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Caminando hacia la desmemoria (XXX)

¿De verdad que no nos da vergüenza?, carta abierta al Obispado de Canarias

ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN Jueves, 13 de Abril de 2023 Tiempo de lectura:

Vaya por delante para aquellos que aún no me conocen, que el que ésto escribe, desde siempre ha confesado, tanto en público como en privado, ser fiel hijo de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Jamás me he avergonzado de mis creencias religiosas y, como no podría ser de otra manera, he obrado en consecuencia.

 

No es menos es cierto que, primero bajo las enseñanzas de don Bosco en el parvulario del colegio teldense de María Auxiliadora, regentado por las Salesianas; algo más tarde, en La Salle de Arucas con los hermanos de las Escuelas Cristianas y, ya adulto como profesor del colegio San Ignacio de Loyola (Compañía de Jesús) de Las Palmas de Gran canaria, he recibido muchísimos años de formación humanística-cristiana, lo que me ha permitido discernir sobre lo que son dogmas incuestionables para cualquier creyente y lo que son aportaciones meramente culturales ancladas en fuertes tradiciones sociales. 

 

El Magisterio de la Iglesia para un creyente es parte importante de su ideología, así muchos hemos querido ver en las Encíclicas Papales y otros documentos afines verdaderas guías para nuestro cotidiano proceder, tanto a nivel individual como colectivo.

 

Criticar a la Iglesia Católica ha pasado de ser un hecho más o menos aislado a una moda con tintes de perpetuidad. Sobre ella, igual que sobre el fútbol todos creen tener derecho a opinar, sean sus juicios certeros o no, basados en la razón o simplemente en prejuicios. Huyendo por tanto de la opinión ramplona o simple por común, este Cronista intenta llamar la atención de los rectores de la Iglesia Católica en las Islas Orientales del Archipiélago Canario sobre un asunto, que nos preocupa y acongoja, tanto como creyente como ciudadano teldense: el lamentable y lacerante estado en que se encuentra, desde hace más de setenta y cinco años, la Iglesia Conventual de San Francisco, también llamada de Santa María de La Antigua, en la Zona Fundacional de Telde, tanto a nivel de inmueble como mueble. Es decir, todo el edificio principal y los colindantes (Iglesia, Sacristía, Camarín de la Virgen, antigua escuela, patio, baño, antigua casa de la familia Torón Macario y los también abandonados campos de labor), así como los retablos, mesa de altar, puertas, ventanas, tallas de las diferentes advocaciones, púlpito, bancos, etc…

 

Hagamos un poco de Historia, según el sacerdote y doctor en Teología, además de Arqueólogo, Archivero, Historiador e Historiador del Arte, don Pedro Hernández Benítez, el primer templo teldense dedicado al Pobrecillo de Asís surgió a manera de pequeño oratorio o ermita, en medio de una atalaya de malpaís que por entonces recibía el nombre de Altozano. Aún hoy podemos apreciar tal construcción, a la que el tiempo trocó su nombre llamándola hasta la actualidad “El Calvarito”.

 

El 10 de mayo de 1610 con la celebración de una Solemne Eucaristía, en este mismo lugar, llevada a cabo por Fray Juan Felipe, Guardián del Convento de San Francisco del barrio capitalino de Triana. Comienza a andar la comunidad franciscana de Telde. Este viejo deseo llevaba macerándose algo más de cien años, desde que el primer párroco de la Matriz de San Juan Bautista, revestido con los hábitos marrones (canelos) y el cordón franciscano, les enseñara a sus fieles el amor por el Santo de Asís.

 

Los trece hermanos franciscanos trabajaron denodadamente en la construcción de un cenobio, al mismo tiempo que en la erección de una iglesia, primeramente, de una sola nave y un siglo más tarde completándola con otra más.

 

Nos cuenta el antiguo Cronista Oficial de Telde, el presbítero Hernández Benítez que el llamado Convento de la Caridad repartía cada mediodía la popular “sopa boba”, único alimento que caía en los estómagos de los llamados “pobres de solemnidad”. Además, abrirían escuela para párvulos y jovenzuelos, en donde se enseñaba además de las cuatro reglas matemáticas, la aritmética, teología, ciencias naturales, historia, latín, gramática, retórica, oratoria, etc. Entre sus alumnos más aventajados debemos reseñar al doctor en medicina por la Universidad Pontificia de Salamanca e Historiador de Canarias el celebérrimo Tomás Arias de Marín y Cubas (Telde, 1643-Las Palmas de Gran Canaria, 1704). Completábase la labor diaria de los hermanos y padres franciscanos con la atención a las fértiles huertas y a la confección de libros miniados, que tanta fama les dio.

 

El templo sufrió diferentes reformas y adaptaciones, las principales de ellas datan de principios de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se le añade un arco toral a la nave colateral izquierda y una notable portada neoclásica en su fachada Sur.

 

Eran tiempos felices para la comunidad conventual y de prosperidad generalizada para la comarca teldense. Algo más tarde, vendrían tiempos difíciles y tumultuosos acuciados por la Guerra de la Independencia contra los invasores franceses (gabachos) en tierras peninsulares. Como consecuencia de ésta y de no asumir el Rey Fernando VII la Constitución de las Cortes de Cádiz de 1812, las segregaciones de las tierras americanas convertidas en nuevas repúblicas independientes.

 

En 1836, el ministro de Hacienda de la Reina Isabel II, Pascual Madoz e Ibáñez (1806-1870) promovió la Ley Desamortizadora de los Bienes Religiosos, que según su parecer, pertenecían a los calificados como “manos muertas” (frailes y monjas en su mayoría). Así, fue como se vio afectada de lleno la Orden Franciscana en Canarias, cayendo todos sus conventos y demás propiedades bajo la rapiña de autoridades civiles y militares, cuando no de particulares.

 

El Cenobio e Iglesia de San Francisco de Telde fue subastado públicamente de tal forma y manera que tanto los habitáculos de vida conventual como las tierras cayeron en manos privadas. El templo quedó dividido en dos partes iguales, permaneciendo una de ellas (nave colateral derecha) en manos de la Iglesia y la otra (nave colateral izquierda) en manos del Estado para ser usada como alhóndiga (almacén de grano para paliar hambrunas).

 

Después del Concordato entre la Santa Sede y el Estado Español, firmado en 1851, éste se comprometió a devolver su parte del templo conventual, lanzándose abajo el improvisado tapial, que hasta ese momento se erigía bajo los arcos que separaban ambas capillas. Recuperada la iglesia franciscana en su totalidad, pronto comenzó a utilizarse como sede de la Orden Tercera Franciscana, cuestión ésta que no ha dejado de ser efectiva hasta el día de hoy. Otro cantar ha supuesto la desaparición de la Misa Dominical que llevaban a cabo los curas de la Parroquia de San Juan Bautista, hasta casi finalizar la década de los sesenta del pasado siglo XX. Asimismo, ya no se ven entre semana a los grupos de catequesis que, convocados por sus catequistas, acudían en tropel a la Plaza del Convento y a la antigua escuela.

 

Fue en tiempos de don Pedro Hernández Benítez, década de los treinta, cuarenta, cincuenta del pasado siglo XX, cuando mejor lucían sus retablos y la imaginería religiosa allí expuesta. En este apartado debemos señalar que, tanto la talla de vestir de Nuestra Señora de la Soledad, obra del gran Luján Pérez, como la de San Antonio Abad (la primera, actualmente en la Basílica de San Juan y el segundo, de forma inexplicable, en el Museo de Arte Sacro de Teguise, Lanzarote), recibían veneración devocional de los cientos de fieles que hasta aquí se acercaban. Debemos destacar la presencia de la bella Imagen de bulto redondo del llamado Cristo de la Agonía, hoy agrietado y con la policromía seriamente dañada. Asimismo, las imágenes de vestir de Santa Rita de Casia, Nuestra Señora de La Antigua, el Santo Cristo de la Cruz a Cuesta, La Verónica, María Magdalena y Nuestra Señora de Los Dolores han sido pasto de las termitas o xilófagos, por lo que reclamar una inmediata intervención por parte de la Consejería de Patrimonio Histórico (gobierno autónomo-cabildo) y concejalía del M.I. Ayuntamiento de Telde, no debería caer en balde.

 

Pero claro está, ésto no podrá suceder, si los reales propietarios de aquellos bienes no muestran interés por salvarlos de una destrucción más que segura. La Diócesis de Canarias ha sido más que negligente a la hora de proteger, tanto a la Iglesia Conventual como edificio singular como su extraordinario ajuar mueble. No solo porque mantiene, año tas año, cerrado dicho espacio religioso (solo se abre de forma esporádica), sino porque no se han pedido formalmente ningunas actuaciones restauradoras en el ámbito de la arquitectónico o escultórico salvo, y por interés cabildicio, la fumigación anti roedores y xilófagos que tuvo lugar hace unos meses.

 

Señores responsables del Patrimonio Cultural de la Diócesis de Canarias ¿Saben ustedes el daño que se le está haciendo a la imagen de la Iglesia Católica con este abandono sistemático y prolongado en el tiempo de esta emblemática Iglesia teldense? Sinceramente creo que se debe actuar con rapidez y solvencia, no sólo para trazar un plan de actuación que salvaguarde dicho patrimonio religioso, sino que además se busque una solución definitiva para su utilización posterior, que bien podría ser un museo dedicado a la Historia de la Orden Franciscana en Canarias de cuya presencia tanto nos beneficiamos todos los canarios en general y muy particularmente aquellos, que a través de nuestra Historia nos hemos confesado católicos. Para ello, igual se debía optar por crear un patronato o fundación que trabajara en pro de esa causa. Al mismo tiempo, como lugar consagrado se debería fomentar su utilización para fines litúrgicos, catequéticos, etc.

 

Después de cincuenta años reclamando lo mismo, mis amigos y conocidos, entre risas me dicen ¡Antonio qué fuerte es tu Fé, pues todavía crees en los milagros! Y es que vista la no actuación de los regidores diocesanos y parroquiales, es cierto que se necesitará de un milagro para salvar de la ruina total a la Conventual de San Francisco de Telde.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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