
El alto peso del turismo en el Producto Interior Bruto (PIB) hace que apelar al mismo sea hacerlo en Canarias al contrato social, a la paz social. De cómo se gestiona el monocultivo y se reparte su riqueza se deriva la cascada de restantes conflictos secundarios en las islas. No es turismofobia, es reivindicación de un modelo de desarrollo sostenible y recordar que el archipiélago tiene límites como territorio frágil. Los millones de visitantes, el alquiler vacacional, la carestía de la vivienda (compra y arrendamiento) para el canario, los bajos salarios, la expulsión del isleño de las zonas céntricas y cercanas a la playa… Todo eso va unido, no se puede deslindar. Y precisamente es así por la alta dependencia del turismo o, si lo prefieren, a este turismo cuantitativo e ilimitado.
El monocultivo de la economía canaria lo determina (casi) todo. Y nuestros siglos XVIII, XIX y XX lo demuestran. Léase cochinilla, tomate, vino… Lo que sea hasta llegar al turismo. ¿Acaso hemos olvidado las oleadas de emigración forzada de canarios fruto de una previa crisis del monocultivo de marras?
La patronal y los poderosos pueden detenerse y repensar. Entender que hay que preservar el pacto social, resquebrajado por el lado oscuro de la globalización. Asumir que la clase trabajadora canaria aspira a ser partícipe de ese reparto de la riqueza y mejorar los servicios públicos. Que los euros no se marchen al extranjero. Que la misma patronal no puede depender tanto de terceros que no están aquí. Por desgracia, no disponemos de una burguesía canaria. Históricamente no la hemos tenido, solo caciquismos insulares. Nuestra historia hubiera sido distinta.
La manifestación convocada para el 20 de abril es distintos puntos del archipiélago es un rechazo a este desarrollismo que acaba con Canarias. La patronal y poderosos pueden autoengañarse y vender que no pasa nada para tratar que todo siga igual. No obstante, esta tensión en la población canaria y el modelo económico que pivota sobre el turismo irá a más. Y cada vez serán más patentes las incongruencias que socavarán el pacto social. Y sin este no hay democracia, no hay autogobierno efectivo.
Por otro lado, no se puede vitorear la vivienda vacacional como si fuera una especie de capitalismo popular donde todos puedan participar del reparto de la tarta. Para empezar, tendrá más vivienda vacacional a la que sacarle provecho aquel que más posibles tenga. Otra vez, la lucha de clases. Además, las viviendas vacacionales conllevan un desarraigo social en Canarias; arrincona a los menos pudientes en su propia tierra. Nos atenaza una desigualdad estructural. No observar la realidad socioeconómica de las islas de un tiempo a esta parte, desde que desaparecieran los intermediarios, los turoperadores de antaño, es rehuir la problemática social que nos concierne. Estamos ante una encrucijada.
Jose Maria | Sábado, 06 de Abril de 2024 a las 09:27:10 horas
Buen artículo que trata la problemática, aunque por espacio solo sea superficialmente. Los hoteleros, apartamentos, V.v y residenciales, están condenados a entenderse con los cargos públicos, o bien, se hará una chapuza y se perjudican algunos. Lo que no es de recibo, que la población lo sufra como lo está sufriendo por culpa de una mala gestión - planificación y falta de un modelo de gestión. Tenía que llegar tarde o temprano la problemática y está empezando, e irá a más, lo que espero es que no sea a peor, (beneficiaria a competidores en otros destinos). El peor de lo escenarios que hemos tenido, es el ansia a ganar dinero hoy e importar nada el mañana. Las nuevas generaciones empiezan a pagarlo y si uno oye al representante de V.v se entiende porque empieza a sufrirse, su explicación de la falta de vivienda es culpa del Gobierno por n9 construirlas es una huida de la realidad y es ejemplo de todo - no quiere arreglarlo -, no da soluciones, (lo he oído decirlo multitud de ocasiones a los representantes de V.v), una cortina de humo no da soluciones, hay que sentarse todos ellos y buscar un proyecto futuro que sirvan para todos; unos ganaran y otros ganaran menos, pero hay qué consolidar el futuros. El tema de reparto de producción derivada de la ganancia turística, da para otro comentario mucho más largo, pero es hora de pararlo, o irá a mucho, mucho peor. Nuestros representantes políticos tienen la palabra, si no saben, que se vayan y si saben, están tardando en solucionarlo.
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