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Colaboración

Un teldense gato sin uñas

Victór García

TELDEACTUALIDAD/Telde 2 Miércoles, 01 de Mayo de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Miércoles, 01 de Mayo de 2024 a las 10:59:22 horas

“No hay camino hacia la paz, la paz es el camino”. Mahatma Gandhi

 Hace bien poco, el pasado doce de marzo, se cumplían 38 años del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, y también del NO de Canarias a dicha permanencia. Para celebrar este NO de nuestro estratégico archipiélago, unos cientos de personas se manifestaron ese día en varios puntos del mismo. Sin embargo, la mayoría de la ciudadanía parece estar ajena a la cuestión, cuando no ignorante de lo que es la propia organización militar a la que pertenece España. Ahora que suenan tambores de guerra en Europa y el  mundo, ahora que desde algunas instituciones y medios de comunicación se nos está preparando para una escalada bélica de consecuencias imprevisibles, conviene recordar que la Organización del Atlántico Norte fue creada para enfrentarse al llamado “bloque comunista” (que desapareció como tal hace más de treinta años, sin que eso comportara la disolución de la propia OTAN), y que no ha sido, como se pretende, una organización defensora de la democracia (por ejemplo, incluyó durante años a dictaduras en Grecia y Turquía) y de los derechos humanos (su apoyo diplomático y militar a Israel en  la matanza de decenas de miles de civiles en Gaza lo demuestra una vez más).

 

                En los años que siguieron a ese 1986, en el Estado Español se siguió sintiendo con rotundidad la presencia de un movimiento pacifista y antimilitarista que había propugnado ese NO A LA OTAN. A finales de la década y en la siguiente, este movimiento se centró especialmente en la oposición al servicio militar obligatorio, apoyando a los jóvenes que se negaban a incorporarse al mismo, es decir, que se declaraban objetores de conciencia y, más allá, insumisos, cuando tampoco estaban dispuestos a realizar una prestación social sustitutoria, pues entendían que esa era una forma de aceptar la obligación general de hacer “la mili” y, por tanto, de apoyar la militarización de la sociedad que se vivía y, por desgracia, se vive aún. En ese contexto, en nuestra ciudad surgió el Grupo Antimilitarista de Telde por la Objeción y la Insumisión (el GATO-i), que defendió esas ideas y a los perseguidos, en busca y captura o, directamente, llevados a prisión, hasta que, ya en este siglo, se abolió dicho servicio militar obligatorio.

 

                El grupo incluía tanto a hombres como a mujeres, no solo por solidaridad, pues el machismo imperante en la época las eximía de la citada obligación, sino porque estas comprendían que feminismo y pacifismo debían ir de la mano, como resumía el coreado lema: “Parimos para la vida, no para la muerte”. Aparte de elaborar y publicar carteles y panfletos, el “GATO” organizó y llevó a cabo concentraciones y manifestaciones con la Coordinadora Antimilitarista de Canarias, en algunos casos coincidiendo con eventos propagandísticos del Ministerio de Defensa, además de participar en otras donde se protestaba contra la operación “Tormenta del desierto” en Irak , intervención que, como el tiempo demostraría, marcó una línea de actuación en el plano internacional  que no trajo nada bueno a ese país ni a la zona. Y todos los años, cuando tocaba el “sorteo de los quintos” (los jóvenes llamados a filas), se recorría Telde y se realizaba, a las puertas de nuestro mercado municipal, una parodia que consistía  en ir a mandando a “la mili” (y a la guerra) a diversas personalidades de la vida política, incluida la familia real como cabeza de la institución castrense. Quizá alguien recuerde aún la nota de prensa que recogía el desfile de “Fuerzas Desarmadas” que atravesó el centro de la ciudad, desde el parque Franchy Roca hasta el susodicho mercado, enfocando la reivindicación de un modo lúdico y muy llamativo. Marchábamos “sin uñas”, esto es, sin armas, a excepción de las escobas y fregonas que, sobre los hombros de los y las manifestantes, reflejaban metafóricamente el deseo de una sociedad más justa y más libre y, esencialmente, más pacífica. También nos resulta especialmente emocionante evocar las ocasiones en que acompañábamos a los insumisos hasta las mismas puertas de la cárcel, momentos en que se mezclaba a partes iguales la alegría de la convicción con la tristeza por el destino de esos jóvenes comprometidos y rebeldes.

 

                Habrá quien tome lo que estoy contando como algo un tanto pintoresco y, en cualquier caso, relativo a un problema ya superado, pero las recientes noticias sobre el restablecimiento del servicio militar que se está planteando en Francia o Alemania nos deberían alertar, especialmente a la gente joven, sobre lo que se nos podría venir encima si no nos mostramos claramente contrarios a esa posibilidad.

 

                Más de treinta años después, los miembros del GATO-i, cada uno con su particular evolución ideológica (en mi caso, por ejemplo, he aprendido a respetar a las personas que eligen la carrera militar como opción profesional, y a reconocer a las que lo hacen con buena voluntad), han participado o participan en la vida municipal, siempre como ciudadanos y ciudadanas conscientes, a veces en organizaciones naturalistas, culturales, solidarias o religiosas, en algunos casos ejerciendo una docencia comprometida con los valores del pacifismo y la  justicia social o, incluso, impulsando desde una concejalía dichos valores. Resulta muy necesario recordarlos y reivindicarlos en un tiempo en que, aparentemente, vivimos a día de hoy en un país que no está en guerra, pero que, igual que entonces, está sujeto al devenir del mundo en general y, particularmente, sufre la amenaza de las corrientes de pensamiento que muestran una visión corta de miras y egoísta, y que promulgan un patrioterismo estéril –pues, hoy más que nunca, o resolvemos los problemas esenciales desde la perspectiva global de la raza humana integrada en la naturaleza, o no los resolveremos-, patrioterismo que resulta ser el perfecto caldo de cultivo, junto al consumismo inconsciente y desaforado, para que la industria armamentística y el resto de grandes poderes nos conduzcan, también a los países actualmente “en paz”, a una escalada bélica sin precedentes.

 

Víctor García León es profesor.

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