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Telde.- Días atrás se presentaba en la capital grancanaria un libro sobre el que fuera obispo de la Diócesis de Canairas, Manuel José Verdugo al cumplirse el bicentenario de su fallecimiento. Verdugo tuvo una relación directa con Telde, ya que poseía en el Barranco Seco, junto a la Higuera Canaria, una hacienda, donde se retiraba a descansar, especialmente durante sus dolencias, para recuperarse de las enfermedades que sufría. TA ofrece crónica y reportaje gráfico.
Presentación del libro Manuel verdugo obispo de canarias bicentenario de su fallecimiento (1816-2016)
Por Jesús Jeús Mesa
Con motivo de cumplirse el bicentenario del fallecimiento del Obispo de la Diócesis de Canarias, Don Manuel José Verdugo y Albiturría (Las Palmas de Gran Canaria, 1749-1816), la noche del sábado 29 de octubre fue presentada en el Patio de los Naranjos de la Catedral de Santa Ana la obra Manuel Verdugo Obispo de Canarias Bicentenario de su fallecimiento (1816-2016).
El libro es obra de D. Julio Sánchez Rodríguez, sacerdote, historiador, investigador, que en esta conmemoración ha centrado los actos dedicados a la memoria del único obispo canario con que contó la Diócesis de Canarias en sus siglos de historia.
Actos religiosos que se vienen celebrando por este Bicentenario del fallecimiento del obispo don Manuel Verdugo, que preside el Señor Obispo de la Diócesis de Canarias, Mons. Don Francisco Cases Andreu, desde la mañana del pasado 27 de septiembre, con la Eucaristía en sufragio de su alma, responso ante su sepulcro en la Capilla del Sagrario de la Catedral. Don José Lavandera López, delegado del Patrimonio de la Diócesis, hizo la presentación del retrato, cáliz y mitra del Obispo Verdugo, expuestos en la nave de la Epístola, junto a la capilla de Santa Teresa de Jesús. A las 10:30 hs se realizó una ofrenda floral ante el busto de Don Manuel Verdugo, a cargo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, en la calle Obispo Codina.
En la tarde del 3 de octubre se celebró una conferencia y mesa redonda, impartida en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, que el mismo D. Julio Sánchez Rodríguez expuso con el título: “El Obispo Verdugo, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria y la ciudad de su tiempo”, conmemorando los 200 años de un insigne bienhechor Manuel José Verdugo y Albiturría, copresidida por el Obispo de la Diócesis de Canarias Monseñor Don Francisco Cases Andreu, el sacerdote Don Julio Sánchez Rodríguez, y el genealogista Don Juan Gómez-Pamo y Guerra del Río, presentados por el vicedirector de la Real Sociedad Económica Don Gonzalo Melián García.
Finalizando los actos conmemorativos de este Bicentenario tan señalado para la Diócesis de Canarias, el sábado 29 de octubre de 2016, se dio a conocer el libro tan esperado sobre la biografía y obra del Obispo Verdugo, en el Patio de los Naranjos de la Catedral de Canarias, ante las estancias del Museo Diocesano y del marco en cerámica que rinde homenaje a la memoria de los obispos canarios que ejercieron su ministerio en América, erigido por el Excmo. e Iltmo. Cabildo Catedral de Canarias en este lateral del Patio de los Naranjos el 12 de octubre de 1992, con motivo del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América. Interviene en esta presentación el Rvd. Don José Lavandera, del Archivo Histórico Diocesano de Las Palmas, el Obispo de la Diócesis de Canarias, Mons. D. Francisco Cases Andreu, y el autor, asiste un numeroso público entre los que se encontraban socios de la real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, historiadores, genealogistas, investigadores, profesores, sacerdotes, familiares y amigos que siguieron las intervenciones de las personalidades en la mesa de presentación de la obra.
D. José Lavandera expresa: “Buenas noches, Excmo. y Rvdmo. Sr Obispo de Canarias D. Francisco Cases Andreu, Querido hermano sacerdote y compañero del Excmo. e Ilmo. Cabildo de la Catedral. Ilustrísimas Autoridades, Señoras y Señores, amigos todos. El libro que hoy presentamos podría muy bien unirse con un eslabón de belleza y esplendor al famoso pectoral de esmeraldas y brillantes del Obispo Don Manuel Verdugo. Belleza singular en la magnífica portada en la que ya el báculo elegante obra de los talleres de Vargas Machuca, nos habla de la función ejercida por el biografiado. No ocupa lugar menor en la presentación de esta obra la calidad del papel, las clarísimas fotografías e ilustraciones y el copioso aporte documental de los diferentes momentos de la vida de Don Manuel Verdugo, desde sus orígenes familiares al momento de su fallecimiento, pasando por sus años de estudio, de presbítero y canónigo y sus diversas funciones como visitador, provisor y vicario general, e individuo de la Rota de Madrid, y finalmente Obispo de la Diócesis que le vio nacer.
Don Julio Sánchez Rodríguez aparte de su singular constancia en el trabajo serio y minucioso como investigador e historiador, tiene la gran virtud de aunar voluntades de otros expertos en materias afines, y así ha logrado llevar a la imprenta una obra en la que varios especialistas dan un perfecto acabado en el legítimo intento de elaborar el mejor perfil biográfico del Obispo Don Manuel Verdugo y Albiturría.
El trabajo principal y central del libro lo firma Don Julio Sánchez Rodríguez titulándolo “Manuel Verdugo Obispo de Canarias”. En él se destacan los siguientes aspectos: Orígenes familiares y eclesiásticos de don Manuel Verdugo. Este título encierra un notable trabajo de investigación de diferentes archivos, especialmente en el Archivo Histórico Diocesano. Los orígenes familiares están perfectamente descritos, desde la partida de matrimonio de sus padres a los hermanos que tuvo, nueve, de los cuales cinco fueron entregados a la Iglesia. El propio Obispo, sus hermanos Lorenzo y Domingo José, Presbíteros, y dos hermanas religiosas, Sor Hipólita y Sor Francisca. Por primera vez y de manera exhaustiva se nos describen los estudios de los cursos de las Ordenaciones Menores y Mayores de Don Manuel Verdugo, combinando la ordenación episcopal en Madrid de manos del Cardenal Arzobispo de Toledo, Don francisco Antonio de Lorenzana. También asistió a este acto su predecesor en la Mitra de Canarias, Don Antonio Tavira y Almazán.
Hay que hacer notar que gracias al trabajo de don Julio se documenta por primera vez la ordenación sacerdotal de don Manuel Verdugo efectuada en Madrid el 26 de julio de 1772. El autor de este estudio no solo se contenta en relatar la serie de cargos y prebendas que ostentó don Manuel Verdugo, racionero, doctoral, tesorero, arcediano, etcétera, sino que aporta un facsímil completo de bastantes de estos nombramientos enriqueciendo de esta forma el acervo documental disponible para otros historiadores.
Pone de relieve el autor la alegría que causó en la Diócesis el nombramiento episcopal de don Manuel Verdugo y una carta lleno de aprecio a los particulares del mismo Verdugo, en la que les comunica la buena noticia de su nombramiento a la Mitra de Canarias. Se destaca en el libro que fue don Manuel Verdugo, el último Señor de Agüimes, ya que la Cortes Generales de 1812 lo suprimieron todo, aunque la Orden tardó mucho tiempo en aplicarse. De tal manera que don Manuel Verdugo continuó yendo a su Señorío que todavía aún existe, la que llaman, Palacio de Verdugo, en Agüimes, el conocido Palacio Verdugo. La tarea pastoral de don Manuel Verdugo se nos describe incluso desde antes de tomar posesión efectiva en el Obispado, cuando nombra interinamente como gobernadores a varios capitulares, de los cuales fue finalmente el Arcediano de Fuerteventura, don José Viera y Clavijo, el que lo ejecutó, con sabiduría y discreción, según el parecer general.
Giró visita pastoral a todas las islas, siendo modelo la que hizo en Gran Canaria, especialmente se expone la de Arucas, y siempre desarrollaba el mismo proceso. Confirmaciones, revisiones de libros parroquiales, aprobaciones de cuentas, revisados por el visitador general y mandatos. Los mandatos incluían invariablemente los siguientes aspectos: Cuidado y decencia de los objetos litúrgicos, conferencias morales para el clero, explicaciones a los fieles del Catecismo de San Pío V, los domingos y festivos.
Consciente don Manuel Verdugo de las dificultades que tenían los párrocos para ejercer su misión, especialmente la visita a los enfermos, por la geografía de las islas, determinó y llevó a cabo la creación de diferentes parroquias. En Lanzarote, creó la de San Ginés, en Arrecife. En Gran Canaria, la de San Mateo, San Miguel de Valsequillo. San Antonio de Padua, en Mogán. Santa Lucía, en Tirajana. La Candelaria, en Ingenio. En tiempos de don Manuel Verdugo, la imagen de la Virgen del Pino bajó cinco veces a Las Palmas de Gran Canaria. Dos por motivos de sequía, dos por epidemias, y dos por razones políticas y patrióticas.
En abril de 1808 dio lugar el famoso motín de Teror a causa de la restauración del templo. Este detalle se explica muy bien en el libro. También hubo polémica entra las parroquias de Gáldar y de Teror, por razones de procedencia de las imágenes que acompañaban a la Virgen del Pino en su desplazamiento a Las Palmas.
El Obispo empleó su mano pacificadora y resolvió salomónicamente el litigio. La misma labor pacificadora ejerció entre los Cabildos de Gran Canaria y de Tenerife por cuestiones de autoridad ante la Junta Suprema de Sevilla. El mérito mayor de esta obra el esclarecer la preferencia de don Manuel Verdugo a la corriente ideológica llamada Catolicismo Ilustrado.
Esta nos demuestra su manifiesta aversión a la superstición e ignorancia. Cuando las Cortes de Cádiz suprimen el Santo Oficio, les felicita efusivamente, cumple el Obispo la Orden de quemar los sambenitos y otros signos que estaban guardados en la Catedral. También es significativa su pertenencia a esta corriente ideológica en su ingreso en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, y su biblioteca con obras del francés Opstraet y Melchor Rafael de Macanaz, entre otros, también evidencia esta corriente en la que él estuvo inmerso. Ante la evidente ignorancia del pueblo, Verdugo creó escuelas, como las de El Carrizal y Temisas, dotándolas económicamente.
Se preocupó del bienestar, limpieza, y alimento de los niños expósitos del hospital. Se preocupó de obras públicas en su ciudad, como fue la canalización del agua de la Fuente de Morales para que llegaran en condiciones higiénicas a los pilares de la ciudad. Abrió al público la calle hoy llamada de Codina, comunicando por esa zona los barrios de Vegueta y Triana, con un hermoso puente de piedra trazado y ejecutado por Luján Pérez, todo pagado con fondos personales y de la Mitra.
Don Julio nos aporta tres cartas interesantísimas referidas a la decisión y ejecución de parte del Obispo Verdugo de la introducción y distribución de la vacuna contra la viruela en todas las islas. Todo lo pagó con fondos de la Mitra, esto nos señala que nuestro Obispo no solo como un benefactor sino como un hombre de visión adelantada a su tiempo. Otras obras que habría que enumerar entre muchas más fueron el arreglo y mejora de la Plaza de Santa Ana, la restauración y ampliación del Seminario Conciliar, y la construcción del primer cementerio de Las Palmas que estuvo en San Cristóbal junto a la ermita homónima. No pudo, sin embargo, ver realizado uno de sus sueños, la construcción de un precioso tabernáculo en mármol de colores de Génova que ocuparía el centro del edificio catedralicio. A él destinó ocho mil pesos que por distintas razones no se llevó a cabo.
El 27 de septiembre de 1816, a las cuatro y diez de la tarde, murió en su casa palacio el Señor Obispo Don Manuel Verdugo. Don Julio no solamente nos hace el relato de las circunstancias del doloroso deceso, sino que fiel a su deseo de transmitir a la autoridad la reproducción documental de lo acontecido, nos aporta copia facsímil de los acuerdos e incidencias ocurridos en el cabildo catedralicio con este motivo. Las campanas de la catedral y demás iglesias tañeron a difuntos aquella tarde y los dos días siguientes. Para mostrarlo a los fieles se organizó una procesión con el cadáver que portado por seis sacerdotes, desfilaron por la Plaza de Santa Ana camino de la ermita del Espíritu Santo. Desde ahí bajaron hasta la Casa del Conde en la calle de Los Reyes, desde donde se dirigieron de nuevo por la trasera de la Catedral al Palacio Episcopal, en el que se levantó un sencillo túmulo.
Por parte del clero regular y secular se fueron sucediendo el resto de las vísperas de difuntos y otras oraciones. Las honras fúnebres en la Catedral previas a su enterramiento fueron muy solemnes y se vieron concurridas por un numeroso público que le mostró su afecto y aprecio, tal como lo habían hecho en las lejanas fechas de su entrada solemne en la ciudad.
Al autor de este libro le conmueven las frases escritas al cumplirse el primer centenario de su muerte en 1916 por don José Batllori y Lorenzo. Entonces dice Batllori: “Permanecieron mudas las campanas de la torre que él había construido gracias a la generosidad de don Manuel Verdugo. La ciudad y la isla que habían sido favorecidas por la munificencia y generosidad de este prelado, no han tenido ni un homenaje, ni un recuerdo, para este gran patriota”.
Hoy, don Julio con su esfuerzo y su obra, ha sepultado para siempre este negro baldón con la celebración de este segundo centenario. Ahora si sonaron las campanas y en su memoria se celebró una solemne misa aniversario presidida por nuestro Obispo, Monseñor Don Francisco Cases Andreu, rezando al finalizar la misma una bella oración junto a su tumba.
Agradecemos y nos alegra mucho la presencia de nuestro Obispo en todos los actos celebrados con motivo de esta efeméride. El erudito estudio de don Julio Sánchez Rodríguez, termina con la aportación de varios apéndices de mayor interés y en razón a la brevedad solo enumeramos los más importantes: la célebre Carta Pastoral del 20 de noviembre de 1808, y la Circular a los párrocos de la isla de 5 de octubre del mismo año. La Pastoral tiene el gran interés de que no solo es una declaración de fidelidad a favor de Fernando VII, sino una llamada a la paz y la concordia entre las islas de Tenerife y Gran Canaria, que habían entrado en la rivalidad por cuestiones que en el fondo eran la capitalidad de las Islas Canarias. El Obispo como pastor de todos hace una llamada a la convivencia pacífica y al diálogo.
El libro finalmente cuenta con cuatro magnificas colaboraciones: la primera de ellas viene del prestigioso genealogista canario, Don Francisco Fernández de Béthencourt, y se titula Historia de la Casa de Verdugo. Este estudio arranca revelándonos el origen del apellido Verdugo que nos puede haber llamado la atención. Este apellido lo ostentó, según este prestigioso genealogista, un caballero francés embajador ante Alfonso VI de Castilla, y que originalmente figuró como Berdugo. Éste levantó su solar e hidalguía en Arévalo, provincia de Ávila. El sabio genealogista se extiende con una prolija descripción del linaje Verdugo y sus alianzas, llegando en su empeño hasta los inicios del siglo XX. La reconocida profesionalidad del diseñador de este libro, don Carlos Gaviño de Franchy, nos deleita con magníficos grabados y reproducciones de cuadros y otros que tienen además el valor añadido de ser una primicia en su conjunto.
La segunda colaboración nos viene del prestigioso heraldista canario don Juan Ramón Rodríguez-Pamo y Guerra del Río, y versa sobre los emblemas heráldicos del Obispo don Manuel Verdugo. Nos atrevemos a afirmar que este especialista lleva a cabo un estudio exhaustivo del mismo, no solo nos proporciona el número de piezas que lleva su escudo sino el lugar en que se encuentran y la historia de los mismos. Como en todo el libro, hay que decirlo de nuevo, las reproducciones fotográficas, ilustraciones y grabados son de un carácter exquisito.
La tercera y cuarta colaboración se une en una sola referida al legado artístico del Obispo Verdugo, son sus autores dos profesionales muy reconocidos: el doctor don Juan Alejandro Lorenzo Lima y el doctor don Jesús Pérez Morera. Don Juan Alejandro aborda, entre otros, el referido a la pintura, y en concreto al famoso retrato del Obispo Verdugo. Destaca como el más importante el que hoy se encuentra en la antesala de la Sala Capitular, donado al Cabildo Catedral por uno de los familiares del Obispo, el General don Santiago Verdugo Pestana. Durante mucho tiempo este cuadro se atribuyó aunque no de forma unánime al célebre pintor Goya. Don Juan Alejandro lo atribuye después de estudios exhaustivos al mejor discípulo de Goya, Agustín Esteve. Hace este autor un estudio cuidadoso y profundo de los demás retratos de don Manuel Verdugo, firmados o de segura atribución al pintor orotavense, Luis de La Cruz y Ríos. Y para mejor iluminar la obra pictórica de De La Cruz, aporta otros cuadros de su autoría, como el dedicado a la hermana del Obispo don Pedro Verdugo Albiturría o de su sobrino Don Juan Nepomuceno Verdugo Da-Pelo. Cierra la serie pictórica el magnífico retrato del doctor don José Marcos Verdugo, tío del Obispo, y que la doctora Fraga atribuye al pintor Rodríguez de La Oliva.
Aborda finalmente don Juan Alejandro el campo de la escultura representado en la estatuaria traída de Génova y que simbolizan las Cuatro Estaciones, destinadas al Puente de Piedra que había levantado recientemente. Y con la aportación novedosa de otra estatua marmórea todavía hoy existente en los jardines de la que fue casa natal de don Manuel Verdugo, en la calle Castillo. Además en obra de madera el magnánimo Obispo encargó y pagó cien pesos al escultor Luján Pérez por un crucificado para la Parroquia de Valsequillo, hoy está en aquel templo.
Cierra don Juan Alejandro su estudio finalmente con el examen del bello diseño del Tabernáculo destinado a la Catedral y que aunque no se realizó tuvo paralelos en las islas como el que se encuentra en la Iglesia de La Concepción en La Orotava.
El estudio la platería y ornamentos que pertenecieron al Obispo don Manuel Verdugo, se citan por el doctor don Jesús Pérez Morera, considerado hoy como la máxima autoridad en este campo en Canarias. A él se debe la atribución exacta del Báculo Pastoral de don Manuel Verdugo al afamado taller madrileño de Vargas Machuca. Erróneamente antes se había atribuido al Obispo Padre Cueto. De la misma época y taller son varias piezas de plata como bandejas, jarras, cáliz, portapaz, ornamentos, etc. Se cierran las páginas de este autor con las magníficas reproducciones fotográficas de objetos litúrgicos que pertenecieron al señor Verdugo, especialmente su precioso pectoral de esmeraldas y brillantes con el que aparece varias veces en sus retratos.
Empecé estas breves y espero no aburridas líneas hablando de esmeraldas, y quiero terminar también hablando de piedras preciosas. Con la piedra preciosa que nadie nos puede robar es el sentimiento de agradecimiento y reconocimiento al trabajo de uno de nuestros más esclarecidos pastores. Hoy nuestra Iglesia y también nuestra sociedad presidida por nuestro Obispo, puede entonar un canto de alabanza al Señor por las maravillas que ha hecho. Factor muy importante y sin duda aglutinador de este evento es el libro que hoy hemos intentado presentar de la mejor manera y que se debe al reconocido historiador y entrañable amigo don Julio Sánchez Rodríguez. Muchas gracias”.
Después de la intervención del Rvdo. Don José Lavandera López, Delegado del Patrimonio Diocesano y presentador de esta obra ante el público en el Patio de los Naranjos de la Catedral, toma la palabra el autor del libro, el historiador, investigador, Rvdo. Don Julio Sánchez Rodríguez, que expresa: “Muchas gracias, amigo don José Lavandera por su extensa disertación y por los elogios de esta obra, que hace el número 27 de mis publicaciones. Gracias Señor Obispo por su asistencia y aceptar la presidencia de este acto. Me gratifica que esté presente participando y presidiendo todos los actos declarados con motivo del Bicentenario de la muerte del Obispo Verdugo, que es el número 52 del Episcopado de la Diócesis Canariense-Rubicense. Usted es el número 68, que desde 1404 a esta fecha. La continuidad apostólica es el fundamento esencial en la existencia permanente de la Iglesia.
También tengo que agradecer la participación de los coautores ya mencionados por don José y también los colaboradores que aparecen en la página 204 que son: Al Palacio Episcopal, donde hay uno de los retratos de Verdugo, Archivo Catedral de Canarias. Archivo Histórico Diocesano de Las Palmas. La Casa Museo Colón, donde hay retratos de Verdugo. El Museo Canario con la colaboración de algunas de las obras que apareen en el libro. Instituto Piadoso Jesús Sacramentado de Agüimes presidido por don Juan Artiles Sánchez, a don Francisco Héctor Alemán Álamo que nos atendió cariñosamente para poder fotografiar el Palacio Casa de Verdugo.
Y a los particulares, don José Concepción Rodríguez, don Enrique Lecuona Ribot y doña Carmen del Pino Sarmiento Velázquez, dueños de la casa donde nació el Obispo Verdugo en la calle Castillo. Agradecer también a los medios de comunicación, muy generosos, tanto La Provincia que hoy ya ha publicado un artículo, y otro con mi firma el 29 de septiembre cuando se celebró el Bicentenario. Y Canarias 7 que publicó un excelente artículo de don Juan José Laforet, Cronista Oficial de Gran Canaria y de Las Palmas de Gran Canaria.
También a la emisora de la Cadena COPE, a Radio Tamaraceite, que me hicieron sendas entrevistas y por supuesto a la página web de la Diócesis que ha propagado diversos actos. Lo mismo que a la Real Sociedad Económica de Amigos del País que a través de su página ha comunicado a todos los socios la celebración de estos actos. Finalmente felicito como ya también lo ha hecho don José Lavandera, al editor, don Carlos Gaviño de Franchy y a su hija Claudia por su excelente trabajo en el cuidado y maquetación del libro que lo hace atrayente, bello y agradable.
Este libro como todos los que publico ha querido conjugar letra e imagen, historia y arte. A todo ustedes amigos míos gracias por su asistencia y atenciones”.
Interviene el Señor Obispo de la Diócesis de Canarias Mons. Don Francisco Cases Andreu que cierra el acto con las siguientes palabras: “Buenas noches. El otro día tuve que intervenir en este mismo sentido en la Real Sociedad Económica de Amigos del País y posiblemente vaya a decir lo mismo porque es realmente lo que siento yo cuando me encuentro en circunstancias como esta. Me pasó exactamente igual con el libro sobre el Obispo Servera, el otro Obispo alicantino que han tenido ustedes aquí. Aquel la fortuna de tenerlo porque tantas cosas debe la Diócesis al Obispo Servera. Y tantas cosas se deben al Obispo Verdugo. Me da la impresión de aquella famosa frase de: <
Es decir, los que nos han precedido eran personas de una gran talla y lo digo subrayando estos dos obispos en los que particularmente los he tenido que conocer más por las circunstancias como a Tavira, a quién dedicó la tesis doctoral don Juan Carlos, el formador del Seminario, también de esta preciosa serie de obispos del Catolicismo Ilustrado.
El otro día en la Real Sociedad Económica de Amigos del País le llamaba Obispos Alcaldes, y es porque una vez me hicieron una observación explicándome la reforma del Hospital de San Martín, ese hospital imponente cercano aquí que fue por la iniciativa del Obispo Servera. Yo andaba sorprendido de que eso lo hubiera hecho el obispo, mandado hacer por el obispo, y me decía ¡qué bárbaro! Los obispos tenían los diezmos y primicias y yo pues, respondí, ya ve usted para qué empleaban los obispos los diezmos y primicias, para beneficiar al pueblo al que ellos gobernaban con hospitales como esos.
Eran otros tiempos, eran obispos alcaldes. Don Julio en su libro y don José Lavandera en este momento nos han subrayado de conducciones de agua, de la torre norte de la Catedral mandada hacer por este Obispo Verdugo. Yo el otro día comentaba un poco avergonzada, yo no puedo pagar ni las ventanas de la primera planta, y es verdad pero es que estamos en otro mundo, es otra situación. Realmente ellos beneficiaron muchísimo al pueblo. Eran obispos señores, él fue el último del Señorío de Agüimes. Pero realmente gobernaron con corazón de pastores y esto lo quiero subrayar. Fueron obispos señores y obispos alcaldes porque les tocó el momento y ellos lo aprovecharon así, pero hicieron mucho bien a su pueblo tratándolos de corazón, con corazón de pastores. Es decir, obispos alcaldes con corazón de pastores.
Yo eso he visto en las intenciones e iniciativas de los obispos a los que con tanto valor, con tanta exactitud, con tanta precisión, don Julio ha dedicado tantas y tantas horas de vela y de sueño. Yo siempre le pregunto y ¿Usted cuando duerme? Porque no sé cuándo duerme, no es posible tanto trabajo. Yo le doy las gracias a don Julio, además, se las doy como persona y como obispo, sabiendo lo que estoy queriendo decir. La Diócesis está realmente en deuda con don Julio por este trabajo, por éste y todos los que le han precedido.
Está sacando a la luz muchísimas cosas que posiblemente algunas se sabían, pero no están sacadas a la luz como él lo está haciendo, por eso la Diócesis está realmente en deuda y yo quiero subrayar el agradecimiento de la Diócesis por el trabajo que está haciendo. Además, quiero felicitarlo porque este trabajo lo está haciendo exquisitamente, lo está haciendo con un gusto, busca y tiene los colaboradores, grupos de colaboradores de mucha calidad, y está haciendo las cosas con una gran calidad.
Gracias y felicidades son las palabras con las yo quisiera de verdad subrayar esto. Yo me siento cabalgando a hombros de gigantes y realmente me siento pequeño cuando ante estas figuras no tenemos más que motivos para felicitarnos de las raíces que hemos tenido, de la historia de la que provenimos, la historia de la que formamos parte.
No fueron momentos fáciles, le tocó a Manuel Verdugo los años inmediatos de la Revolución Francesa, le tocó los aires de separación de la que llamo la Diócesis de al lado, algunos le llaman la Diócesis de enfrente. Yo siempre digo que es la Diócesis de al lado, en su tiempo fue cuando sonaron las campanas para separar e inmediatamente después de su muerte se nombró el primer obispo auxiliar que gobernaría la Diócesis de Tenerife.
Es decir, quiero subrayar que no fueron tiempos fáciles, lo que parece que debía ir sobre ruedas, pero quisiera terminar con las palabras que él dirige a los canónigos que espera su ayuda para gobernar la iglesia como vivió la primera comunidad cristiana en la que tenía solamente la caridad como móvil o fundamento de toda su vida.
Esa preciosa carta que dirige al Cabildo subraya como lo que él quiere es hacer de la comunidad cristiana un reflejo de la primera comunidad donde estaban los apóstoles, en la que era la caridad el principio de toda la vida.
Gracias don Julio, felicidades don Julio y felicidades a todos. Muchas gracias”.
Finalizadas las intervenciones de la mesa de presentación que preside el señor Obispo de la Diócesis de Canarias, Monseñor Don Francisco Cases Andreu, se ofrece un brindis al público asistente a este acto. El autor de la obra es requerido para la firma y dedicatoria de esta edición que se adquiere en el mismo instante en la Sala de los canónigos. Don Julio con palabras emotivas expresa su agradecimiento y se dispone en un ámbito distendido a abrir un diálogo contestando las preguntas en torno a la obra presentada de su autoría.
Realmente una interesantísima obra de carácter histórico, religioso, artístico, y de un atractivo especial por tratarse de la biografía y obra de un hombre, el único obispo canario que sirvió a su pueblo, a sus gentes, desde la vocación eclesiástica, religiosa, civil y ciudadana, ya que como bien se ha expuesto durante el programa que conmemora el Bicentenario de su fallecimiento, Don Manuel Verdugo y Albiturría fue uno de los escogidos por el destino para luchar por la ciudadanía entendiendo la caridad, la comprensión y la cultura como fundamentos necesarios para la extensión de la fe, de la supresión de las barreras que en aquella época aún procedían del Régimen Antiguo y dar a conocer, aplicar y perseverar en los avances que como Obispo del Catolicismo Ilustrado, su conciencia de buen cristiano, ejemplar católico y como canario, hombre del pueblo, aportó lo mejor de su preparación, ministerio y generosidad humana.
Un obispo para recordar y estudiar su biografía, tenemos un elemento, una herramienta bibliográfica que don Julio Sánchez Rodríguez nos ha depositado en las manos y como decía el Señor Obispo, debemos felicitarnos por ello.
Enhorabuena Don Julio, y muchas gracias.
Jesús Ruiz Mesa es colaborador cultural de TELDEACTUALIDAD.
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