Ángel Víctor Torres está llamado a liderar un frente antifascista en Canarias. La alarma, ya advertida y descrita en esta columna, fue activada tras los resultados de las elecciones en Castilla y León y la certeza (apenas ha durado el debate interno) de que el PP pasaría por el aro. De lo contrario, unos nuevos comicios autonómicos solo hubiesen ahondado en un descenso de los populares a favor de Vox. Torres, en medio del malestar del Pacto de las Flores fruto del bandazo de Pedro Sánchez con la cuestión saharaui, ha invocado a frenar a la extrema derecha. Torres ha entendido el mensaje, el problema lo tiene en Madrid, con Sánchez.
El PSOE en Canarias en 2023 estaba destinado a una mayoría holgada a son del abanico demoscópico y, sobre todo, ocupar la posición hegemónica del sistema de partidos, arrebatada a CC en 2019. Pero el Pacto de las Flores tiene, desde la decisión última de La Moncloa, un problema en forma de dilema de cara al futuro. Lo del Sáhara Occidental podrá olvidarse o no, aunque lo importante comienza desde este momento. Dicho en plata, el PSOE no va a lograr una mayoría absoluta en Canarias ni en Madrid. Nada nuevo bajo el sol. Desde 1983 nadie la ha obtenido en el Parlamento canario amén de su sistema electoral y, por supuesto, la voluntad popular manifestada en las urnas.
El frente antifascista al que apela Torres necesita socios. El PSOE por sí solo no podrá hacerlo, ni aquí ni en Madrid. Pero si me apuran menos aquí. ¿Acaso tiene viabilidad una gran coalición con el PP en las islas semejante a la potencial que podría haber a nivel del Estado? Esta es la herencia envenenada que Sánchez ha dejado al aruquense este fin de semana con el giro diplomático.
A los socios en una coalición de gobierno hay que cuidarlos y no ponerlos entre la espada y la pared a través de hechos consumados. No ha sido la intención de Torres ni mucho menos, pero sí de Sánchez. Torres necesita defender Canarias como nacionalidad, como receta gubernamental, pero estando en el PSOE requiere que Ferraz le preste ese margen de maniobra que, con Sánchez coqueteando en La Moncloa con la ruptura con Unidas Podemos y mirando al PP, le niega desde el viernes pasado al aruquense. La agenda política en España, desde el ‘procés’, está dominada por el debate territorial. Un asunto que resurge en cuanto que ha estado presente en el siglo XX y que el consenso de la Transición solo calmó durante un tiempo. La clave territorial lo explica todo, incluso la irrupción de Vox como réplica al ‘procés’.
Las contradicciones del PSOE son las contradicciones del sistema del 78. Y al revés: las del 78 son las del PSOE. Son las dos caras de la misma moneda. Se retroalimentan. Si se desgarran los cimientos del orden político de la Segunda Restauración (como acontece desde la Gran Recesión de 2008) enseguida los partidos dinásticos y sistémicos sufren, especialmente (y con dureza) el PSOE. Aunque ya Vox, cuando menos, le pisa los talones al PP. Ahora mismo el principal contratiempo de Torres está en Madrid porque la salida de Sánchez podría valerle a él (está por ver) pero no al presidente canario. Incluso aunque Unidas Podemos y Nueva Canarias se petrificasen en la inacción. Un coletazo, otro más, que pone de manifiesto el calado de la mudanza de criterio de Madrid sobre el Sáhara Occidental. Por eso Torres, ni Yolanda Díaz, fueron avisados.






















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.96