ANTONIO JOSÉ FERNÁNDEZ
No se me hace nada fácil escribir estas líneas. Si lo hago es por una necesidad, emocional más que racional, de expresar a Telde mi más sentido agradecimiento por las facilidades que me han dado en estos 16 últimos años para desempeñar el siempre complicado puesto de corresponsal de guerra -perdón, de prensa- en la ciudad. Mi trabajo desde la atalaya que ha supuesto ocupar una plaza en La Provincia/Diario de Las Palmas llegó este viernes a su fin.
Han sido casi dos décadas contínuas de esfuerzo, de trabajo y constancia en las que he sido testigo directo de la evolución del municipio a través de un medio en el que desembarqué un 1 de abril de 1999 con mucho más pelo...y menos barriga que la que ahora trato de ocultar debido a la manida crisis masculina de los 40.
Cuando llegué al periódico yo era un polluelo de 24 años que aún seguía viviendo en el Valle de Jinámar y que tras licenciarse en Periodismo por la Universidad de Málaga -un saludo desde aquí a la mítica II Promoción- había alcanzado rodaje y experiencia gracias a las oportunidades ofrecidas en Diario de Las Palmas, ACN Press y la cadena COPE.
Lo primero que hice aquel jueves fue acompañar a Teresa García, a quien iba a sustituir como periodista en estos lares para hacer dupla con Alejandro Zabaleta, hasta la sede de Correos en San Juan, donde había una acumulación de órdago de paquetes producto de una huelga que esa mañana compartía protagonismo con el 0-6 que España le había endosado a San Marino la noche anterior. Teresa, que también vivía en Jinámar como yo, me dejó confiada a solas con el director de la sucursal y de allí saqué una noticia que al menos insuflaba ánimo al asunto: Madrid había dado vía libre a la búsqueda de un local para reubicar el servicio de paquetería.
A aquella información a cuatro columnas -Paco Cárdenes me enseñó desde aquel momento la importancia que tienen los asuntos de afección general- le han seguido más de 15.000 artículos de todo tipo. Y es que Telde da para mucho. He podido observar la evolución de la localidad, pero también su decadencia. Me ha tocado vivir, tanto para lo bueno como para lo malo, las miserias del caso Faycán, (detenciones en directo y en exclusiva incluidas) y hasta he asistido perplejo, siempre tratando de mantener la objetividad, a las numerosas maniobras de reanimación cardiopulmonar que se le han practicado al Ayuntamiento por parte de gestores de todos los colores. Afortunadamente, no soy forense y no tengo que certificar el estado del actual paciente...
Tampoco voy a entrar a valorar ahora quién lo ha hecho peor o mejor durante estos últimos 5.840 días. Supuestamente, y salvo que se dispongan de espacios propios reservados para la opinión, no es esa la función de un periodista. Interpretar no es enjuiciar. Para eso está la ciudadanía, y fíjense que debiéramos andar ahora dando saltos de alegría porque en cuestión de un mes esta podrá emitir veredicto. Lo que se avecina no se presume fácil, pero a mí particularmente me chiflan las elecciones: Siempre les anteceden media docena de asfaltados y otros tantos repintados...
Ironías aparte, solo me queda ahora agradecer enormemente la ayuda que todos me han prestado por estos lares para tratar de hacer de la mejor manera posible el trabajo que un día me encomendó otro teldense, Diego Talavera, tan interesado por lo que acontecía en su tierra. Desde la clase política hasta el personal municipal pasando por los representantes vecinales, los líderes de los colectivos culturales y deportivos hasta los empresariales con su radio de acción ubicado en estos ambientados 102 kilómetros cuadrados.
A todos, gracias, muchas gracias por darme la oportunidad de formar parte de la historia contemporánea de Telde a través de mi bolígrafo y de una cuarteada agenda en la que ya cuento mil números de teléfonos, mil voces que atender.
Creo que no puedo tener quejas prácticamente de ninguna de ellas, aunque sí cabe la opción de que alguna vez fallase en mi enfoque (errare humanum est) y motivase más de un bramido a media mañana cuando alguno se paraba en las páginas dedicadas a Telde y se le atragantaba el café. Los ciudadanos anónimos tampoco merecen ser obviados. Para ellos también mi aplauso de reconocimiento ante la cortesía y el buen trato que me dispensaron, quizás en momentos no muy adecuados para ello, como cuando algún luctuoso suceso los convertía en protagonistas. Si en alguna ocasión la pasión profesional cegó otra serie de valores más perentorios, sólo puedo pedir ahora que me disculpen.
En La Provincia he tenido el placer de compartir el hueco para Telde con más de una decena de compañeros. Ni me considero un periodista de raza ni rehuyo de los relojes. Ellos, como yo, sólo se centraron en hacer lo que les tocaba: patearse la calle, estar ojo avizor, transmitir hechos.
Ante tanta pareja de baile, atrás dejo una marca de durabilidad sólo batida hasta ahora por el director de este portal, quien aparentemente conserva su sano juicio pese a ejercer 17 años como corresponsal de esta tierra de brujas desde Canarias7. Y es que como los muebles antiguos, amigo, ya no se hace nada. Los que amen su derecho a estar plenamente informados de lo que ocurre a su alrededor deben estar tranquilos: quedan al pie de cañón un grupo significado de grandes profesionales, con Pedro Hernández, Gaumet Florido, Cristina González, Daniel Ojeda y el propio Carmelo al frente. Otros se sumarán a la tarea. Y puede que ninguno se haya criado en Jinámar, pero no importa: nadie es perfecto.
Hasta más ver!!
Antonio José Fernández Ponce es licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga y ha sido corresponsal de La Provincia/Diario de Las Palmas en Telde desde 1999 a 2015.



























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