
Reducir la jornada laboral es tiempo de vida. De las 40 horas semanales no se habla desde hace décadas. La idea es rebajarla a 35 pero, por aquello del consenso, el Gobierno está dispuesto a hacerlo por tramos. Primero, descender a las 37,5 horas por semana y, segundo, más tarde, lograr el ansiado umbral de las 35. Lo que ocurre es que este ánimo escalonado tiene la intención de comprometer al empresariado para mayor eficacia en su implementación y, sin embargo, de momento la patronal no quiere saber nada al respecto. Mal asunto.
Yolanda Díaz tropieza con la negativa patronal mas no está dispuesta a tirar la toalla. Esperará unos días y si no hay respuesta positiva a pactar como mínimo esas 2,5 horas menos por semana, lo hará la gallega de la mano de los sindicatos de clase y comenzará a operar la reducción horaria a comienzos de 2025. Ya son décadas sin bajar de las 40 horas para seguir estirando una anomalía dada la digitalización del tejido productivo que es claramente ‘posfordista’.
Disponer la clase trabajadora de más tiempo libre, mejora la autoestima y redunda en la conciliación familiar. Además, ataca la cultura del estar presentes en los puestos de trabajo aunque sea para no hacer nada. Un disparate. Herencias del pasado que deben ser desterradas. La vicepresidenta y ministra de Trabajo y Economía Social está convencida de llevar a cabo este propósito. Comisiones Obreras y UGT le acompañan en el sendero, aunque habría que ser más ambiciosos y haber hecho el descenso directo a las 35 horas semanales.
Buscar el acuerdo no sirve de nada si la otra parte no quiere. La pandemia y el confinamiento dejaron sobre el tapete la precariedad mental y los riesgos psicosociales en nuestra sociedad. Se ha tomado conciencia. Más tiempo libre es avanzar en la calidad de vida. Tenía que haberse hecho antes (el Gobierno de coalición de izquierdas opera desde principios de 2020, el PSOE gobierna desde 2018) pero, ya puestos, la realidad es la que es: más vale hacerlo ahora que dejarlo en el cajón del olvido.
Esperemos que la patronal se sume al acuerdo. La ministra tiene que activar los mecanismos a la mayor brevedad para que las empresas y centros de trabajo se vayan preparando de cara al 1 de enero de 2025. Hacerlo con previsión suficiente es un mínimo indiscutible. El encastillamiento patronal no vale para ganar dilaciones. Toca legislar.
Olga Maria Rivero Santana | Miércoles, 26 de Junio de 2024 a las 08:49:00 horas
¡Derechos, SÍ, pero también DEBERES, que parece SE NOS OLVIDA! No hay ACTIVIDAD SINDICAL, sin EMPRESAS, NI TRABAJO. Y los SINDICATOS, que además reciben SUBVENCIONES de LOS GOBIERNOS, pues únicamente por sus afiliados, no podrían tener "LOS MOVIMIENTOS PROPAGANDÍSTICOS QUE LLEVAN". Me parece, sinceramente, que n muchas ocasiones, VIVEN EN OTRA REALIDAD.
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