La supuesta solución a la migración que aporta la extrema derecha, se va colando poco a poco. Pagar para quitarnos el problema de encima. Se envían a terceros países a modo de cárceles o campamentos de verano, en función de la tasa, y ojos que no ven, corazón que no siente. Una triquiñuela que cala porque las clases populares, insufladas por los mensajes de racismo desde el neofascismo, quizá estarían dispuestas a comprar ese ganar tiempo. O, para ser exactos, negar la evidencia. Por mucho que pagues el problema seguirá ahí. Por mucho que no querrás mirarlo de frente, no desaparece. Es hacerse trampas al solitario. Como el padre que tiene la argucia de comprar regalos al hijo para suplir que no pasa las tardes con él. La laguna emocional persiste.
La polarización es jaleada como medicina de la extrema derecha porque de este modo se carcomen las instituciones. Y si estas decaen, aunque sea paulatinamente, si pierden credibilidad, la vida de la democracia como modelo tiene los días contados. Y cuando huye la democracia, ganan los autoritarismos de toda laya. Vacío que no ocupas, lo hace otro por ti. Y el neofascismo juega sus bazas.
Cuando ya no es solo Vox, sino que otros partidos (con o sin poder) coquetean con alquilarle el problema de la migración a terceros, las alarmas suenan. Como sonaron con la crisis del muelle de Arguineguín en Mogán. Entonces la imagen era clara: mar en calma en otoño que facilita la llegada de una realidad muy próxima y creciente que las opulentas (o no tanto) sociedades occidentales desean obviar. Y Gran Canaria, El Hierro o la ínsula que se tercie se torna en una ‘isla-cárcel’. Es lo más cómodo para Bruselas y Madrid.
Pero como la ‘isla-cárcel’ tiene sus límites, en El Hierro no pueden ya más, aparece la vía Meloni y demás recetarios de la ultraderecha. La división trabaja para el patrón, reza el sindicalismo. La división de los que tienen menos posibles, enfrentándolos los unos con los otros, es la bandera neofascista que aprovecha la crisis sistémica de las migraciones. Y aquí Canarias juega un papel crucial. Más vale que la Unión Europea invierta pronto en nuestros países vecinos, o en un par de generaciones a saber cómo acaba este drama. Merece la pena. Generar riqueza allí para que las mafias no se aprovechen de la desesperación. La cantidad de vidas que desaparecen en el Atlántico y no lo sabemos. De esos nadie habla. Tampoco la extrema derecha.
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