
A la villa de las medianías le espera cuatro plazas con un bulevar y un jardín para disfrute colectivo, para vivencia del pueblo satauteño. Porque apelar al mamotreto es, para empezar, hacerlo a la parcela por excelencia mejor situada en el casco que conformaría su milla de oro. Allá donde algunos ensoñaban otorgar licencias para supermercados y otros alimentaban especulaciones varias propias de tiempos remotos de la burbuja inmobiliaria, lo cierto es que ha ganado la voluntad popular. Así se hace conciencia de pueblo, se enraíza a la ciudadanía, la compele a sentir lo cercano, lo que le pertenece. Valores cívicos, materialización democrática a favor de los servicios públicos contra los vientos tiranos del neoliberalismo.
Esta semana se presentó el proyecto en el antiguo cine de Santa Brígida. El alcalde, José Miguel Bravo de Laguna, el vicepresidente y consejero de Presidencia del Cabildo de Gran Canaria, Teodoro Sosa, acompañados por el resto del equipo gubernamental donde hay que destacar también el rol desempeñado por el que fuera y volverá a ser regidor, José Armengol, a cuenta de la recuperación jurídica del suelo por parte de la Administración local, dieron a conocer a la ciudadanía lo que se acometerá. Y esto es fruto, ni más ni menos, de un trabajo previo donde hubo participación ciudadana. En la misma calle Tenderete estuvo una oficina donde cualquiera pudo acercarse a rendir sus aportaciones, a intercambiar ideas y a sopesar inquietudes mutuas.
La riqueza acumulada por Santa Brígida durante las décadas de democracia contrasta con un largo periodo oscuro en el que el mamotreto ha hipotecado el municipio. De qué vale ser el primero en renta per cápita de Canarias si luego no cuentas con equipamientos públicos de máximo nivel; entre ellos, por ejemplo, un auditorio similar al de Agüimes y Teror. Esto resalta que desde la Transición hasta la fecha se pudo tener mejores gobernanzas locales, todas acordes con una riqueza económica que, a su vez, debe ser repartida en Santa Brígida; y eso implica activar procesos de participación ciudadana donde no solo se faciliten ideas creativas para el bien colectivo sino igualmente espacios comunes que empoderen al pueblo.
Ahora toca seguir trabajando con la esperanza de que todo esté culminado antes de 2027. Que la pesadilla del mamotreto pase al olvido. No será fácil. Pero ya hay rumbo puesto. Y el Cabildo de Gran Canaria acompaña y apoya la deconstrucción física y mental (nunca mejor dicho) de este dislate de infraestructura que se conjeturó para fomentar los pelotazos y las apetencias de la sociedad de consumo. Sataute da un paso hacia delante, gana su propio porvenir y lo hace con espíritu colectivo.
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