TELDEACTUALIDAD
Telde.- De las entrañas de Gran Canaria, Valleseco para ser más exactos, vino a parar a Telde un apasionado del fútbol y un maestro con los muebles que con el paso del tiempo se convertiría en todo un referente sindical. A base de compromiso social y perseverancia, Ángel González Yánez ha escrito su nombre con méritos más que sobrados en la historia del Ayuntamiento de Telde. A punto de cumplir los 60 años, da un paso a un lado para que otros le sustituyan en la nunca bien ponderada tarea de defender los derechos de la clase obrera. Su trayectoria le hace sobrado merecedor de ser uno de los protagonistas de la serie Rostros de Telde de este periódico digital.
Es un amante la puntualidad británica y eso se le nota cuando echa un ligerísimo reproche por haber perdido, quien lo entrevista, la misma virtud. Su lamento está más que justificado, pero queda de inmediato solapado cuando se entra en animada conversación bajo las sombras de un parque de Lulú tomado por una legión de hormigas que no entiende de otoños.
La familia de Ángel vio un futuro mejor tierra abajo, y por eso se mudó pronto a Telde. Así que con apenas nueve años ya estaba él entre estas lindes, viviendo una infancia en la que no pudo disfrutar de su padre por ser emigrante y en la que la matriarca tuvo que cumplir con un doble papel con dignidad y sapiencia.
Sus piernas patearon a gusto lugares como el Lomo de la Condesa, Juan Verdugo, La Mareta - “cuando aquello no era más que un erial, sin nada de lo que hoy ofrece”, apostilla- y el barrio de La Majadilla, en cuyo entorno se afincaría de manera definitiva y donde conocería a su esposa, hace ya de eso casi cuatro décadas.
De la espátula a la porra
Yánez, como lo conoce todo el Ayuntamiento, entró en el cuerpo de la Policía Local de Telde en abril de 1980. “Yo trabajaba por aquel entonces en la construcción junto a mi hermano, haciendo frontis de granito, pero antes de ponerme el uniforme también me había ganado la vida como ebanista de muebles y, en definitiva, con cualquier cosa que saliera”.
“Se ofertaron 9 plazas y allí que fuimos”, explica. Se le pregunta entonces por pruebas físicas, en un ejercicio supino de intriga, y lanza una velocísima sonrisa. “Lo primero que tuve fue un contrato interno. Yo entré en el Ayuntamiento con una suma, una resta, una multiplicación, una división y un dictado, para que veas. Luego, eso sí, pasé unas oposiciones a la tercera, en abril de 1982. Entonces sí que tuvimos que ponernos a tono: que si subir una soga de cuatro metros, que si dar un salto de altura y otro de longitud, completar una buena carrera... y lo más complicado, pasar un examen ordinario ante tribunal y público, con 17 temas”, rememora. “Aquello era bastante exigente y la verdad es que nadie te ayudaba”.
Sin dejar de recibir llamadas, Ángel continúa con esta peculiar regresión al pasado. Habla de su primer sueldo, que apenas era de 28.500 pesetas “y que suponía casi la mitad de lo que yo ganaba en mi antigua profesión”. ¿Vocación familiar o búsqueda de estabilidad? “Pues más bien no”, contesta. “Entré por curiosidad, aunque yo ya tenía experiencia, por decirlo de alguna manera, al haber realizado el servicio militar cumpliendo funciones en la Policía Aérea entre el Paseo de Chil y Gando. Yo me vestí de policia con 24 años, después de haber dejado los estudios en el Arencibia Gil y con Santiago Valido en San Juan, y ya llevo casi 36 en el cuerpo”, resume.
La promoción interna nunca le llamó la atención; los galones que muestra son de otro tipo. “Si no ocurre nada raro, me retiraré dentro de unos pocos años como agente raso. Al principio serví patrullando por San Juan, San Gregorio, San José de Las Longueras, Las Remudas y Jinámar, los barrios más grandes del municipio en aquella década de los 80. Ahora bien”, puntualiza, “muchos de los días se pasaron recorriendo las calles a pie porque no disponíamos de los medios con los que hoy se cuentan. Eran años duros, sin teléfonos, sin emisoras y con mucha precariedad. Los guardias éramos referentes para muchas cosas, pero reconozco que me fue gustando el asunto”.
Tantos años en una función como la suya deberían dar para reportar más de una anécdota, pero nuestra protagonista terminó recalando en el servicio de Comunicaciones del cuerpo a principios de los 90, y eso hizo que poco contacto tuviese a posteriori con la calle. Ergo, no muchas cosas con las que reirse. “Si te puedo hablar de alguna situación difícil, como cuando se puso de moda comunicar embargos por no pagar el recibo de la basura y hubo una ocasión en la que nos atacaron en Las Remudas con un machete. Dentro de lo que cabe, lo cierto es que la mayoría de los servicios que atendí como agente de a pie fueron agradables. Algún que otro accidente de tráfico y poco más. No he tenido nunca que hacer uso del arma reglamentaria. Como mucho, sacar la defensa personal por una pelea en los carnavales. Poco más”, concreta aliviado.
Cuando le dieron la placa apenas tenía 40 compañeros con los que atender un municipio que ya registraba un significativo aumento poblacional como consecuencia del boom de los antiguos polígonos residenciales. “Tendríamos motos y apenas un par de coches. Era tan escaso el parque móvil que durante las noches más de una vez recurrimos a los vehículos que tenían los fontaneros para hacer las rondas. Eso sí, compañerismo había bastante y de muy buena calidad. Hoy en día lo sigue habiendo, pero entiendo que es distinto”.
Con la emisora en sus manos, sus destinos fueron más bien escasos e inmóviles. Pasó por sillas en San Juan y en el interior de las oficinas municipales. Y también por Los Alisios, en La Garita, donde continúa.
De La Majadilla a Comisiones Obreras
Su relación con el mundo sindical le nace de su propia trayectoria vital. En La Majadilla echó raíces y se implicó en la tarea de promoción social de la mano de la asociación de vecinos. El deporte también ejerció de agradable pegamento, dando forma a distintos proyectos. En 1983 se afilió a Comisiones Obreras. UGT y CC OO fueron los únicos sindicatos, con Francisco Santiago cerrando su primer mandato al frente de la Alcaldía, que se presentaron a los comicios en la institución. “Había que elegir a nueve representantes y nosotros obtuvimos cuatro”, relata. Él ya iba entonces en el segundo puesto.
Perteneció a esas siglas hasta 1991, cuando optó por marcharse y Julián Valdemoro recogió el testigo. Después vendría una etapa de desconexión que se prolongó hasta 1999, “año en el que Ignacio Quintero me fue a buscar. Volví a la arena, a la brega, y tras una serie de problemas en el año 2000 nos salimos todos los compañeros del sindicato, quedando como independientes”.
Su desembarco en el sindicato Intersindical Canaria se produciría en 2002. Hasta entonces era delegado sindical y representante de la Junta de Personal. En este último órgano, en el que se intenta defender con uñas y dientes los derechos de los trabajadores, al igual que en el comité de empresa, ostentó la presidencia entre 2007 y 2011.
En 2014 decidió renunciar al cargo de delegado sindical, quedando como miembro delegado de la Junta. Estos días se prepara para ceder el testigo, a la vista de que el próximo 26 de noviembre se renuevan todos los cargos gracias a unas elecciones que espera participativas. “Viene por detrás gente más joven y entusiasta y hay que dejar paso”, reconoce tras cifrar en unos 630, aproximadamente, el número de compañeros que tendrán derecho a voto dentro de los gremios de técnicos, administrativos y especialistas. Y es que, en total, habrá que elegir a 13 miembros para la Junta de Personal y otros tantos para el comité de empresa.
Su compromiso con las siglas de IC está fuera de toda duda. Por eso, alega que va ahora en el último puesto de la plancha, el número 20, a título simbólico y honorífico. “Eso no quita para que les eche una mano en todo lo que necesiten y pueda ser de ayuda. Esto es una cuestión de ciclos y el mío duró bastante”, sostiene.
La unión hace la fuerza
Optimismo no le falta. “A estas elecciones se presentan un total de 13 candidaturas a ambos órganos, y eso ya supone que sean tres más que en la anterior consulta”. Confía, igualmente, en que la plantilla municipal responda a la cita “con la emisión de más de un 85% de los votos porque nos jugamos mucho y esta crisis ha hecho que los trabajadores públicos hayan sufrido bastantes recortes. Ahora se trata de ir recuperando camino”.
No bajan las aguas muy tranquilas en esta campaña, a tenor de lo que han dejado entrever otras centrales, pero él prefiere hacer causa común: “Aquí lo que importa es la unidad sindical en temas generales. Cuando han surgido cuestiones comunes hemos logrado acuerdos entre nosotros. Y está claro que a veces surgen temas individuales y se producen fricciones. Pero es que, de no ser así, no habrían diferentes candidaturas”.
Se le pide un balance de los daños y un juicio sobre los distintos alcaldes con los que ha tenido que bregar, y no se arredra. “Con Paco Santiago hemos tenido épocas buenas, malas y regulares, con Marcelino no se estuvo mal, y es verdad que los últimos mandatos no han sido para estar muy contentos, pero al Ayuntamiento lo ha marcado, y mucho, la crisis”, concluye no sin antes añadir que el peor momento que ha pasado, el más duro, “fue el que viví cuando se cerraron las escuelas infantiles”.
Su padre no tuvo un camino fácil, pues tuvo que ganarse el sustento entre Brasil, Venezuela y Uruguay. Para su madre aquello tampoco fue un camino de rosas, pero probablemente estas adversidades vividas durante una infancia en lo que lo más divertido que se podía hacer era jugar en la tierra, “porque no había ni calles”, y contar los coches que se desplazaban al sur por una vetusta carretera de apenas un carril por sentido forjaron su carácter luchador.
Habla del futuro con paz, mesura y sosiego. Antes de recibir el agasajo de sus compañeros le quedan unas cuantas llamadas suyas que atender en la centralita policial. Es consciente de ello. Después volverá a prestar más atención a una de sus aficiones, el deporte, donde el carácter de sufridor se le atisba a la legua sin necesidad de averiguar que es abonado de la Unión Deportiva Las Palmas y que su hijo, de 24 años, es árbitro de fútbol en 2ª regional. Estos dos últimos apunten le confieren mayor valor si cabe.
Su hija mayor, de 30 años, ha hecho su vida en Suiza, donde también prospera. Y a la espera del resultado del 26-N una de las cosas que más sonrisa le provocan son las diabluras de la perra que desde hace un mes le acompañan, a él y a su esposa, en casa.
Visto lo visto y oído lo oído, o se le presenta mal el panorama al sindicalista. Antes de disfrutarlo se somete al tradicional cuestionario con el que se rematan todos y cada uno de los rostros que se asoman a esta ventana digital de Telde.
¿Conoce el periódico digital Teldeactualidad.com?
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Tres cualidades ideales en su pareja.
Respeto, diálogo y comprensión.
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El último trago, de Chavela Vargas.
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¿Un restaurante preferido?
El boya, en Arguineguín.
¿Un político preferido?
Si miro hacia atrás, Gandhi; si me pregunta actual, Antonio Morales.
¿Fútbol o telenovelas?
Fútbol, desde luego.
¿Un defecto que tenga?
La ironía. Mi humor es demasiado negro a veces.
Un lugar idílico.
Fuerteventura.
¿Qué haría si le tocase la lotería?
Ayudaría a todos los que pudiese.
Valore la gestión del gobierno local actual.
Luces y sombras.

























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