Es teldense. Una militante de largo aliento en la izquierda canaria y el nacionalismo. Y una activista a favor de la causa saharaui, de las que superan sinsabores, no decaen y se paga de su bolsillo, como los otros que conformaron la delegación, el viaje a Nueva York a la sede de la ONU para defender los postulados referidos en vez de mirar hacia otro lado y dedicarse a la vida cómoda que te ofrece la sociedad de consumo con sus cantos de sirena que adormecen las causas justas. Y feminista por los cuatro costados. Esta sería la respuesta corta, la presentación en sociedad de alguien, Fefi Milán, que, en realidad, es conocida en la ciudad de los faycanes; fue, de hecho, concejala con Nueva Canarias. Pero sería injusto ceñirse a esto, hay mucho más.
En un tiempo en el que impera el narcicismo político al galope de las redes sociales persisten aquellos militantes que durante los dos últimos siglos han enarbolado y profesado su ideología. Son la sal de la vida política, especialmente en el movimiento obrero y la izquierda. Han puesto en práctica sus creencias cívicas y, con frecuencia, de fe. De todo aquello que, en conciencia, alguien sostiene como modelo de vida. Porque en eso consiste: entregarse. En el caso de Fefi Milán con la izquierda canaria y el nacionalismo. Hoy por hoy, esos militantes se han disipado fruto de la vorágine de la digitalización e internet mencionada o porque las estructuras de los partidos, en general, no favorecen su gestación. En verdad, el militante en sí, en su concepción clásica, incomoda en las diferentes siglas. Sin embargo, hay testimonios discretos que permanecen en el combate diario de las ideas. Son testimonios militantes. Y Fefi Milán lo es con creces.
Cuando te acercas a ella se vislumbra una capa de cierta timidez. Quizá, sea el envoltorio preciso de todos aquellos que aguardan propósitos nobles vitales, como mecanismo de protección ante terceros en una sociedad tan cruel y egoísta. Pero enseguida decae y sobresale una persona ajena a la vanidad, la soberbia y el orgullo. Le tiendes la mano y ella la recibe en un gesto distintivo de humildad que poseen aquellos que, por unos motivos u otros, han sentido que la trascendencia de la vida va en serio, con sus disgustos e ilusiones. Detrás de una militante, de aquella militancia que comenzó paulatinamente a desaparecer tras Mayo del 68, está la firmeza de las convicciones como motor vehicular de la trayectoria propia, el sentido de la misma.
No es consciente. O simplemente no lo sabe. O no desea asimilarlo. Pero en su ajetreo cotidiano de militante y activista es un ejemplo discreto para los demás. Incluso, y esto sí que tampoco lo sabe, ha arrojado luz a otros cuando toca dilucidar los compromisos políticos respectivos. Sin grandilocuencias, con humildad. Tras la puesta en escena de la política y sus actores ante el foco mediático, hay personas como Fefi Milán que la engrandecen.






















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