Se acumulan las hipótesis al compás de la escasa información que aún disponemos pero que, a todas luces, señalan la gravedad (y su magnitud) de la crisis política. Cada jornada que transcurre, empeora. Vayamos por partes; es decir, por figuraciones posibles. Aunque todas constituyen un potencial peligro morrocotudo.
Si seguimos la línea apuntada por La Moncloa, de ataque externo, estaríamos ante una crisis diplomática de primer nivel. Si ha sido, como algunos ya advierten, Marruecos, Pedro Sánchez quedaría noqueado ante la opinión pública por el volantazo reciente que ha dado con Rabat a cuenta de sacrificar al pueblo saharaui. Semejante giro tras ser espiado, no deja en buen lugar al presidente del Gobierno. Esto implicaría no solo la retirada del embajador de España en Rabat, sino mucho más: una quiebra de las relaciones. No se recuerda precedente semejante.
Por otro lado, si el poder central hubiese tornado de verdugo en víctima (tal como anotan otros) para difuminar el espionaje masivo sufrido por el independentismo catalán y vasco, así como abogados y periodistas, se estaría desnaturalizando la problemática. Se ahonda en el debate sobre la cuestión de oportunidad del momento en el que se ha hecho pública la información por La Moncloa, del que hay que presumir la buena fe. Dicho en plata, entraría en acción la supuesta cortina de humo para escapar de la crisis política por no contar con el respaldo de ERC y, por ende, quedar en suspenso (cuando no finiquitada) la legislatura. Esto es, sería una supuesta forma sibilina de intentar Sánchez salvar a Margarita Robles y retener a ERC. Lo que ocurre es que ni Oriol Junqueras ni Carles Puigdemont tragan con las consabidas cortinas de humo (si fuese el caso) ideadas desde Madrid… Y parte del soberanismo catalán está ya por la labor de recuperar el frente único y dejar a un lado la mesa de diálogo que ERC pretendió con La Moncloa. Esto último es lo que se está dirimiendo estos días pues una cosa es que Junqueras no renuncie a la negociación y otra bien diferente que esté dispuesto a ser espiado a la par que Pere Aragonès (asimismo vigilado) acude a las citas con Sánchez.
A su vez, si contemplamos la opción (también sugerida) de que hay elementos que escapan del control del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que han estado espiando al jefe del Ejecutivo y la ministra de Defensa, esto supondrían preparativos golpistas. Dicho en plata, una especie de Operación Galaxia (1978). Sería horrible y la democracia ahora mismo estaría sometida a intentonas posmodernas de cuartelazos y tácticas protogolpistas.
Vamos, ¿qué escenario de los descritos acaso es razonable para dejarlo sin zanjar? Ninguno. Es imprescindible permitir la comisión de investigación en el Congreso de los Diputados para saber, de una vez, qué está aconteciendo y se depuren las responsabilidades pertinentes. La comisión de marras no es una opción sin más, es una necesidad ineludible por el bien de las libertades públicas y los derechos fundamentales. No obstante, el PSOE se negó ayer; como ha hecho (y reiteradamente) a son de las que atañen a Juan Carlos I. Sea Marruecos el culpable, asistamos a una cortina de humo por aquello del momento escogido por La Moncloa o, incluso, el presidente del Gobierno esté sufriendo intentonas golpistas por parte de las cloacas del Estado, hay que averiguarlo a la mayor brevedad posible. Y debe hacerse, sin dilaciones, en una comisión en sede parlamentaria.
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