
La premisa de que las canarias y canarios no vivimos del turismo sino este lo hace a costa de Canarias, está expandiéndose en la conciencia popular a machamartillo. Una convicción cada vez más sostenida que, incluso, los espontáneos opositores a las manifestaciones del 20A han ido decayendo en su queja. Si esta tierra, frágil y fragmentada, es pasto fácil para élites extractivas que anidan a miles de kilómetros, la conclusión es sencilla: somos víctima del neocolonialismo insuflado por el lado oscuro de la globalización. Y resolver esto exige medidas en las islas, pero también respaldadas por Madrid y Bruselas. No se puede tratar igual lo que es desigual. Y una isla, ni por asomo, es territorio continental.
A estas alturas, es evidente: el turismo de masas muere de éxito. O, dicho de otra forma, carcome los posibles del pueblo canario. Aquel relato intergeneracional de dejar el arado y la zafra para irse a la costa a servir a las mesas ocupados por ‘chonis’, se ha finiquitado. Ya no da más de sí. Esa vaca no arroja más leche, y la que aún tiene no queda en Canarias sino que marcha rauda a bolsillos extranjeros, previas migajas (o menor beneficio significativo) de algunos empresarios pegados al terruño. El negocio es redondo para terceros, muy alejados de Canarias y los intereses de su ciudadanía. ¿Acaso en Berlín, Londres o donde se tercie tendrán preocupación por la sanidad y educación en Canarias, desde sus despachos en los que hablan otros idiomas y su esfuerzo cotidiano es observar la evolución de los valores bursátiles en Tokio? Más o menos, es así. Las guaguas en el aeropuerto de Gando que operaban para los turoperadores de antaño, son postales venidas a menos. Casi tanto como aquellos camiones que salían de Vecindario, en Santa Lucía de Tirajana, cargados de tomates. Hace dos décadas y algo más que ya no se ven en la autopista.
Se arrincona a la población canaria y se merma los recursos naturales. El sector turístico supone el 35% del Producto Interior Bruto de la economía canaria, el 40% del empleo. Sin embargo, nuestra tasa de paro es de las más elevadas del Estado. Con sueldos bajos y la vivienda vacacional galopando a su antojo, la vida del isleño se contrae y conlleva más sacrificios.
Este debate no tiene vuelta atrás. Y esto lo intuyen los políticos que temen que la inquietud en la calle se les vaya de las manos. Y puede suceder. No es sencillo acometer medidas ante una economía globalizada. Por eso hace falta unidad y actuar cuanto antes. Son tantas medidas pendientes de aprobar, que se puede ir haciendo por tandas. Eso sí, no hacer nada mientras la superpoblación machaca a Canarias, es la fórmula perfecta para tropezarnos con una crisis social.
























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.104