TELDEACTUALIDAD
Telde.- La sede del Círculo Cultural de Telde, en el antiguo Molino del Conde, acogió el pasado jueves la presentación de Al final y durante, del escritor grancanario Francisco Javier Mateo Alemán, muy vinculado a esta ciudad.
El libro, editado por Círculo Rojo, compila 25 relatos literarios que Francisco J. Mateo ha ido creando desde hace unos años hasta la actualidad.
Veinticinco pequeñas historias que giran en torno a los sentimientos, donde el amor toma protagonismo en diferentes versiones de sí mismo: el amor a una mujer, el amor perdido, el amor por venir, el amor a una desconocida, el amor a una ciudad o el amor a un perro.
Crónica del acto
por Jesús Ruiz
El Círculo Cultural de Telde con arreglo a su agenda de actos culturales la presentación del interesante libro “Al final y durante” del escritor teldense Francisco Javier Mateo Alemán, la tarde del jueves 21 de junio, en su salón de actos que se vio muy concurrida por el interés que dentro del microrrelato, relato corto y narrativa ha conseguido esta obra desde que el pasado mes de mayo fue presentada por primera vez en el Club La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria, noticia que en su día se hizo eco el digital Teldeactualidad.
Una presentación de este libro que por la intervención de sus dos introductores para dar conocimiento en nuestro municipio el Círculo Cultural contó con la extraordinaria colaboración de un ya consagrado escritor, poeta teldense, Julio Pérez Tejera, que por su magisterio en estas lides literarias impartió una presentación magistral, un texto que ante un público expectante que atrajo su atención lentamente hacia los caminos de la obra, su pensamiento y, sin duda, la diversa reflexión literaria y citas que Julio Pérez, con el excelente paisaje de las letras con el que dibuja y expone sus presentaciones, el rigor documental de la literatura comparada y el conocimiento de la obra que sale a la luz, pleno de interés didáctico y mensajes, dejando en el aire guiños para incentivar su lectura y captar las “cromáticas” maneras existenciales que, el propio autor, Javier Mateo Alemán, deja caer en cada capítulo de su obra.
Con el saludo de bienvenida del secretario de la Junta de Gobierno del Círculo, Antonio Alemán Gil que expresa: “Hoy tenemos un acto entrañable en la medida que un ciudadano de Telde presenta un libro creemos muy interesante y va a tener la iniciativa de presentarlo Julio Pérez Tejera, y con la intervención del autor, Francisco Javier Mateo Alemán, con la agradable sorpresa de un público infantil que nos acompaña, lo cual es de agradecer desde nuestro apoyo a la cultura, para ellos también, y además Julio, que de esto sabe mucho, seguro, que lo va a hacer muy ameno. Gracias a todos y disfruten esta presentación. Muchas gracias”.
Interviene el escritor y poeta Julio Pérez Tejera que expone:
“Buenas noches y muchas gracias por su asistencia y, para empezar, en esta cita hay algo de magia y coincidencia, lo hablaba antes con Antonio Mateo Alemán secretario del Círculo y Javier Mateo Alemán, autor de la obra, pues justo Mateo Alemán autor del Guzmán de Alfarache, una de las novelas más, importante de la picaresca española, la segunda después del Lazarillo de Tormes, resulta que aúna a Mateo Alemán, escritor de la picaresca, con Javier, con uno de los jesuitas al que fue llamado Apóstol de las Indias por ser colaborador de San Ignacio de Loyola en la expansión del cristianismo, y resulta que Mateo Alemán, judío converso, mientras que Francisco Javier, cristiano viejo de Navarra, dándose se dan las dos personalidades en un solo, y por otro lado Antonio Mateo Alemán, nombres y apellidos, antiguos y actuales con magia.
Para empezar gracias al Círculo Cultural por confiar en mí para esta presentación y me lo he pasado muy bien leyendo el libro de Francisco Javier. Alguien decía que cuando queríamos hacer algo, esto me lo decía un amigo, empezarlo ya era el cincuenta por ciento.
Estamos ante un libro que implica el haberlo comenzado pero que desde el título parece obviar ese inicio y únicamente se fija en el final y en el transcurso, tal vez, como una manera de decirnos que sólo existe el camino y que la meta es el camino mismo, es decir que el final está implícito en el momento en que somos mientras que el principio, como todos los principios, por inexcusable, se presupone o se desconoce. De hecho estamos, a estas alturas, elucubrando sobre el origen del universo con tantas cosas por explicar que, todavía, los científicos no han podido pararse a descansar en la seguridad de que todo está dicho.
Todo esto, lógicamente, es una sugerencia que me hace Francisco Javier Mateo Alemán desde el título de su libro y que está sujeta a todas las acotaciones, apologías y rechazos que cualquiera desee interponer a favor o en contra porque, como es bien sabido, las lecturas se hacen desde los códigos que cada cual maneja.
Cuando terminé la lectura de “Al final y durante”, pensé de qué manera debería enfocar esta presentación y recordé que Oscar Wilde decía que <<la mayor de las profundidades solía estar en la superficie>>. Así que me entretuve en observar la cubierta de este volumen y el ejercicio resultó revelador en dos sentidos: Por una parte, el rojo sanguíneo con que se viste este libro es el propio de los estudios fotográficos profesionales y que, para los aficionados a la cámara digital y al foto-shop, prácticamente, ha desaparecido del horizonte.
Reflexionando un poco más, sobre la imagen aparece la verticalidad de una farola de la que surge el nombre del autor como un único rayo que alumbra la obra entera.
Por otra parte, el libro en sí, estructura con altura, anchura y profundidad, editado en cartoné, nos regala el tacto con esa agradable sensación de las esculturas realizadas para ser acariciadas.
El creador de este universo, compuesto por veinticinco relatos, ha sabido encajarlos de modo que cada uno se sustente en su órbita, en torno a una luz que les arranca destellos de ternura, de humor y de inteligencia.
El propio Francisco Javier apunta en el prólogo a esa estrella, que no es otra que “el querer”, en definitiva el amor, desde una mirada que delata al pintor y al fotógrafo para los que la luz es razón de la existencia.
Y en un alarde de honestidad rinde tributo a los que le llevaron al deseo de contar: Sábato, Alonso Quesada, Delibes, Saramago, Benedetti, son algunos de los nombres...
Cuando Jesús Ruiz me llamó para proponerme la presentación de estos textos de Mateo Alemán, en la conversación apareció la palabra “microrrelato” y en mi interior se desató esa especie de controversia que muchas veces se suscita en torno a las formas del hecho literario: Novela, cuento, microrrelato, verso libre, versificación regular, prosa poética... En fin, no voy a entrar en disquisiciones pero sí quiero llamar la atención sobre el cuento como forma de expresión porque, lejos de ser fácil, coloca al narrador en el aprieto de ser conciso hasta el extremo, convirtiendo la narración en poesía.
En el poema, la palabra se vuelve necesaria e insustituible y, del mismo modo, en el relato corto, los personajes, la acción, los paisajes, han de estar imbricados de tal modo que nada es gratuito, nada sobra, nada falta. Mientras en una novela como El Quijote podemos encontrar tantas historias autónomas como para animar al Filólogo Victoriano Santana Sanjurjo a editar un “Quijote sin don Quijote”, en el relato, la línea argumental ha de ser una aunque no por ello ha de tener una única lectura, es más, la suya, como la del poema, suele ser polisémica.
Seguir el rastro de la luz en este universo creado por Mateo Alemán me lleva a señalar cómo “Los árboles de la ciudad”, relato con el que se inicia el libro, comienza de este modo:
“La primera vez que la vi, apareció congelada en un gesto a medio hacer que yo había atrapado en un disparo. Emergió bajo las ondulaciones del revelador, al amparo de la luz roja, que mágicamente me traía de vuelta la ristra de fotografías que durante aquella semana había estado tomando en el parque.”
Imágenes, pero no como visión superficial. La mirada omnipresente ahonda, no solamente pasa sino que penetra, desentraña... “Los árboles que salían en las fotos parecían mirarme con una nostalgia recién nacida, despechada por el abandono” [...] “Miré a mi alrededor y no encontré más que mi soledad”
En “Ahora que estás dormida” y que podríamos traducir por “Ahora que no me ves”, el drama del desamor se entrelaza con el infierno de Sartre, que no es sino “la mirada del otro”, mientras allá adentro, resuenan los ecos de Machado, en medio de las lágrimas que delatan la tragedia:
“[...] Aguda espina dorada,/ quién te pudiera sentir/ en el corazón clavada.”
En “La tercera botella”, el náufrago o el superviviente, que no tiene muy claro qué epíteto lo define, necesita de la luz de la fe y nos dice “Algo parecido a una esperanza fue creer” porque también la esperanza y la fe se rozan hasta confundirse en algún punto. Luz y sombra que, al fin, no son más que gradaciones de una de ellas...
En el “Disparo”, “Un soldado corría, malherido, entre las trincheras. Velado a trompicones por el humo y la tierra que levantaba la algarabía del caos.” El final de la frase, en que la connotación de alegría bulliciosa de la “algarabía” entra en contradicción con el resto, despierta destellos en el ambiente neblinoso de este magnífico relato.
En “El perro que me vio llorar”, la mirada, presente en el título se desliza hacia la primera línea: “De mirada gacha y ojos tristes se alimenta el rostro de mi perro Olivier.” Y coloca el foco sobre la ternura que pueden despertar los animales y sobre la crueldad que nos consentimos los humanos cuando se trata de ellos.
Con los relatos de Francisco Javier Mateo Alemán me he divertido, me he reído y me he emocionado hasta las lágrimas. Con el titulado “Precisamente por eso” he recordado la reflexión de Sábato: “Un aunque es, la mayoría de las veces, un porque”. Y, precisamente con este relato, confieso haber acompañado a Diego Mireles hasta el punto final o, mejor dicho, hasta el punto y seguido de su historia.
De “La primera moneda”, de la que no queda claro el valor numismático, se desprenden los destellos propios de un trallazo, de un choque de pedernal en la conciencia.
En “Últimos días”, el amor convertido en costumbre me trae los ecos del poema “Llaneza” de Borges:
No necesito hablar/ ni mentir privilegios;/ bien me conocen quienes aquí me rodean,/ bien saben mis congojas y mi flaqueza./ Eso es alcanzar lo más alto,/ lo que tal vez nos dará el Cielo:/ no admiraciones ni victorias/ sino sencillamente ser admitidos/ como parte de una Realidad innegable,/
como las piedras y los árboles./
Y así, mientras volteamos las páginas de esta constelación, nos van llegando los sesgos de luz que acaban tocándonos el alma. Por eso, apenas me he atrevido a apuntar de modo superficial una de las líneas más evidentes: La presencia de la luz. Para que cada cual se los encuentre intocados, vírgenes... y puedan disfrutar de los múltiples matices que encierran estos relatos nacidos de la reflexión y, como nos dice el autor, nacidos del querer.
Por ello me voy hasta el final, a “El último invierno de Andrés Peñate”. Este relato se crece para convertirse en una diminuta novela río en la que los paisajes se suceden como en una cascada, entremezclando postales de San Emeterio —una especie de Comala o de Macondo burgalés— con las del propio Burgos, Madrid, París, Nueva York, Las Palmas, Tenteniguada... de donde Andrés Peñate va recogiendo los ecos de los nombres que lo configuran, indisolublemente, como hombre y como artista: Pablo, Carmen, Manolo, Henrietta o Dora, Niels Bohr, Ventura, Rafael Monzón... —y de los que, curiosamente, sólo deja entrever los apellidos— para reconstruir su universo y, de camino, reconstruirse a sí mismo para la eternidad que sueña mientras la vida pasa.
No me queda ya sino invitarles a que se animen a llevar hasta el final lo que Francisco Javier ha comenzado, de modo que durante el trayecto vayan descubriendo y descubriéndose, en la seguridad de que la vida sucede mientras vamos de camino. ¡Muchas gracias y buenas noches!”
Finalizadas las palabras y reflexión de Julio Pérez Tejera sobre el contenido literario de la obra, el autor interviene:
“Muchas gracias por haber venido y compartir su tiempo conmigo. Gracias a Julio Pérez Tejera que me ha encantado su presentación, me ha gustado como ha metido la fotografía, la pintura, y la escritura, descubriendo la luz roja “reveladora” de la portada, color que yo mismo he usado en fotografía. Para mí escribir desde pequeño es algo que siempre he buscado para estar en casa, para poder desarrollar una historia. Muchas de ellas se perdieron en viejas libretas y algunas de ellas fueron el mimbre para conformar los relatos que están aquí. Esta selección de relatos, que, por ejemplo, el primero nació en el año 2002, y el último en el 2010. Relatos ya concebidos y reunidos para poder publicar mi libro, que al principio me costó por desconocer el sistema editorial.
Al final encontré esta editorial de Barcelona, Circulo Rojo Editorial y aquí está el libro y yo para presentarlo para ustedes. Espero que su lectura la disfruten como yo mismo he disfrutado. Una de las cosas que me gusta de mi escritura es leerlo, porque de alguna manera sufro un poco escribiendo, aunque empezada la escritura me animo hasta acabarla. Ahora estoy tratando de escribir más relatos y alguno que apunta a novela que ya veremos cómo transcurres. Si alguien tiene alguna pregunta o desea leer un texto, adelante. Muchas gracias”.
Julio Pérez Tejera puntualiza en el hecho de que los relatos reposen un tiempo es una garantía de calidad. El poeta Domingo Rivero decía: <<No publiques versos verdes>>, y decía, porque a veces, quienes nos atrevemos a escribir nos apuramos por publicar, y eso no es bueno porque hay que dar un tiempo de reposo, y estos relatos tienen un reposo adecuado.
Una joven lectora, entre los muchos que asistieron, Julieta Mateo Monzón, hija del autor, dedica su lectura a las líneas de uno de los microrrelatos. Un escritor, una lectora y quién sabe en el futuro una posible escritora también. Francisco Javier Mateo lee el relato Hoy es mi cumpleaños. Con la firma dedicada por el autor en los ejemplares adquiridos y las correspondientes fotos de familia, el acto finaliza con el saludo y agradecimiento a un escritor teldense que nos ofrece un excelente trabajo literario. El agradecimiento personal de Julio Pérez y del que les suscribe este reportaje por el detalle de dejarnos para este recuerdo del lanzamiento de su primera obra un bellísimo trabajo pictórico muestra del talento y de su polifacética manifestación artística.
Enhorabuena a Francisco Javier Mateo Alemán en el deseo creativo de otra nueva aventura, la de su próximo libro, y a Julio Pérez Tejera por tan amena, didáctica y literaria presentación de Al Final y Durante. Desde el principio, durante y hasta el final gracias a ambos por tan espléndida tarde de este veraniego junio teldense que iniciaba su relato cronológico el mismo día de la presentación, 21 de junio. Muchas gracias.
Jesús Ruiz Mesa es colaborador cultural de TELDEACTUALIDAD.
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