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Un momento de la visita guiada por San Francisco (Foto Jesús Ruiz Mesa) Un momento de la visita guiada por San Francisco (Foto Jesús Ruiz Mesa)

El preciosismo de San Francisco

El cronista protagoniza una visita guiada por uno de los barrios más mágicos de Telde

PePiTA Lunes, 25 de Julio de 2016 Tiempo de lectura:

TELDEACTUALIDAD

Telde.- La Casa Museo León y Castillo volvió a deleitar a propios y a extraños con una bucólica visita guiada por el barrio de San Francisco. Allí, el cronista Antonio María González Padrón hizo gala de sus amplios conocimientos sobre este bello paraje. 

 

Ruta guiada por el otrora Altozano de Santa María La Antigua de Telde

por Jesús Ruiz Mesa

Dentro de los recorridos histórico-literarios y etnográficos que la Casa Museo León y Castillo de Telde vienen realizando este verano, y enmarcados en el programa de actividades culturales desarrollados fuera de la fuera de la institución museística teldense perteneciente a la Red de Casas Museo del Cabildo de Gran Canaria, después del realizado en una visita reciente a las construcciones militares durante la II Guerra Mundial en la costa teldense, la tarde del jueves 21 de julio, el barrio conventual de San Francisco recibió a un grupo de treinta personas, visitantes que fueron guiados por el Cronista Oficial de Telde y director de la Casa Museo, D. Antonio María González Padrón.

Un amplio recorrido por el corazón de esta joya histórica urbana y secular teldense de San Francisco, que guarda una verdadera historia particular y bella en sus principales accesos, calles, callejones, plazas, recovecos y sobre sus propias piedras, losas, techumbres, azoteas, a la sombra de las vetustas y encaladas paredes entre cruces, balcones, tejas, almenas, crucerías, buganvillas, etc. Al caer la tarde, cuando la noche cubre de oscuridad el entorno y el silencio nos deja escuchar el rumor del viento, francamente se hace mágica, misteriosa y llena de cierto encanto que la historia nos retrotrae a otros tiempos, sin ni siquiera salir de este barrio, a pocos metros de la red urbana del otro casco histórico fundacional de San Juan de Telde.

 

Comenzada la ruta en la Plaza de San Francisco conocida antiguamente por Plaza del Convento, a la sombra de la fachada sur de la iglesia conventual de San Francisco o Santa María La Antigua, frente al edificio que guarda las reliquias arquitectónicas de la antigua y primitiva ermita dedicada a la Virgen, junto al ventanuco del limosnero y al otro lado el de los jornaleros o de los diezmos, con el rumor del agua que caía en la fuente redonda del centro de la plaza, el Cronista inicia su disertación por los caminos y orígenes de este emplazamiento urbano desde que allá por el siglo XV, después de terminada la conquista de Gran Canaria hay un primer asentamiento en la llamada Vega Mayor de Telde.

 

El Cronista hace entrega a los visitantes de un folio donde se refleja a modo de síntesis la historia y guía aproximada al sitio que visitan donde con el título de “El barrio de San Francisco, Otrora el Altozano de Santa María La Antigua de Telde”, se expresa lo siguiente:

 

“En la primavera verano de 1483, terminada la conquista de Gran Canaria, se asientan en la Vega Mayor de Telde los Caballeros de la real Hermandad de Andalucía. Ordoño Bermúdez, Pedro de Santiesteban, Hernán y Cristóbal García del Castillo, los hermanos Palenzuela y Bartolomé de Zurita, entre otros. La ciudad surge en torno a la llamada “Torre de la Conquista” y al paramento que la circunda. En su interior se erige un pequeño templo de caña y barro dedicado al Señor San Juan Bautista. No muy lejos de allí en el Altozano, se construyó un poco más tarde la Ermita de Santa María la Antigua, que pasado el tiempo los franciscanos la utilizan como simiente de su Convento de la Caridad.

 

Desde 1500 al 1600 el barrio surgido en torno a la primigenia ermita no hizo sino crece diferenciado del de San Juan. Si éste estaba habitado por gente noble y poseedora de grandes datas de tierras y aguas, el otro se convirtió en el espacio urbano preferido para artesanos y labriegos de condición humilde. A partir de 1610 con la llegada de los Franciscanos, algo cambió en ese lugar. Algunos le seguían llamando el Altozano de Santa María La Antigua, pero otros lo trocaron por San Francisco, nombre por el que actualmente se le conoce.

 

Calles angostas y serpenteantes, plazas cuadriculares las unas y triangular la otra. Espacios para el esparcimiento común y el encuentro vecinal, todo ello pavimentado con rústicos guijarros de barranco en forma de adoquines. Casa blancas de azoteas y techos a dos aguas cubiertos por teja árabe. Y las labores de carpintería de sus puertas y ventanas pintadas las que más de verde, aunque también las hay moradas, “canelas” y alguna que otras barnizadas. La cantería gris o parda se reserva para dinteles y quicialeras de vanos de muy diversa hechura y dimensión. Paz y sosiego en su entramado urbano, en donde las rúas pueden ser similares a calles o a estrechos callejones, en donde la madre selva, el jazminero y la buganvilla hacen acto de presencia. No existe una sola visión del Barrio de San Francisco, sino tantas como la luz solar produce al estrellarse sobre los altos tapiales y los sencillos frontis de sus casas, Ermita e Iglesia Conventual. Y después, y siempre las cruces. Las hay de todos los tamaños y formas. Unas sobre esbeltas almenas anunciando la hidalguía de los moradores de las viviendas que tras ellas se esconden, otras colgando de paredes y anunciando el omnipresente Viacrucis.

 

Acequias, viaducto y estanques, refrescan el ajetreo diario de sus gentes y crean pequeños espacios de ubérrima vegetación, en donde los cañaverales, las palmeras, los cítricos, las mangas, los aguacateros, los papayeros, y el siempre eterno platanal, nos sorprenden por doquier en bien labradas huertas. Al decir de Olivia Stone, es “como si en Telde se volcara el carro de la primavera en pleno estío”. Esta descripción, aunque parezca exagerada, no deja de ser una aproximación a lo que siente el visitante al recorrer, un día cualquiera, este verdadero museo de naturaleza y arquitectura popular que es parte del Conjunto Histórico-Artístico Nacional de la denominada Zona Fundacional de la Ciudad de Telde”.

 

El Cronista de Telde Antonio María González Padrón en su disertación nos acerca a las primeras zonas donde ocuparon estos espacios los aborígenes, que denominados del Faycanato de Telde, ocuparon estos espacios de la llamada Vega Mayor de Telde, como vega fértil, Vega Mayor, a diferencia de la Vega Grande del Sur, porque no había otra zona dedicada al cultivo como era la de Telde que tuvo grandes núcleos de población aborigen como Cendro, Tara, el Bailadero o Baladero, también en núcleos en la misma costa, playa de La Garita, Melenara, Taliarte, en Gando Tufia y en las Cuevas de Calasio, Barranco de Silva, pero la más numerosa en torno a lo que hoy es Cendro y Tara, donde vivía el gran Faycan.

 

Una parte fundacional del Telde actual comienza el 7 de noviembre de 1351 con la arribada a Gando o Melenara de los frailes mallorquines y de ahí la inscripción del escudo Fortunatarum Prima Civitas et Sedes, la primera ciudad y sede episcopal de Canarias, elevada por su santidad Juan Pablo II a rango de Ciudad Arzobispal, existe un arzobispo que hoy es el ministro de asuntos exteriores del Estado Vaticano. La ciudad tuvo una segunda función que se puede ver en la estancia durante cincuenta años de catalanes y mallorquines, aunque somos una fundación castellana, con mezcla de andaluces, gallegos, vascos, etc. Se funda la Ciudad de Telde en la primavera verano de 1483, hacía ya cinco años que los castellanos llegaron un día de San Juan, celebran la primera misa fundan el Real de Las Palmas y se dirigen hacia el sur, aunque les informan que se encontrarían con aborígenes de Telde que les esperaban para entablar batalla.

 

Hablando del siglo XV-XVI, la ciudad se funda con tres núcleos, uno principal donde están los hombres que más datas de agua y tierras tienen, el núcleo de los trabajadores que dependían de los señores y propietarios, que ocuparon el barrio alto, el de Berbería o de Los Llanos, llamado así por la estancia de los negros esclavos o de bebería para las labores de la caña de azúcar, y el núcleo de San Francisco. Los primeros pobladores después de la conquista, en Gáldar fueron los de la Orden de Santiago, castellanos viejos, a Telde llegó la Real Hermandad de Caballeros de Andalucía.

 

En el núcleo urbano de San Juan las calles actuales son las del siglo XVI, las de León y Castillo, la calle de La Cruz o Licenciado Calderín, y Conde de la Vega Grande, las tres mejores calles, después la ciudad creció anárquica. Las casas tenían una fachada principal con balcones, eran techados hasta el siglo XIX. En San Francisco se adaptaron al terreno de este Altozano que se sobreponía sobre un terreno de lapilli o picón. En San Juan se edificaron casas de un solo piso con tejas y una huerta, algunos con dos patios, eran casas señoriales. En San Francisco eran más pequeñas destinadas a otra clase social. Lo primero que se construye en San Francisco es una pequeña ermita para albergar una imagen de la Virgen que alguien encuentra en las cuevas de Taliarte en torno al año 1500, una imagen pequeña de terracota encontrada por un pastor que la trae a San Juan y luego la depositan en San Francisco, la nombran Virgen de La Antigua.

 

En torno a esta imagen surge una pequeña ermita hoy a la izquierda de la plaza frente a la iglesia conventual, con dos elementos arquitectónicos característicos de las ermitas castellanas y andaluzas al final de los pueblos, el Humilladero. Ermita con sacristía y limosnero, un ventanuco y una puerta que daba acceso al espacio donde habitaba el ermitaño que cuidaba de la ermita. Este fue el origen del barrio. En 1610 Fray Juan Felipe, un fraile franciscano, consigue del Ayuntamiento de Telde que le concedan un espacio para crear un convento franciscano. Los franciscanos entregaban al mediodía la llamada sopa boba para alimentar a los pobres de solemnidad. Hubo una escuela donde se daban clases de ética, filosofía, matemáticas, latín, griego, arameo, teología, donde estudiaban los pudientes.

 

Los franciscanos construyen la iglesia de una nave y más tarde el convento cuando consigue más categoría se añade otra nave. Fundan este convento con trece frailes, manteniendo el voto de pobreza y con la superioridad de un fraile guardián. Con el tiempo se abre el acceso a las dos naves a través de una puerta neoclásica del siglo XVIII, reinando Carlos III. Recientemente se hacen reformas y se hace el empedrado siguiendo dibujos y diseños del artista teldense José Arencibia Gil, autor de la fuente central de la plaza y empalizadas en torno a estos espacios desde donde se divisan las huertas y torres de la Basílica de San Juan Bautista.

 

Encaminada la ruta desde la Plaza delante de la entrada de la Iglesia Conventual y bajando por la calle de San Francisco, antiguamente la calle Larga, y así figura en algunos documentos de siglos XVII-XVIII, igual que la denominada Plaza del Altozano, que cuando se crea la iglesia pasa a llamarse Plaza del Convento, topónimos que van cambiando con el tiempo.

 

Se hace una parada en la entrada de la calle Ynes Chimida, que baja hasta San Juan por el acueducto y la ermita de San Pedro Mártir de Verona. El Cronista diserta sobre el desarrollo arquitectónico de los inmuebles, empedrados de las calles, y una primera cruz en verde, así como los primeros diseños del barrio realizados por el pintor y artista teldense José Arencibia Gil. Se desciende hasta el emplazamiento del gran laurel de Indias o árbol bonito, el crucero de terracota y el cruce de Tres Casas, calle Nueva, bajaba paralela a la antigua acequia llegaba hasta la zona baja, más tarde se nominó este acceso de Ynés Chimida, hija de un capitán portugués y una aborigen que en siglo XVI creó el llamado hospital de la Caridad de Telde o de San Pedro Mártir de Verona a la entrada de la ciudad, hoy Sala de exposiciones y actos culturales. Calles de La Fuente y Huerta, para ascender por Altozano, dejando el callejón de Travieso, y llegar hasta Carreñas, girando por Portería para llegar a la plaza de San Francisco, ya, bajo la noche que descubre los encantos nocturnos de este barrio emblemático de San Francisco de Telde.

 

Se encuentran en este itinerario casas muy antiguas que conservan la arquitectura del siglo XVII, XVIII y XIX. Otras han sido rehabilitadas y elementos añadidos como gárgolas, enrejados, balcones, azoteas, tejados, fachadas que adornan con piezas de alfarería, cántaros, macetas, etc. Se encuentran numerosas cruces de dos categorías, las que se colocan sobre almenas, en un significado recordando la hidalguía y fortaleza de la familia que ocupa la casa o mansión, con una gran portada almenada y una cruz como entrada a la propiedad. Las otras cruces sobre los tapiales recordando el Vía Crucis o Camino de la Cruz de Cristo. Palmeras, árboles, que significaron acontecimientos como el ciprés que da sombra en la esquina de Ynes Chimida, plantado en los años 50, veraneando el poeta Saulo Torón tuvo lugar aquí una reunión de poetas y se leyó el poema El Ciprés de Silos, de Gerardo Diego; el poeta teldense Saulo Torón plantó este ciprés recordando aquel momento literario:

 

“Enhiesto surtidor de sombra y sueño/ que acongojas el cielo con tu lanza./ Chorro que a las estrellas casi alcanza/ devanado a sí mismo en loco empeño./ Mástil de soledad, prodigio isleño,/ flecha de fe, saeta de esperanza./ Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,/ peregrina al azar, mi alma sin dueño”.

 

Casas terreras que fueron aumentando sus alturas con diferentes sillares, canterías, en las esquinas que denotan sus perfiles y tiempos de los personajes que las habitaron. Hubo un recinto que ocupó la Casa Cuartel de la Guardia Civil, durante la Guerra Civil se trajo a la Guardia Mora, Regulares de África que estuvieron desde 1936 al 1946. Se aprecian unas piezas escalonadas rematadas con losetas instaladas hace poco tiempo, hacían de monteras recordando las que había para subir a las caballerías.

 

La parte trasera de una de las mansiones con que cuenta el barrio de San Francisco, la Casa de Los Sall, familia de doña Dolores Sall, se establecen en Telde aumentando esta propiedad construyen una casa neoclásica, huerta y jardín, con casa para el guardián y el hortelano. Un portalón con acceso de escalera de cantería que culmina con un pequeño rosetón sobre el tímpano triangular a modo decorativo todo en estilo neoclásico. Este gran espacio recientemente rehabilitado en espera de ejercer sus funciones como centro de interpretación y servicio público patrimonial. Desde Portería y en camino hacia la plaza las tenues luces del barrio de Tara se divisan por encima de los portalones, rejas y muros blancos de cruces y argollas, dejando ver la silueta de la iglesia de Tara sobre la loma.

 

Se cierra el recorrido frente a la calle donde una placa de cantería sobre la fachada de la casa que hace esquina con la calle Santa María que baja hasta la orilla derecha del Barranco Real de Telde, recuerda el paso de la familia Millares: don Juan Millares Carlo y doña María Dolores Sall y Bravo de Laguna e hijos que dieron gloria a las artes canarias.

 

Un interesante, didáctico y práctico recorrido por el corazón del barrio conventual de San Francisco que de la mano del Cronista Oficial de Telde, llenó de conocimientos sobre el desarrollo histórico, social y patrimonial de este importante núcleo urbano de la ciudad de los faycanes, añadiendo curiosidades y anécdotas propias de una sociedad que partía de unas formas de vida seculares, cuyo testimonio podemos admirar en próximas visitas anunciadas. San Francisco nos dejó sentir su latido histórico esa tarde, con la luz diurna y su misterio de silencios, presencias y ausencias que durante la noche, bajo la gran cúpula de la noche estrellada de Telde, la vieja Telle, que embruja y muestra sus huellas al visitante con cierta admiración y agradecimiento, desde donde narra sobre su propia piel de empedrados, losas, paredes en blanco, almenas, balcones y cruces en el camino, las vidas de los que por este lugar pasaron en otros tiempos.

 

Enhorabuena al Cronista Antonio María González Padrón por esta actividad cultural que favorece el conocimiento de un lugar tan bonito, emblemático, joya de la corona del patrimonio de todos los teldenses, grancanarios y canarios y que nos obliga a mantener, preservar, y cuidar lo mejor posible para las generaciones futuras, desde la colaboración de las instituciones y de la ciudadanía. Una página importante de nuestra historia urbana para admirar y sentir, para respetar y mimar, para aprender de los que escribieron sus vivencias en estas estancias y recordar que una ciudad es el reflejo de sus habitantes. San Francisco, otrora Altozano de Santa María La Antigua, en este recorrido, de nuevo, nos dejó pasear por su historia, dejemos que no se cierren las páginas de un libro que empezó a escribirse hace siglos, continuemos dando testimonio de los acontecimientos del XXI para beneficio, mejora y desarrollo cultural de toda la ciudadanía.

 

En el silencio del entorno, bajo las luces de los faroles que dejan caer las sombras de las almenas y cruces sobre los blancos paramentos, dejamos en la soledad de la noche la espadaña y portada de la iglesia conventual, el rumor del agua de la fuente que, en medio de la plaza, despide como agradecida nuestra visita. Recordando aquellos peregrinos, vecinos teldenses, franciscanos, devotos de las cruces y de esta ciudad que les vio nacer, crecer y morir, dedicarles los versos del poema Cruces de San Francisco:

 

Por el altozano ya viene la procesión,/ calle arriba, luce la luna, la noche fría,/ murmullos de rezos se oyen con devoción,/ llegando hasta el árbol de la fuente y crucería./ Sobre la blanca pared de la vetusta Tres Casas,/ una cruz de madera orienta al penitente,/ por el empedrado con tus rogatorias pasas,/ en el callejón la buganvilla pende serenamente./ Sobre tres escalones un portalón se levanta,/ otra cruz para oración y perdón reposa colgada,/ tras el muro alguien con fervor un salmo canta,/ la comitiva escucha en silencio y hace una parada./ Llegando a la plaza, Santa María de La Antigua les abriga,/ cruz de vida, cruz de muerte, calvario de gentes que caminan,/ cruces de San Francisco, vuestro vías crucis me obliga,/ hasta la última estación, esperanzados, todos peregrinan./ (del poema Cruces de San Francisco del autor del reportaje). Muchas gracias.

 

Jesús Ruiz Mesa es colaborador cultural de TELDEACTUALIDAD.

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