
Esta semana falleció Manuel Hernández de León. Profesional de la agencia EFE. Célebre por sus fotos la tarde del asalto de Antonio Tejero y sus conmilitones al Congreso de los Diputados. Una de ellas es la que ilustra esta columna. Y su valor es precisamente su retrato, el de un rostro cuya mirada refleja una especie de sorpresa o temor, impropio de alguien que está acometiendo un golpe de Estado y lleva pistola reglamentaria en mano. Esa es la grandeza de la fotografía en el periodismo: atestigua, certifica, ilumina. Acompaña al texto en toda su magnanimidad o miseria, en función del tema y la calidad del que la ejecuta. Mas Manuel Hernández de León (1949-2024) fue testigo directo, por oficio periodístico, del 23F. Fotógrafo toda la vida, llegó a redactor jefe de Fotografía. Fue uno de los esenciales de EFE.
El teniente coronel de la Guardia Civil, Tejero, estuvo destinado en Gran Canaria mucho antes de la ‘Operación Galaxia’ (1978) y el 23F. Era un viejo conocido en las listas de conspiradores y nostálgicos del franquismo que se resistían a aceptar el curso de los nuevos tiempos. Los del ‘búnker’ franquista llevaban una etapa despotricando de Adolfo Suárez, la descentralización territorial y sin digerir todavía la legalización del PCE en 1977, y el 23F de 1981 alcanzaron el grado más alto de intentona. Hubo luego otros intentos golpistas, aun coincidiendo con la gran victoria del ‘felipismo’ socialista en octubre de 1982, pero no se conocieron públicamente hasta pasado el tiempo.
Justo estos días estaba leyendo ‘23F: La farsa. Historia de una investigación amañada’ (Plaza & Janés, 2024). Y reconozco que al poco de comenzar la obra de Carlos Fonseca tuve que detenerme, me asomó la duda de si Tejero seguía vivo o no. Acudí al amigo Google para refrescar la memoria y arrojó que tiene 92 años. Ya no queda ni Jaime Milans del Bosch ni Alfonso Armada; hace mucho tiempo ya. Pero en este verano de 2024 tocaba preguntarse por Tejero. Porque hemos sido varias las generaciones las que hemos crecido, año tras año, con el oportuno recordatorio del 23F en el telediario que respondía, también, a una manera de autovalidación del sistema del 78.
Por qué tardó siete horas en comparecer en televisión Juan Carlos I tras el asalto de los guardias civiles a la Cámara Baja, sigue hoy despertando suspicacias. Falta mucho por saber. Eso sí, el desenlace fue feliz y, con eso, con o sin autobombo ‘juancarlista’, se logró que la democracia se asentara y consolidara. Los entresijos del episodio y sus antecedentes están sujetos a la regulación legal de los secretos oficiales. Mas la narración del 23F ha sido merienda cotidiana, casi hasta el otro día, para muchos de nosotros. Ya, algo de todo eso, sí se ha disipado.
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