
Yolanda Díaz tomó la iniciativa y fue directa a la concentración de las trabajadoras y trabajadores en la factoría de IVECO. Megáfono en mano rescató las esencias del ‘sesentayochismo’; como aquellas películas comprometidas políticamente en torno al Mayo francés o las previas del neorrealismo italiano. La vicepresidenta criticó que la patronal de IVECO tan solo proponga un aumento del 1%, ciertamente ridículo, cuando las ganancias del negocio son muy superiores. La lógica capitalista estimula decisiones rácanas que, más temprano que tarde, suelen salir más caras. En la propia avaricia va el pecado.
La ministra de Trabajo y Economía Social no es equidistante. Ella vien
e de donde viene, de la cultura sindical, y está donde debe estar, con el pueblo ejerciendo el derecho fundamental a la huelga. Porque la democracia también se reverdece practicando la huelga. Durante las vacas gordas de la economía se consolidó la idea de que el ministro del ramo tenía que ceñirse a lo institucional, a no tomar partido. Sin embargo, la oleada de recortes, la proletarización de la clase media y el ‘austericidio’ con motivo de la Gran Recesión de 2008, ha destapado nuevamente la necesidad de disputar la riqueza y, por tanto, repensar el pacto social.
No se puede ser indiferente. Si un ministro de Asuntos Exteriores no critica un genocidio o una guerra en función de sus principios, estaría mal visto. Sería un ministro impostado. Y por eso Yolanda Díaz debe plasmar en su acción lo que piensa. Evidentemente, la significativa masa laboral que conlleva empresas como IVECO apela al compromiso, a no resultarle ajeno.
Eso sí, la gallega es una magnífica ministra de Trabajo, seguramente la mejor en democracia de cara a los intereses de la clase trabajadora, y eso vale oro, mas no tiene estructura implementada territorialmente. Y su partido, su suma de partidos, su movimiento llamado Sumar, no arranca. Para empezar, tenía que haber confeccionado una organización al uso y denominarla con una nomenclatura clásica de la izquierda. De lo contrario, fuese Sumar o con el nombre posmoderno que obtuviese, está hipotecada a su liderazgo. Y ese liderazgo durará el tiempo que ella se mantenga como vicepresidenta y ministra de Trabajo y Economía Social en el Gobierno de coalición de izquierdas. ¿Y después qué? ¿Cómo afrontar el desierto de la oposición cuando haya alternancia en el poder? Ese es el gran dilema que interpela al espacio construido políticamente en torno a ella; y los comicios gallegos (justo en su tierra) fue un serio aviso. Veamos qué sucede en el País Vasco. Es una pena que una ministra tan proactiva, que abandera huelgas como la de IVECO, no tenga después las anchuras de un aparato apto para las causas sociales, vengan bien o mal dadas en las urnas.
























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