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Domingo, 16 de Noviembre de 2025

Actualizada Domingo, 16 de Noviembre de 2025 a las 12:44:22 horas

Obra del escultor Máximo Riol

Un paseo por el Jardín de las Hespérides de Telde

El conjunto escultórico del parque urbano de San Juan

JESÚS RUIZ MESA 1 Martes, 05 de Marzo de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Martes, 05 de Marzo de 2024 a las 07:08:57 horas

En el último recorrido por el parque urbano de San Juan en Telde con el ánimo de huir un poco de la rutina diaria y disfrutar de un brillante día de enero que tocaba a su fin,  más que invierno parecía la primavera dejando sentir las excelencias de una temperatura, luz y serenidad propias de la estación de las flores, y así paseando cada una de sus diferentes zonas, pude captar en imágenes la diversidad botánica que sobre mí desplazaban el colorido de sus hojas, copas, ramas, y sombras que dichos arbustos se alzaban en cada parterre agarrados por sus fuertes raíces a la tierra, parterres y bajo mullido césped, parecía que la ciudad quedaba lejos y el constante ruido de la movilidad ciudadana no penetraba en todo el recinto de este pulmón natural de Telde.


Entre tanta vegetación, abrigando espacios abiertos logrando cobertura arbórea tanto por endemismos como adaptados al ambiente climatológico de nuestro archipiélago atlántico medio, surgen los dedicados a la permanente exposición artística que exhiben conjuntos escultóricos, u otras que solitarias se mimetizan con su entorno.


Es el caso del conocido como Jardín de las Hespérides en el que un grupo de obras escultóricas desde el 2001 prestan a este parque de San Juan, con carácter simbólico, basado en la leyenda, mito y relato histórico desde la antigüedad,  más allá de las Columnas de Hércules, la representación de las siete islas de Canarias, trayéndonos a la memoria desde el mensaje artístico de su autor, el escultor con residencia en Telde, Máximo Riol Cimas, que nos deriva a entender su obra y la relación creativa con la propia historia que da lugar a la génesis del porqué Riol crea volúmenes, espacios, geometría, donde se ubican identidades geográficas, hábitats ocupados por entornos humanos, historia y creencia, religión y arte en complicidad con las estructuras y material empleado como el acero cortén, bronce y otros materiales que el artista diseña y moldea desde el taller y la fundición.


El historiador, escritor, crítico de arte, profesor de la ULPGC, Jonathan Allen, especialista en la obra de Máximo Riol, en la presentación de una de las exposiciones escultóricas que tuvo lugar en la sede del Círculo Cultural de Telde, durante la semana de Los Llanos es Cultura, que tuvo lugar el mes de noviembre de 2021, expresó:
“No sé exactamente cuándo, si a partir del emblemático Goro, de 2001, El Jardín de las Hespérides, de 2002 y Las Runas del Bosque, la diversidad y libertad temática comenzaron a desplazar la que había sido la marca estética de Máximo Riol. Durante las décadas primeras y medias de su extensa relación trasformadora con el duro acero, su escultura se movió por espacios de arriesgada y avanzada geometría, desarrollando una síntesis propia, matemática y lucida de perfiles hieráticos y cinéticos. Formas arquitectónicas históricas que emanaban de ideas simbólicas”.


En estas épocas nacieron el Románico, el Domus Aurea, los Homo y las Euphorbias, hábitats aparentemente racionales que escondían futuras explosiones espaciales, los vacíos rítmicos y laberínticos dentro de los antiguos endemismos de Canarias”.


Allá por los confines del mundo conocido a las puertas del milenario Mare Nostrum, de un mar Mediterráneo transmisor de culturas, civilizaciones, imperios, testigo de navegaciones, incursiones por descubrir y conquistar nuevas tierras de las que manaron historias, leyendas, epopeyas y observaciones reflejadas por pensadores, filósofos, matemáticos, historiadores cronistas que en la lejana edad clásica nos dejaron la huella de sus conocimientos fundamentados en la mitología que afecta a lugares, personajes y hechos que probaron el interés por fijar y determinar su realidad por el propio protagonismo y el de sus testimonios escritos. 


Mar, adornado de penínsulas, estrechos, golfos, archipiélagos, islas emergentes y perfiladas de volcánicos estertores, de sísmicas evoluciones de una espectacular geología esculpida por el tiempo, que han desparramado sus efectos sobre costas y orillas, dando carácter a sus pobladores por sus formas de vida y pensamiento, glorias y penas de gentes curtidas por su historia e identidad mediterránea, como bien describen los versos de Serrat en su canción Mediterráneo: Yo, que en la piel tengo el sabor / amargo del llanto eterno / que han vertido en ti cien pueblos / de Algeciras a Estambul / para que pintes de azul /  sus largas noches de invierno / a fuerza de desventuras, / tu alma es profunda y oscura /.


Pensemos que navegamos por el otro mar, el de los confines de la tierra, el mar Tenebroso, de las Tinieblas, el de la misteriosa Atlántida sumergida en sus abismos, héroes los que se internaban en sus dominios marinos, donde Heródoto ubicó el final de la tierra, donde se hallan el Jardín de las Hespérides, y la montaña Atlas soporta el firmamento.


Encerradas en el misterio de lo desconocido ya clásicos como Horacio, Virgilio, Séneca, Plauto, recuerdan en sus obras las Islas de los Bienaventurados, más allá de las columnas de Hércules donde el antiguo poeta y aedo griego Homero sitúa los Campos Elíseos, lugar destinado igualmente para las Hespérides, Islas Bienaventuradas, las antiguas Purpurarias, allí el océano guarda el secreto de la Atlántida y unas islas levantan sus perfiles atlánticos. Plutarco en su Vida de Sertorio habla de tierras desconocidas más allá del estrecho.


No lejos, sobre el territorio de la Mauritania, su rey Juba, habla de las Islas Afortunadas a poniente como la tierra donde se pone el sol y durante la noche las Hespérides guardan las manzanas de oro. Ya aparece un escrito relacionado con Canarias, en el que Plinio el Viejo describe el viaje del rey Juba II de Mauritania a las islas en el 40 a. C. mencionándolas como Islas Afortunadas (Fortunatae Insulae), apareciendo el término Canaria en referencia a la isla de Gran Canaria, citando a grandes perros (canis). Teoría que también aplica su origen a la población canarii de origen bereber norte africano. Entonces dejan de llamarse Afortunadas, Campos Elíseos o de los Bienaventurados.


Aparecen los nombres que los romanos dieron a estas islas: Nivaria (Tenerife). Canaria (Gran Canaria). Invale (Lanzarote). Ombrios (La Palma). Planaria (Fuerteventura). Junonia (El Hierro) y Capraria (La Gomera).
Fray Juan de Abreu Galindo, franciscano de origen andaluz, nacido en la mitad del siglo XVI, en su Historia de la conquista de la siete Islas de Canaria, probablemente escrita en 1590 y 1600, fechada en 1632, una de las fuentes históricas más conocidas de las islas, en la edición crítica de Alejandro Cioranescu, de la editorial Goya ediciones de Santa Cruz de Tenerife, en el capítulo I que trata del sitio, región, número y nombres de estas islas, antiguamente llamadas Afortunadas, se expone: 


Estas islas que tengo referido ser ocho, eran al tiempo que Nuestro Señor Jesucristo nació solamente siete, aunque Tolomeo afirma no ser más de seis, entre las cuales hace mención de la isla de San Borondón, llamándola Aprositus (la inaccesible, o isla a la cual no se puede llegar), de manera que desde el tiempo de Tolomeo, cosmógrafo que floreció en la era del emperador Marco Antonio, ciento y cuarenta y cinco años después del nacimiento de Cristo Nuestro Señor, se tiene noticia de esta isla que desaparece y que está junto con estas islas de Canaria.


Y haberlas hecho seis no más, sería engañado con la relación falsa del descubridor, por no haber visto más. Y así digo que las islas de Canaria son siete las habitadas al presente; y así hace Plinio, que dellas escribió (que fue en tiempo del emperador Nerón, cincuenta y seis años después del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo), mención de ocho nombres de islas; y Lucio Marineo Siculo, en el libro de las Cosas memorables de España, llamando a la isla del Hierro, Ombrion o Pluvialia, que ambos nombres significan una mesma cosa; la segunda La Palma, a quien llamaron Junonia Mayor; la tercera isla es  La Gomera, que llamaron Junonia Menor; la cuarta, Tenerife, llamaron Nivaria; la quinta, Canaria, la cual, siempre que estas islas se distinguieron con nombres particulares, ha conservado este nombre de Canaria. La sexta isla es Fuerteventura, que decían Planaria; la séptima es la isla de Lanzarote, a quien llamaron Capraria, la última es San Borondón, a quien llaman y nombran Aprositus, isla inacesible.


José de Viera y Clavijo en su Historia de Canarias al inicio de su relato describe el por qué fueron reputadas por Campos Elisios y se llamaron Islas Afortunadas: 


“Estas gloriosas cualidades del clima de unas islas, por otra parte, fértiles, alegres y, lo que valía mucho más, colocadas fuera del común término de la tierra conocida en los siglos de fenicios, cartagineses, griegos y romanos, no podían menos de infundir una brillante idea de sí mismas en el espíritu de aquellas naciones de genio ponderativo.


Es para mí extremadamente verosímil que en tiempo del poeta Homero ya habían penetrado algunos bajeles de fenicios hasta nuestras islas y habían llevado consigo una relación ventajosa de sus circunstancias”.


Después de estas reseñas tomadas de los escritos, documentos, manuscritos y estudios históricos desde la antigüedad que nos remiten al conocimiento y emplazamiento de las Islas Canarias, retorno a mi paseo y me pierdo entre la leyenda, el mito, y la realidad que me devuelve de mi ensoñación, observando en este parque urbano de San Juan el conjunto escultórico de aquellas islas de Canaria, el Jardín de las Hespérides, que en bronce el artista escultor Máximo Riol Cimas, me acerca su historia, incluida la reflejada en los primeros mapas que describen en su intento con los escasos medios técnicos existentes un acercamiento geográfico de distancias y formas archipelágicas, como en aquella antigüedad clásica griega o romana y en los siglos posteriores así lo imaginaron y reflejaron.


Allí permanecen como tótems de la escultura contemporánea en Canarias,  apuntando al cielo sobre bases de volcánicos módulos que las sustenta y el firmamento que el atlante sostiene, como símbolo de un lugar lejano en el océano atlántico más allá de las Columnas de Hércules, abiertas al paso de navegantes, descubridores, conquistadores, comerciantes, resistiendo ataques piráticos, escala, refugio y aguada de rutas hacia lo desconocido, siete obras, siete islas, ricas en su diversidad entre el numeroso conjunto de esculturas que Riol a lo largo de su vida ha inspirado para materializar el sentido creativo por el dominio del material empleado, guiado por el simbólico mensaje cultural de la obra que finalizada perpetúa el más digno sentido y sensibilidad de la evolución humana, testimoniar el poder de crear.


En el catálogo de la exposición El dibujo del acero que inauguró en 2019 la sala de exposiciones de la Casa Museo León y Castillo de Telde, comisariada por el crítico de arte, Jonathan Allen, que expresa: 


“El Jardín de las Hespérides (2001), familiarmente “las siete islas”, así como la escultura Goro, ubicada en la entrada del polígono industrial de El Goro, en la A1, Telde, en estos monumentos el vacío alcanza la dimensión del Dédalo y proyectan una intrincada forma interior, aunque al ojo se le exige más. Estas líneas y evoluciones que han marcado las formas y la estética de su escultura no se extrapolan en todos los casos a las obras de inspiración y sentido diverso. Riol ha explorado asuntos mitológicos, religiosos y sociales. El universo clásico, en especial la cultura helenística, ya incorporada mediante la geometría áurea desde sus primeras obras siempre atrajo su atención”. 


Allí quedan en la serenidad del parque urbano de San Juan de Telde bajo el sol invernal de un brillante día atlántico canario las siete islas en bronce de la mano del artista Máximo Riol, simbolizando el Jardín de las Hespérides y su milenaria historia para la eternidad, en un intento de fugaz placer terrenal mientras que capto el vuelo e imagen bellísima de una mariposa Monarca posada sobre una florescencia de tajinaste blanco, me llevo el mensaje e imágenes de este paseo en mi memoria y en la de mi móvil. Cuidemos nuestra naturaleza. Gracias.  

 

Reportaje gráfico del grupo escultórico El jardín de las Hespérides 

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