Con la esperanza de un mundo mejor

Cuando la Semana Santa ha llegado al término de sus celebraciones sacras conmemorando la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, y hemos presenciado, unos desde las cercanías a los actos programados desde cada parroquia, otros presenciando por los medios de comunicación, los acontecimientos que recuerdan la vida del Hijo de Dios hecho hombre, con las dificultades, incomprensiones, sinsabores, por qué no, goces, felicidades, complacencias que nos ofrece el propio destino y misterio de la Vida.

 

Desde los lugares que el orbe cristiano celebra estas fechas siempre hay, como en cada ocasión, en unos más en otros menos, ciertas capacidades de reflexión, el renacer de un compromiso, y cierto que muchas veces las promesas adquiridas se van diluyendo con el tiempo, no es momento de pararse a pensar, pero si, a modo de simple penitencia, recordar que con el ejemplo de las caídas soportando la pesada carga de la Cruz, y seguir adelante, debemos continuar nuestro peregrinaje por esta tierra, por los caminos que el destino nos depare, y no abandonar la línea del horizonte, que siempre ahí lo tenemos, con luz, sin luz, con vientos, con calmas, con nubes, con claros. Pero, desde las atalayas en las que nos subimos para observar nuestras propias vidas, el sol, siempre, cada día nos alumbra desde su viaje por el cosmos en compañía de los que habitamos esta única casa global, que de momento, habitamos solitarios por el gran Universo, el del infinito espacio cósmico y el que ocupa nuestro propio espíritu.

 

Desde el Telde que habitamos en este día de Pascua de Resurrección, domingo 20 de abril, por cuyo núcleo urbano, patrimonio histórico y centro del latido social y ciudadano, de la gran urbe en que se ha ido convirtiendo la Fortunatarum Prima Civitas et Sedes, la Telle antigua, realidad y leyenda, la de las fértiles vegas y agua abundante, la de los Faycanes aborígenes que como los sapiens del siglo XXI, miraron al cielo y al horizonte marino, desde sus creencias ante el altar del almogarén, tagoror, desde las montañas y escarpadas laderas, desde la cueva más profunda, quizás buscando un porqué.

 

Hoy lo hacemos desde nuestros altares con otra visión, pero, también, con la misma fe y esperanza de perpetuar nuestro peregrinar por este mundo y renacer en la otra vida. Hemos vivido la celebración de otra Semana Santa, con la belleza de las expresiones plásticas, de quienes tocados por la sensibilidad, inspiración y creatividad nos han dejado la belleza de las mejores imágenes sacras que hablan por sí mismas, legado artístico de advocaciones y diferentes maneras de representar el mensaje evangélico, por el que recordamos la vida de aquel Hombre llamado Jesús, y las circunstancias de su último mensaje para la Humanidad, para el que fue predestinado, por el que celebramos y le recordamos en cada Semana Santa.

 

En este domingo de Resurrección y Gloria para recordar siempre, el que ha vencido a la muerte, el resucitado nos devuelva la Esperanza a la vida y consuele el sufrimiento, físico y moral de todos los necesitados. En la memoria de todos nuestros antepasados, seres queridos, presentes y ausentes, y por un mundo mejor:

 

Feliz Pascua de Resurrección

 

Muchas Gracias.