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Telde.- La ciudad de Telde vio colmada este lunes una de sus reivindicaciones más significativas en cuanto a materia de patrimonio histórico se refiere: la declaración del antiguo Molino del Conde como Bien de Interés Cultural (BIC) por parte del Gobierno de Canarias.
El Consejo de Gobierno del Ejecutivo autonómico aprobó en su sesión de este lunes la declaración del Molino del Conde como Bien de Interés Cultural en la categoría de Sitio Etnológico, vinculando además sus muebles y delimitando su entorno de protección.
En su declaración, el Gobierno regional subraya que se trata de un molino de gofio y harina de carácter excepcional. Tanto por su estado de conservación como por su valor histórico, su antiguedad o por la estructura de molino vertical o aceña que alberga. Y considera que debe enmarcarse en un contexto mayor que toca varios aspectos de fundamental importancia como el didáctico-educativo, la creciente valorización del respeto al medio ambiente, el aumento de la demanda de turismo cultural e industrial como dinamizador económico o el interés de la ciudadanía por conocer e interactuar con su pasado.
El inmueble, una emblemática construcción que data de la primera mitad del siglo XIX –entre los años 1841 y 1846– y que perteneció al Condado de la Vega Grande de Guadalupe, fue rehabilitado parcialmente hace unos años con una inversión de 52.000 euros por parte del Cabildo de Gran Canaria, Institución que ha impulsado su declaración como BIC en consonancia con el Gobierno canario.
Ubicado en el barrio de Los Llanos, en el número 119 de la calle El Roque, junto a la denominada zona cero de Arnao y lindando con el instituto Profesor Juan Pulido Castro, es desde hace cinco años sede del Círculo Cultural de Telde. Desde entonces, y después de mucho tiempo en estado ruinoso, acoge regularmente las conferencias, encuentros, presentaciones literarias, veladas musicales, entregas de premios y demás actividades que organiza esta entidad local.
Una construcción singular de gran valor histórico
Sus características arquitectónicas lo convierten en un edificio singular de su época y en uno de los grandes valores patrimoniales de la ciudad. De hecho forma parte de la Carta Etnográfica de Gran Canaria ya que se trata del mayor de los tres únicos molinos de rueda vertical, sin cubo, construidos en la Isla, junto al de La Lechuza (San Mateo) y al de Lomo de San Pedro (Arucas), ya desaparecido este último.
Junto a la Noria de Jinámar, ya declarada Bien de Interés Cultural, es una de las innovaciones tecnológicas de la Segunda Revolución Industrial que, en materia de mecánica hidráulica, introdujo Agustín del Castillo y Bethencourt en Gran Canaria y, Canarias en general, a mediados del siglo XIX.
El objeto que perseguía el Conde de la Vega Grande era atender las necesidades del vecindario y de sus propios trabajadores, así como dar salida, mediante la elaboración de harina y gofio a las producciones propias.
Durante décadas sólo se movió con la fuerza motriz del agua de la Heredad de la Vega Mayor de Telde, cuya acequia tuvo que desviarse para poder pasar por el interior del inmueble, enclave a donde llegaba el caudal del Barranco Real y en el que se instaló la segunda caja de las siete que distribuían el riego a los distintos cultivos.
La excepción de este molino, a diferencia del resto de los existentes en Gran Canaria, es su sistema vertical.
Primero funcionó con dos pares de piedras que aprovechaban la propulsión del agua. Pero ya en el siglo XX disponía de un ciclo combinado de energía hidráulica y motor de gasoil, hasta su cierre en los años 70.
El edificio, de 331 metros cuadrados, dispone con dos plantas (una sobre rasante y otra en nivel inferior), más una azotea. Tras pertenecer a Susana del Castillo y Manrique de Lara, el Ayuntamiento de Telde se hizo con su propiedad.
Se organiza en torno un patio central que divide el inmueble en dos partes (una de ellas con un techo de tejas a cuatro aguas) y cuenta con la casa del molinero, salas de tostado y molienda cubiertos con piezas de cantería y madera y con techumbres planas e inclinadas.
Su fachada dispone de un pórtico grande de madera y en su interior conserva dos molinos de tracción hidráulica, que luego fueron de fuego, una tostadora y una limpiadora. En la azotea todavía perduran unos grandes silos cubiertos por una maceta de madrea, y en su planta baja el mecanismo vertical de tracción hidráulica, así como los elementos propios de su posterior adaptación como motor mecánico o de fuego.
'El Molino de El Roque, un ingenio hidráulico del siglo XIX en Telde'; por Juan Ismael Santana (historiador de la Casa-Museo León y Castillo y miembro de la Asociación Cultural El Bloque).
"Una obra de traza historicista"
En su declaración como BIC, el Gobierno de Canarias pone en valor su “gran monumentalidad”. Arquitectónicamente, destaca, “su estado de conservación en general es bueno”, derivado tanto de ser una obra de fábrica de traza historicista, que se observa en la calidad de su ejecución, y en la elección de los materiales empleados, soluciones de piedra y madera, como en el mantenimiento de la instalación.
Mientras que en el exterior presenta diferentes fachadas, caracterizadas por líneas rectas bien definidas. Llama especialmente la atención la sobriedad del parámetro, proyectado a modo de fachada pantalla, sin ventanas, que no permite adivinar que en su interior se llevara a cabo actividad industrial alguna.
El valor de los molinos de agua en Gran Canaria
Tras la Conquista, dada la necesidad de abastecer de pan a la nueva y cada vez más numerosa población, en Gran Canaria se comenzaron a implantar molinos de agua en Telde, Las Palmas de G.G. y Gáldar.
Se instalaron junto a las corrientes de agua, barrancos y acequias, para posibilitar el movimiento de las piedras trituradoras del grano.
Los primeros molinos estuvieron ligados a los ingenios azucareros, dada la necesidad que había de pan para atender a la población que trabajaba en estas haciendas, por lo que se puede decir que se contaba con tantos molinos como ingenios existían.
No obstante, a medida que se avanzaba en la roturación de las tierras, y el cultivo de cereales en medianías y zonas costeras aumentó su número. Fueron surgiendo los molinos harineros debido a la demanda social y como concesión propia de los heredamientos. Su necesidad e importancia queda recogida en el propio Fuero de Gran Canaria.
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