchos pregonaban y siguen pregonando a día de hoy.
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