JESÚS RUIZ MESA
Telde.- El emblemático barrio conventual de San Francisco en Telde fue recorrido en sus principales calles por los jóvenes que celebraban el Vía Crucis 2014, la mañana del Viernes Santo, 18 de abril, dirigidos por José María Cabrera Pérez, párroco de San Juan.
Un grupo de feligreses, principalmente jóvenes, que, como cada año, se congregan en la Plaza de San Juan, a la salida de la Basílica de San Juan Bautista para iniciar el itinerario, con la fe, ilusión y devoción de compartir este momento, previo a la Magna Procesión del Santo Entierro que tiene lugar en la misma tarde noche.
Catorce estaciones que perfectamente señaladas por cada una de las intervenciones de jóvenes y mayores acompañantes en la comitiva, dan paso a las lecturas y reflexiones por la Palabra de la Pasión y Muerte de Jesús. Desde la primera estación: Jesús en el huerto de Getsemaní. Jesús es traicionado por Judas. La condenación de Jesús por el Sanedrín. La negación de Pedro. Jesús es juzgado por Pilato. Jesús es flagelado y coronado de espinas. Jesús carga con la Cruz. Jesús es ayudado por el Cirineo. El encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén. La crucifixión de Jesús. La promesa de Jesús de su Reino al Buen Ladrón. Jesús en la cruz, su Madre y el discípulo. Jesús muere en la cruz. Jesús en el sepulcro.
Una voluntad, compromiso de fe y devoción para acompañar al Hijo del Hombre, al Jesús en su Pasión, en su soledad, en su dolor, físico y espiritual, al Cristo que va a ser negado, al Hombre cuya misericordia, comprensión, caridad y perdón ha cubierto la faz de la tierra y aún, en aquella cruz del Gólgota, perdona la locura, incomprensión, intolerancia, egoísmo, nos deja una Madre y unos hermanos, y el mejor mensaje que nadie pudo legar a la Humanidad, el amor fraterno.
En esta mañana queremos acompañar a Jesús en su subida al monte Calvario. En palabras del Papa Francisco: Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo la Cruz de Jesús a la propia vida. Jesús con su Cruz recorre nuestras calles para cargar con nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos”.
Recorramos este camino reflexionando, recordando y orando cada realidad sufriente de nuestras familias, nuestros entornos y nuestro mundo. Pongamos al pie de la Cruz de Jesús, con la certeza de que serán transformadas como el propio Cristo.
El Vía Crucis en San Francisco, después de ofrecer las oraciones, plegarias, lecturas en el silencio de un luminoso cielo, en el precioso entorno de este blanco de fachadas de seculares historias, paredes, muros, casas, techumbres y arquitectura conventual de recogimiento franciscano, como bien reflexiona el Cronista Oficial de Telde en su obra: De Telde para el recuerdo…(1985-2007): “al recorrer una y otra vez las angostas y empinadas calles del barrio conventual de San Francisco de la ciudad de Telde, podemos percibir la perenne quietud de su historia. Cada guijarro en función de improvisado adoquín, canta los nombres de sus calles. Calles de San Francisco lugares para el recuerdo y la añoranza. Paz y melancolía, murmullo de acequias, céfiros peinantes del rico platanal. Rezos y murmullos en las cruces de madera que adornan las fachas de sus casas, restos del vía crucis penitencial de sus antiguos frailes moradores……”
El San Francisco de recorridos literarios, donde la inspiración, la sensibilidad y la palabra escrita por el verso toman partido por la oración, sobre poemas aún colgados sobre los blancos muros de almenas, balcones y cruces en el camino, poemas de mujeres canarias, poetas, escritoras, que llevaron su fe en Cristo al recuerdo eterno de su creación literaria: “Tú, Divino Señor que hijo fuiste./ Comprende el dolor que experimento./ Mirando padecer dolor cruento, /a la madre amorosa que me diste./ En todas partes tu bondad existe / Y tu poder do quier siento,/ Ya, que puedes, Señor, calmar el tormento / que padece mi madre que está triste./ Devuélvele, Jesús, la salud hermosa/ Te lo ruega una hija dolorida/ En nombre de tu madre cariñosa / Que las penas contempla condolida./Todo lo puede tu bondad sublime / Calma, Señor, la pena que le oprime. (Poema Tú Divino Señor, de Cesarina Bento).
Llegados a la iglesia conventual al abrigo de las cruces que han acompañado a la comitiva en manos de jóvenes, D. José María Cabrera en una última oración ante la Cruz salvadora, reza: El Vía Crucis no termina en la Cruz o en el sepulcro. En el sepulcro queda para siempre la muerte y el odio. Pero triunfa la vida y el amor. El sepulcro es el lugar donde los poderes de este mundo creen alcanzar dominio absoluto sobre los enemigos. Piensan que con enterrarlos, ya todo se acaba. Pero el sepulcro de Jesús es nuevo y está en un huerto o jardín que, en la Biblia, es el lugar de la vida. Los que, como Jesús y con él, son sepultados, pasan al Padre a recibir vida plena. Son las semillas que, al ser enterradas, rompen la tierra y crecen.
No permitas, Señor, que hagan de las tumbas de esta tierra lugares clandestinos de represión y muerte. Haz que esta tierra acoja en paz a nuestros muertos y a todos los muertos, y que salgan un día hacia Ti para la vida eterna.
Con el ejemplar compromiso de este grupo de jóvenes ante la presencia de la Cruz en el Viernes Santo teldense, una vez más, el Vía Crucis ha transcurrido con la mirada y la memoria colectiva de aquel hombre que con toda la carga a sus espaldas, la de la Humanidad, da el ejemplo y el ánimo para luchar, seguir adelante, caer y levantarse, y al final ponerse en las manos del Padre, en un aliento de esperanza en el mensaje de su Palabra escuchado por el barrio de San Francisco: No busquemos entre los muertos al que vive, ha resucitado.
Cruces de San Francisco
Por el altozano ya viene la procesión,
calle arriba, luce la luna, la noche fría,
murmullos de rezos se oyen con devoción,
llegando hasta el árbol de la fuente y crucería.
Sobre la blanca pared de la vetusta Tres Casas,
una cruz de madera orienta al penitente,
por el empedrado con tus rogatorias pasas,
en el callejón la buganvilla pende serenamente.
Sobre tres escalones un portalón se levanta,
otra cruz para oración y perdón reposa colgada,
tras el muro alguien con fervor un salmo canta,
la comitiva escucha en silencio y hace una parada.
Entona una canción con cierto aire de melancolía,
mujeres enlutadas y mantillas blancas relucen,
llega al corazón el verso y la oración hecha folía,
el Cristo parece temblar bajo la tenue luz, ellos piden.
Ojos llorosos miran la faz del condenado y se cubren,
pies desnudos, se duelen del lento y pesado andar,
húmedo y frío el pavimento, suben callando y sufren,
cumplida promesa, más llagas lleva el crucificado sin parar.
Llegando a la plaza, Santa María de La Antigua les abriga,
cruz de vida, cruz de muerte, calvario de gentes que caminan,
cruces de San Francisco, vuestro vía crucis me obliga,
hasta la última estación, esperanzados, todos peregrinan.
Jesús Ruiz Mesa es colaborador cultural de TELDEACTUALIDAD
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