
Las personas que han fijado su residencia acampando en terrenos próximos a la playa de Hoya del Pozo han formado lo que ellos mismos denominan la Comunidad de Hoya del Pozo. Sostienen firmemente que están decididos a permanecer en el lugar pese a las críticas vecinales que piden su desalojo..
Cada miembro de este pequeño poblado ha llegado por distintas razones, pero todos comparten el deseo de vivir en comunidad, lejos de las urbes y conectados con la naturaleza. Dicen que utilizan productos ecológicos para preservar el entorno y afirman estar recuperando la flora autóctona. "Somos como los hippies", exclama Lidia Henríquez, orgullosa de su nueva forma de vida.
Aunque residen en el terreno con la autorización del dueño, enfrentan la oposición de algunos vecinos que reclaman el desalojo del campamento y de las autocaravanas situadas en el aparcamiento junto al paseo marítimo. Los miembros de La Comunidad defienden su derecho a permanecer allí, asegurando que mantienen el lugar limpio y utilizan baños químicos y depósitos de agua contratados.
Historias de esperanza
"Ya no me duele respirar". Así describe Lidia Henríquez, madre de Yurena López, su renovada vida en La Comunidad. Yurena López fue asesinada por su pareja en 2017 en Lomo Magullo, Telde. Desde entonces, Lidia ha luchado por encontrar paz y estabilidad. Tras mudarse a La Comunidad, donde reside una decena de personas en casetas y furgonetas camperizadas, Lidia asegura haber empezado a "vivir de nuevo". Su familia, que la ve tan bien, la apoya en esta decisión, según publica La Provincia.
Enrique Javier Alonso, de 58 años, es otro de los vecinos de La Comunidad. Después de sufrir una depresión severa debido al síndrome del cuidador, encontró en este lugar la paz y el apoyo necesarios para mejorar su salud. "Si soy sincero, creo que este ha sido el mejor año de estos 17 porque estoy más tranquilo", dice Enrique, quien pasa los fines de semana con su hijo de seis años en Hoya del Pozo.
Rafael Gómez, el primer residente de La Comunidad, logró empadronarse recientemente en la parcela, marcando un paso significativo para los demás habitantes. "Intento ayudar a todo el mundo y todo el mundo intenta ayudarme", explica Rafael, destacando la buena convivencia y las normas de respeto que siguen.
Apoyo mutuo
Juan Carlos González, uno de los últimos en llegar, agradece la ayuda de La Comunidad para rehacer su vida tras varios problemas de salud y personales. "Me han operado de muchas cosas, no puedo trabajar", cuenta emocionado, valorando el apoyo recibido en este nuevo entorno.
A pesar de los desafíos, los miembros de La Comunidad están decididos a continuar viviendo en Hoya del Pozo, fortaleciendo su vínculo con la naturaleza y entre ellos. Con normas claras y un espíritu de solidaridad, buscan demostrar que una vida en comunidad puede ser una solución viable y enriquecedora para quienes buscan una segunda oportunidad.
Pepa | Domingo, 26 de Mayo de 2024 a las 13:49:25 horas
Si tan en contacto quieren estar con la naturaleza, por qué no se van al campito? Noo, porque es mejor estar en primera linea de playa, unos caraduras es lo que son. Y dicen que no molestan a nadie, pero la música los fines de semana altísima desde primera hora de la mañana, hacen asaderos... Si cualquiera de nosotros pusiera música para todo el barrio e hiciera barbacoas en sitios no habilitados para ello, tendríamos una multa, seguro. Mismos derechos y mismas obligaciones, para todos.
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