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Columna de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ GIL 1 Lunes, 12 de Agosto de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Lunes, 12 de Agosto de 2024 a las 07:06:50 horas

El PSOE es uno de los partidos sistémicos que garantizan la estabilidad del orden constitucional del 78. Uno de los actores del bipartidismo. Lo fue con Felipe González y con José Luis Rodríguez Zapatero. Ambos conformaron mayorías sociales, aupadas en las clases medias, y no tanto obreras, que pivotaron sobre Andalucía y Cataluña como territorios claves y graneros electorales. Tras la aparición del multipartidismo, fruto de la crisis financiera de 2008 y el 15M, estos cimientos se trastocaron. Y, por tanto, Pedro Sánchez llegó al poder a través de una moción de censura (legítima) que anidó en el respaldo de Unidas Podemos y los nacionalismos periféricos. Dicho en plata, sin ellos nunca hubiese llegado a La Moncloa. Nada raro, por otra parte, cuando el tablero bipartidista dejó de serlo hace una década.

 

Por tanto, Sánchez fue investido amén de la izquierda a la izquierda del PSOE y los nacionalismos vascos y[Img #1017475] catalán, principalmente. Hoy, en 2024, esa izquierda está dividida (Sumar y Unidas Podemos) y el nacionalismo catalán desplazado del poder. Si Sánchez no logra construir una mayoría social propia, lo más cercana posible a los 176 escaños de la mayoría absoluta, ¿con quién va a pactar en 2027 para seguir en el poder? ¿Se puede morir de éxito?

 

Todos estos interrogantes asoman en este instante en el que el PSC se hace con la Presidencia en Cataluña. Era la batalla política fundamental que Sánchez tenía que dar, y la ha ganado. ¿Y ahora? ¿Con qué socios podrá emprender la siguiente etapa si los ha absorbido electoral o institucionalmente? Si esas ganancias no tornan en una mayoría social socialista de alrededor 150 o 160 escaños, el reto poselectoral en 2027 (que es cuando se supone que será la próxima cita con las urnas) se antoja complicado. Y en esto debe estar pensando ya tanto Ferraz como La Moncloa.

 

Esto no significa necesariamente que el PP y Vox vayan a sumar la mayoría absoluta, pero lo que es evidente es que el PSOE desde 2019 hasta el presente se ha mantenido a costa de mermar a sus socios y, por ende, o esto bascula a un aumento considerable de escaños socialistas o, por el contrario, corre el riesgo de la soledad parlamentaria. Y lo que es más trascendente, a medio plazo, de cara al factor de estabilización que constituye el PSOE en el sistema del 78, ¿cómo garantiza seguir desempeñando su rol de partido alfa? Desenredar el nudo por el cual Sánchez ganó la moción de censura con los apoyos mencionados y transformarlos en capital político propio para Ferraz, es el dilema a solventar.

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