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Jueves, 16 de Octubre de 2025

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Imagen del parque urbano de San Gregorio / Jesús Ruiz Imagen del parque urbano de San Gregorio / Jesús Ruiz

La tierra, su memoria y el parque de San Gregorio (Telde)

El colaborador Jesús Ruiz firma un reportaje y reflexión sobre el recinto urbano

dojeda Martes, 28 de Diciembre de 2021 Tiempo de lectura:

De los numerosos paseos que ocupan parte de mi tiempo deambulando por la ciudad, voy descubriendo paso a paso los cambios que se han ido produciendo por la evolución urbana y social en la necesidad de ofrecer a los ciudadanos mejoras de progreso en los servicios, espacios abiertos, y esto no se ha hecho de la noche a la mañana, programas que cumplidos unos en su totalidad, otros por terminar y los que cruzamos con la mirada puesta en lo que fueron en un tiempo lejano y hoy me encuentro en el corazón de uno de ellos.


El parque urbano de San Gregorio, entre otros, que forman el amplio espacio dedicado a parques y jardines de la ciudad de Telde, por los que transito y observo detalles que muchas veces nos pasan desapercibidos, sus zonas verdes, cuidados, limpieza, esculturas, fuentes, rincones donde se busca, huyendo del bullicio, la soledad que muchas veces no se consigue, pero si el sentirse abrazado por unos entornos libres de ruidos callejeros.


En una mirada retrospectiva que me separan unos sesenta años regreso por los viejos caminos que me conducían a nuestra casa del barrio de El Ejido, allá por los años finales de 1950 principios de los 60, cuando toda esta zona  hoy parque público, se extendía sobre una suave loma de cercados, huertas, aromas de buena tierra, un pozo, un estanque, copas de árboles asomando sobre muros de piedra seca, frutales, viñas, parras, flores, un sendero de orillas y aperos de labranza a la sombra, barro en invierno y polvo en el estío, sonoras y limpias acequias de aguas claras buscando su destino hídrico sobre el surco, mariposas monarca y otras, un lagarto canario que tímido huye de presencias ajenas perdiéndose entre las piedras, trinar de pájaros, perros ladrando defendiendo su territorio, un atajo entre otros para llegar a la casa acortando el regreso del colegio.


Espacios libres de contaminación de natural sostenibilidad fruto de unas formas de vida en la que el hombre y la tierra estaban recíprocamente unidos. Atravesar estas zonas de verde naturaleza que se resistían a desaparecer en torno al crecimiento urbano y necesidades demográficas, como se verían años después, era toda una aventura ante un bello escenario de mancha verde bien visible desde las azoteas de aquellas casas terreras, aún vetustas se conservan algunas, en un paisaje de verde tupido de diferentes cultivos y plantaciones que se extendía hasta la costa.


Un universo en la tierra puesto en nuestras infantiles manos que, generosa nos recibió como nuevos vecinos en 1954, en una de esas casas con terreno, que aún queda como testimonio de nuestra estancia en el Telde de los años sesenta, que hoy, entre las nuevas edificaciones contemplo, con la mirada serena, cumplidas edades y en el siglo XXI, aquel rincón teldense de nuestros primeros pasos por este barrio que nos llevaba, por éste y por otros senderos a El Ejido.


He recorrido mundos, cielos, mares, y continentes, pero nunca olvidé, desde casi mis tres cuartos de siglo ya vividos, que, por los rumbos tomados, a mi presente regreso y, bajo las huellas escondidas de la primera vital aventura, la memoria de mi particular historia y la de la tierra que aún perdura. 


Nuestro Macondo singular, desde este parque que recorro con la esperanza de encontrar, si no la visión de aquel primer escenario, por lo menos el imaginario bajo el mismo cielo, lejos del relato literario que mereció la gloria de su autor, en el que la soledad de los cien años aún no cubierta, se revuelve en mi interior y descubro la realidad escondida, ausencias, olvidos, presencias, retornos, y, superadas estas soledades, un nuevo paisaje sobre aquella aventura con hilo de persistencia umbilical que todavía me lleva a aquel Macondo local de mi infancia y juventud. Voy descubriendo otras razones para seguir con la mirada los nuevos caminos del parque.


Y así entre los diferentes niveles y terrazas que ocupan este espacio urbano en los límites de La Data, El Ejido y La Barranquera que, bordeado por los accesos de calles cuyos nombres y títulos nos recuerdan a personajes de nuestra cultura y libertades, Ejido, Secundino Delgado, Pepe Damaso, Antonio Bethencourt y Massieu (Catedrático), San Isidoro, Avenida del Movimiento Ciudadano, que seguían los antiguos terrenos que fueran huertas, entre las luces y sombras que acompañan a su primer objetivo de espacio público para el ocio, como conservación, servicios, y mantenimiento, observo las diferentes esculturas que nos dan lectura, memoria, mensaje y homenaje de sus representados. 


Una placa situada en la entrada a los jardines recuerda la inauguración un 17 de mayo de 2003, por el Excmo. Sr. Presidente del Gobierno de Canarias D. Román Rodríguez Rodríguez y por el Alcalde-Presidente del M. I.  Ayuntamiento de Telde D. Aureliano Francisco Santiago Castellano. 


Sobre el nivel de la terraza superior cerca del acceso al parque por la calle Pepe Dámaso, el conjunto escultórico Homenaje al Maestro obra del grancanario Mauricio Romero García preside este espacio representando un libro abierto a manera de atril, con la presencia sedente de dos niños elaborados en bronce sentados en dos bancos a ambos lados dirigen sus miradas al observador. Inauguradas en mayo de 2003 coincidiendo con la apertura del Parque Urbano de San Gregorio.


En otro nivel inferior izquierdo destaca la escultura busto de Secundino Delgado Rodríguez (La Orotava, Tenerife 1867-Tenerife, 1912), realizado por el artista plástico, pintor, escultor, Antonio Sánchez, natural de Telde, e inaugurada en mayo de 2003, ubicada sobre un pedestal en forma de pirámide horadada en su parte central, con la imagen de las Islas Canarias y sobre una placa: Telde en Homenaje a Secundino Delgado Padre del Nacionalismo Canario, en otra placa la Asociación Secundino Centenario dedica a Secundino Delgado Rodríguez con motivo del centenario de su fallecimiento, y el lema: Las ideas de “El Guanche” que tanto les asustan, no sólo mueren con mi separación, sino que No Morirán Jamás. Archipiélago Canario, 5 de mayo de 2013.


Sobre la terraza lateral derecha se ubica el busto en bronce de Salvador Allende (Santiago, Chile, 1908-Santiago, 1973) obra de la artista madrileña Eva Montoro Pericás, inaugurada en mayo de 2003. El que fuera presidente de la República de Chile en 1970, pone fin a su vida ante la situación política provocada abruptamente por el Golpe de Estado de septiembre de 1973 en el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile.

 

Sobre el pedestal de granito figura una placa con la dedicatoria a Salvador Allende (26/6/1908- 11/09/1973). 


Cerca del acceso por la calle Ejido encontramos una curiosa escultura titulada Torso, realizada en fragmentos metálicos en estado de oxidación obra del escultor madrileño Ignacio van Aerssen. 


Sobre la zona ajardinada del parque orientada a la calle Secundino Delgado, se ubica la escultura Homenaje al Bosque de Oma, obra del escultor residente en Telde, Máximo Riol Cimas. Obra inaugurada igualmente en mayo de 2003, elaborada en acero pintado, en forma de rombo sobre cuyos lados se sitúan numerosas estructuras que representan los árboles multicolores, como los que el artista vasco Agustín Ibarrola realizó en Oma, zona del País Vasco, como expresión que relaciona la naturaleza y el arte. 


Escultura que semeja una ventana abierta en lo que supone la oquedad enorme que deja la estructura interior, nos trae a la memoria los trabajos de Tony Gallardo, pero recordemos que el valor del hueco es una constante en la obra de Máximo Riol. Características artísticas de estas esculturas que ampliamente menciona en su obra monográfica La escultura urbana en Telde, el licenciado en Historia del Arte, Pedro Andrés Naranjo Hernández, y en otras ediciones, catálogos y exposiciones, el especialista en la obra de Riol, crítico de arte, profesor de la ULPGC, Jonathan Allen. 


Más allá de las obras escultóricas que acabo de mencionar el paseo por los recuerdos lejanos en este parque me hacen volver la mirada en su conjunto, y aún descubro la maquinaria de un pozo que ejerció su cometido hace mucho tiempo, expresivos grafitis en paredes. Una bella mariposa Monarca revolotea donde posarse sobre unas flores en torno a mi presencia y capto las últimas imágenes del teldense Parque de San Gregorio, un espacio por el que un día ya lejano, se posaron mis huellas de infancia y adolescencia. Con frecuencia transito por sus alrededores y con el devenir del tiempo, la mirada y mis pasos regresan por los caminos que un día recorrí. Gracias.   


De la poética serie antológica La esperanza me mantiene, los versos A la mar fui por mi infancia, del poeta canario Pedro García Cabrera /Vallehermoso, La Gomera 1905-Santa Cruz de Tenerife, 1981).


“Fue en un tiempo en que los ojos no veían/ ni las manos tocaban./ Tan sólo el corazón tenía vista y tacto./ Era él quién latía los puntos cardinales,/ el sombrero de copa de los pinos,/ los bueyes del crepúsculo,/ las quinielas de ramas del barranco./ Era él quién abría,/ de mañana, las calles/ sin agua y sin aceras,/ igual que una lección mal aprendida,/ calles en rústica con mis libros bajo el brazo,/ descalzas todavía de adoquines/ para que las pisasen solamente/ mis pasos interiores y la lluvia,/ los caballos de caña,/ las bicicletas y los pájaros/ ….. /No es que me desespere este vivir de ahora/ con el que voy lastrando el júbilo y la pena,/ ese tiempo que aprieta tornillos medievales/ en la garganta rosa de los amaneceres./ Te digo que no quiero volver a ser un niño./ Mis raíces se afirman en la tierra de asombros/ de los años que huyen./ Pero desearía que una mágica ola/ me trajese de nuevo la presencia/ de los que fueron míos cuando era un muchacho. / Con la mano en la mar así lo espero".


Jesús Ruiz Mesa, colaborador cultural de TELDEACTUALIDAD.

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