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Imagen de la visita guiada de esta tarde a la ermita de San Antonio (Foto TA) Imagen de la visita guiada de esta tarde a la ermita de San Antonio (Foto TA)

Desempolvando la historia de la ermita de San Antonio

El templo, de estilo mudéjar, acogió hoy una visita guiada por Pedro Quintana Andrés

Dojeda Miércoles, 21 de Septiembre de 2016 Tiempo de lectura:

TELDEACTUALIDAD
Telde.- Una treintena de personas participó este miércoles en una visita guiada por la histórica ermita de San Antonio de Padua a cargo de Pedro Quintana Andrés, profesor de Secundaria y doctor en Historia Moderna por la ULPGC. Una actividad que forma parte de la Semana Cultural impulsada por la Sociedad El Tabaibal en colaboración con Tyldet y el Ayuntamiento de Telde.
 
El grupo, con las concejalas Celeste López y Marta Hernández presente, se adentró en la historia de este templo, de titularidad municipal y cuya restauración culminó en 2015, de estilo mudéjar y que data de finales del siglo XVII.
 
Para rematar la jornada, tuvo lugar una degustación de quesos canarios y vinos en la sede de la entidad recreativa y cultural de San Antonio. Un convite ofrecido por la bodega Plaza Perdida.
 
Historia de la ermita de San Antonio
La ermita forma parte de un conjunto de tapias, almenas, portalones y escudo. Su construcción fue promovida por la familia Castillo-Olivares, descendientes de los conquistadores Hernán y Cristóbal García del Castillo, en un solar situado a escasos metros de su hacienda particular Tres Suertes.
 
Desde su edificación y hasta la década de los 80 del siglo XIX, la ermita de San Antonio estuvo vinculada al antiguo Mayorazgo fundado por Cristóbal García del Castillo. Al fallecer el día 4 de enero de 1880 José maría del Castillo-Olivares, último y duodécimo poseedor de la citada institución familiar, la obra religiosa y la finca pasaron a propiedad de una compañía comercial inglesa. Algo más tarde, en 1889, los bienes de la firma londinense en el lugar del Tabaibal fueron adquiridos por Antonio de la Nuez Romero, a quien el Obispado de Canarias le concedió el patronato de la ermita a condición de que la cuidara, aseara y dotara de los ornamentos necesarios.
 
Según el investigador Pedro Hernández Benítez, las referencias manuscritas más antiguas del inmueble datan del primer tercio del siglo XVIII. En el Libro Primero de procesiones del Archivo Parroquial de San Juan se dice que “en el año de 1734 el beneficiado de aquella parroquia iba en procesión a la ermita de San Antonio”. También el aludido sacerdote teldense cita en su obra magna ”Telde: sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos” que Alonso Olivares Lezcano instituyó en el templo de San Antonio tres capellanías que fueron reducidas a una en 1851, siendo patrono del mismo José del Castillo-Olivares Falcón, cuyos restos reposan en el sepulcro de losa de mármol blanco que se encuentra en el pavimento, al lado del altar.
 
El valor aproximado de la ermita a principios del siglo XX era de 200 pesetas, según se recoge en el Libro de Inventarios del archivo religioso de San Juan de Telde.
 
Descripción arquitectónica y artística
Desde el punto de vista arquitectónico, la ermita de San Antonio es una fábrica en la que se repiten los cánones estilísticos empleados en otras edificaciones de estas características, también ligadas al Mayorazgo, como es el caso de las ermitas de Juan Grande (San Bartolomé de Tirajana) y de San José de Las Longueras (Telde).
  
De planta rectangular, luce una sola nave de reducidas dimensiones, con cubierta exterior a dos aguas de tejas curvas, a la que se une por su lado sur una pequeña habitación cuadrada, de techo plano, que sirve como sacristía. En la fachada principal del templo, orientada al Oeste, se abre la portada de tea, de dos hojas decoradas con tachones de hierro, que está encuadrada por un arco de medio punto de cantería gris que descansa sobre dos soportes laterales del mismo material.
 
El frontis está rematado en su extremo superior derecho por una pequeña espadaña, también de cantería gris que exhibe un hueco en forma de arco de medio punto donde se asienta la campana.
 
Podemos aún hoy apreciar el suelo de piedras original, por una puerta lateral del muro que conduce al complejo arquitectónico al que pertenece la Ermita en un origen. Actualmente no se ha rehabilitado, estando en un estado grave de conservación.
  
En el interior de la ermita, pobremente iluminada por una diminuta venta a modo de saetera abierta en la pared sur, el austero artesonado de tea que reviste la techumbre y la piedra azul del suelo contribuyen a crear un ambiente especial que anima al recogimiento y a la oración. Posee un púlpito de tea con escalera de balaustres, probablemente de principios del siglo XIX, y pila de agua bendita de cantería. En el testero del presbiterio se encuentra el altar, realizado en maderas policromadas, que alberga un lienzo con la figura del santo franciscano bajo cuya advocación se halla la ermita.
 
Atendiendo a lo limitado de la superficie de la edificación, es de suponer que la riqueza de bienes muebles no es importante. Sin embargo, posee ciertos objetos de un valor artístico e histórico estimable. Es el caso de una pequeña escultura de madera policromada del apóstol San Pedro, catalogada como de la segunda mitad del siglo XVIII, al igual que las imágenes de la Virgen y de San José; una talla de San Juan Bautista, de tamaño diminuto y factura primitiva; una cruz franciscana de madera cubierta con piezas de nácar, y, finalmente, el citado cuadro de San Antonio del altar y una pintura que reproduce una sagrada conversación, seguramente de los últimos decenios del siglo XVIII.
 
A modo de epílogo, integrante de un entorno donde las almenas de las tapias sobresalen como singular elemento decorativo y en el que se da un vínculo equilibrado del mampuesto encalado y la piedra labrada con la madera y las tejas, la ermita de San Antonio de Padua es un modesto pero representativo exponente de la arquitectura religiosa mudéjar, lo que obliga a todos a perpetuar su recatada estampa.
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