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Martes, 11 de Noviembre de 2025

Actualizada Martes, 11 de Noviembre de 2025 a las 17:12:58 horas

Rafael Álvarez Gil/TA. Rafael Álvarez Gil/TA.

Sin reacción nacionalista

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Sábado, 30 de Octubre de 2021 Tiempo de lectura:

Si la tendencia que marca el conjunto de las encuestas se cumple, en dos años habría en Madrid un Gobierno de coalición de derechas. Un horizonte demoscópico que muchos, incluido el nacionalismo canario, no quiere o desea aún otear y, por supuesto, no sopesa lo que conlleva. Un Ejecutivo conformado por el PP y Vox en 2023 no será la entrada de José María Aznar en 1996, cuando las clases medias galopaban en un frenesí de éxtasis solicitando hipotecas y renovando el automóvil que les distinguía, ni tampoco supondrá la llegada de Mariano Rajoy en 2011, cuando la austeridad al calor de la crisis dejó en ‘shock’ a amplias capas sociales, iremos directamente a otra fase. Una etapa de confrontación que certificará, no siendo menos, la degradación del sistema político del 78 tal como hemos ido comprobando en los últimos años. El ocaso de la Segunda Restauración.

 

Con Vox en el Gabinete, intentarán recentralizar competencias, criticarán que Educación esté en manos de las comunidades autónomas y negarán, como si estuviéramos en el Concilio de Trento, la plurinacionalidad del Estado. ¿Se está preparando el nacionalismo canario para semejante escenario? Me temo que no. Entre otras cosas, porque implica potenciar el nacionalismo identitario en detrimento del nacionalismo instrumental (el de CC con José Carlos Mauricio como portavoz en Madrid) y sostener que la conciencia de pueblo canario va mucho más allá de defender unas u otras partidas presupuestarias. Dicho de otra manera, Canarias, reconocida como nacionalidad en el Estatuto de Autonomía y, por tanto, no es una región, distinción explícita que realizó el poder constituyente, goza de autogobierno desde poco después de la Transición gracias a Catalunya y Euskadi. Otra forma de expresarlo: si no es por el soberanismo catalán y vasco, el mismo que fustiga Ana Oramas, nunca se hubiera realizado el proceso de descentralización al compás de la democratización y, por ende, padeceríamos todavía el centralismo borbónico.

 

En las islas la mejor forma de combatir políticamente a las derechas mesetarias instaladas en La Moncloa es con un Gobierno progresista que puede tener diversos matices. Será tan incandescente el debate territorial la próxima legislatura que incluso el socialismo capitaneado por Ángel Víctor Torres deseará que Nueva Canarias represente una suerte de Euskadiko Ezkerra. El pulso con Madrid será enorme, muy desgastante. Ni siquiera un PP contemporizador en el archipiélago podrá intermediar con Pablo Casado que, para entonces, estará sujeto a la ultraderecha.

 

En resumidas cuentas, 2023 no será 1996 ni 2011. Se acabó la alternancia del neoturnismo que, a su manera, con mayor o menor convicción, respetaba el autogobierno de las nacionalidades históricas, aunque fuese para el PP un mal menor con el que tragar. La decadencia creciente del 78 es de tal calibre que asomarán las dudas sobre si el Tribunal Constitucional podrá ejercer libremente de árbitro; el precedente del Tribunal Supremo a son del ‘procés’, pendientes de la justicia europea, no es baladí. Nos encaminamos a un punto de inflexión histórico y aún el nacionalismo canario opera con los parámetros de la Segunda Restauración.

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