
Si esta noche el recuento no arroja una posible mayoría absoluta entre el partido de Carles Puigdemont, ERC y la CUP, seguramente se habrá dado carpetazo al ‘procés’. Al menos, por un tiempo. El llamado problema catalán (que es, en realidad, el problema español a partes iguales) resurgirá antes o después en función de los ciclos históricos. Es una constante de la Historia de los siglos XIX y XX y, por lo tanto, no se disipará sin más. La cosa estriba en abrir un periodo de calma y entendimiento territorial. Cualquier dirigente que aspire a otro nivel superior, no es consciente del calado de la problemática que tiene entre manos. Adolfo Suárez no lo consiguió (le aturdía la idea de una ruptura del Estado al calor del ruido de sables entonces mientras se aprobaban los primeros estatutos de autonomía) y tampoco lo logrará Pedro Sánchez. Los objetivos son, desde luego, menos ambiciosos. Ni deben pretenderlo; no hay nacionalidad que deba ser laminada desde el poder central. Ni Franco pudo, represión y dictadura mediante, finiquitar las identidades de los pueblos.
La gran ocasión perdida fue cuando se aprobó el ‘Estatut’ en 2006 con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa. Aquello aspiraba a dejar zanjado el asunto catalán para dos o tres décadas. Zapatero se volcó en ello. Sin embargo, el PP no participó e invadió las plazas y las calles con mesas petitorias para recoger firmas en contra de la norma básica de autonomía catalana. Mariano Rajoy activó el recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional y vino la sentencia en 2010 que recortó un texto que había sido aprobado en referéndum y previamente por la Cámara catalana y las Cortes Generales. Craso error del PP.
La otra incógnita, más a corto plazo, es si Sánchez se lleva hoy una alegría electoral amén del PSC. Si es así, la victoria de Alberto Núñez Feijóo en tierras gallegas quedará neutralizada y la legislatura tendría aún bastante calendario por delante. En Euskadi el PSE-EE aumentó dos escaños, lejos (eso sí) de lo que fue el socialismo vasco ochentero.
Sin duda, será la gran prueba de Puigdemont. Hoy se examinará del legado del ‘procés’ que conllevó su autodenominado exilio. En verdad, que Puigdemont (y el espacio político que representa) esté fuera no conviene a nadie. Ni a socialistas ni a populares. Lo complica todo más. Ha dejado Bélgica para ir al sur de Francia, latitudes catalanas en su ideario. Pero el momento decisivo será este domingo pues el número de escaños que obtenga le dará sentido o no a su periplo de los últimos años. Mucho en juego.
Olga Maria Rivero Santana | Domingo, 12 de Mayo de 2024 a las 13:37:33 horas
A lo que ojalá den "carpetazo" todos los partidos (LA CASTA POLÍTICA), es al ¡repugnante! espectáculo que están dando, lo que demuestran que ¡A NINGUNO! les importamos realmente, más allá de "usarnos" en las elecciones. A la ciudadanía, les pido ¡una vez más! que tengamos una visión más allá de las ideologías políticas que se tengan, pues como pueblo llano, ya sabemos que una vez terminan las elecciones, "dejamos prácticamente de existir".
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