Hay momentos en la política, como en la vida, en que todo se precipita. Algunas cosas llevan gestándose un largo tiempo hasta que, de repente, adoptan forma o causan una decisión trascendental.
La convivencia en el Gobierno de coalición de izquierdas, el primero desde la Segunda República, ha sido razonablemente buena. Pero también es cierto que, a medida que se acerque la cita con las urnas, tenderá a ser más tensa. Sobre todo, desde que ha estallado el ‘CatalanGate’. El único que puede detener esta sangría es Pedro Sánchez. Pero este no quiere sacrificar, por ahora, a Margarita Robles ni tampoco prescindir de ERC. En realidad, desde los primeros días de enero de 2020 de la sesión de investidura hasta la fecha hemos asistido a un avance gubernamental entre el PSOE y Unidas Podemos que, eso sí, había factores sistémicos que no afrontaban del todo. Pero si Catalunya (y el ‘procés’) resurge, no queda otra que encarar la realidad. Una realidad que disgusta a una parte del PSOE porque lo desgarra, le pone en una tesitura.
Ya Unidas Podemos está deslizando en los medios de comunicación que puede haber ruptura del Ejecutivo central. Lo hizo el líder del grupo parlamentario Jaume Asens que vino a decir, más o menos, que si el espionaje lo decidió La Moncloa, esto obligaría a tomar decisiones drásticas. Puede que sea un aviso a navegantes a Sánchez que se une al de ERC. Y sin ERC no hay legislatura. EH Bildu no estará siempre ahí para prestar el apoyo parlamentario para la convalidación de un decreto ley o para aprobar leyes o los Presupuestos.
Si las izquierdas no reaccionan, el peligro de un Gabinete conformado por el PP y Vox es creciente. Y está a la vuelta de la esquina la cita electoral. Y estos dos partidos en La Moncloa pueden suponer un retroceso para el autogobierno, entre ellos el canario. La apatía en la izquierda sociológica, combinado con el hastío social ante la política, es el mejor escenario para que la ultraderecha cuele su ideario reaccionario. Y, sobre todo, conviene tener en cuenta que, llegado el caso, con Vox en el poder, no habrá medios de comunicación de masas dispuestos a contrarrestar diariamente su acción de gobierno. Muchos medios están a lo que están, inmersos en la lógica del negocio (legítima) pero que editorialmente no casa con la crisis sistémica, ante la que no están cómodos porque no saben qué hacer.
Las elecciones ya no se ganan en el centro. Eso era antes de la Gran Recesión de 2008. La política de bloques en potenciales pactos ha venido para quedarse. También en el Estado. Por eso el PP no tendrá duda alguna en suscribir alianzas con Vox en Andalucía y en el ámbito central, tal como ha hecho recientemente en Castilla y León. Es normal el frenesí actual a cuenta de Robles, el ‘CatalanGate’ y el teléfono móvil de Sánchez. Cada hora que transcurre, concita más expectación. Pero, ya puestos, es para detenerse y otear qué repercusiones tendría acelerar el proceso electoral. Podríamos encontrarnos, tranquilamente, que el sistema de partidos de aquí a unos pocos años (quizá menos) no fuese el mismo. Es una hipótesis tan solo, aunque debería provocar un verdadero vértigo político para algunos actores.
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