TELDEACTUALIDAD
Telde.- El 22 de febrero de 1960 el primer ministro inglés, Harold Macmillan, visitaba Las Palmas de Gran Canaria en un viaje exprés que le llevó a desembarcar en el Puerto de La Luz a bordo de un lujoso trasatlántico y a coger fuga, ya por la tarde, a bordo de un avión que partía del Aeropuerto de Gran Canaria. Ese mismo día, tal vez unas horas antes y en una modesta casa del barrio de Ojos de Garza emplazada a dos kilómetros de la primigenia pista del aeródromo, lanzaba sus primeros llantos Margarita Alonso Ramírez.
Sin saberlo ni pretenderlo venía al mundo una persona que daría mucho que hablar -y que escribir- en la historia contemporánea de Telde. Muchos conocen la trayectoria vital de esta mujer luchadora en las dos últimas décadas, pero TELDEACTUALIDAD pretende acercar hoy, a través de su serie Rostros de Telde, los orígenes de esta madre, ama de casa y empresaria que se ha dejado media salud, si no más, en la lucha de los intereses de un pueblo atenazado por la expansión de Gando.
Alonso se cita con este periódico digital en un lugar cargado de simbología para ella, el bar del Cruce de Melenara en el que se encontraba cuando vio en el periódico Canarias7 que un plano muy simple le espichaba la segunda pista del Aeropuerto encima de su barrio. “Casi me da un infarto”, apuntaba el pasado viernes para resumir lo primero que sintió al ver aquello con sus ojos abiertos como platos. Pero antes de ese amago de achaque, y de otras cosas que han ido minando su salud, aunque no su perseverancia, Margarita ya llevaba a sus espaldas una vida dura e intensa, la de una mujer hecha a sí misma y que apenas siendo una niña tuvo que afrontar duras responsabilidades.
Nacida en el seno de una familia más que humilde y que se ganaba la vida gracias a la aparcería, la protagonista de nuestra historia fue la primera descendiente de un matrimonio que dio para mucho, “tanto que hasta llegamos a ser 14 hermanos”, describía días atrás entre risas. Sus padres, ella de La Aldea y él de Marzagán, se conocieron entre fincas y cultivos en el sur y se vinieron a vivir a Ojos de Garza en una época, la de la Gran Canaria de mediados del siglo XX, en la que las infraestructuras de primer nivel y el boom turístico aún no habían hecho acto de presencia. Sin apenas levantar un palmo del suelo vivió una primera mudanza hasta la tierra materna, aunque los Alonso no tardarían más de un lustro en regresar a este rincón de Telde donde tanta semilla sembrarían a posteriori. La calle Córdoba fue testigo de la creación, en todos los sentidos, de un hogar noble, hospitalario y acogedor al que se le fueron añadiendo con los años ocupantes y, a su alrededor, luz eléctrica, asfalto y todo lo que uno pueda imaginarse. “Recuerdo que inicialmente se daban las clases en la ermita, y que luego llegaría el colegio antiguo, donde comenzaron sus estudios mis dos hijos”, subraya cuando se le interpela por los equipamientos de aquel paraje.
Aquella ermita fue levantada por los propios vecinos, los mismos que también unieron fuerzas para dar forma al salón parroquial y que ya irían dando las primeras señales de su gran capacidad asociativa y lucha en común. La prole creció a tal velocidad que a Margarita no le quedó otra más que convertirse en una suerte de prolongación de su madre. "Me dedicaba a cuidar a mis hermanos tras volver del colegio, y por si fuera poco terminé apuntándome por las noches a clases de Radio Ecca. Así transcurrió parte de mi infancia, aunque yo creo que un punto bueno de inflexión fue cuando se me ocurrió, con 11 añitos, ir a pedirle trabajo a Don Juan Gil, el médico, en su finca. Lo dije en el colegio y se lo dije a mis padres... y lo hice sin pedirles permiso. Así empecé a moverme entre pimientos y hortalizas. En todo caso", recalca, "yo ya llevaba bastante rodaje encima si tenemos en cuenta que mi madre me enseñó con cuatro años a dar biberones a mis hermanos. Podría decirse sin exagerar que yo no jugaba con muñecas, sino que lo hacía con bebés de carne y hueso. Y si soy lo que soy es por eso", remata.
La vida transcurría a hipervelocidad sideral para Margarita Alonso. Se casó joven, muy joven. “Contaba con 16 años y ya con 19 años habría traido dos hijos al mundo. Sobre la marcha eché el freno”, advierte. En esa misma década de finales de los 70 se animó con su marido Antonio a comprar una parcela en la calle Alicante y a construir su morada. “Yo fui el peón de mi casa y mi suegro, mi cuñado y varios amigos nos ayudaron en los ratos libres a levantarla bloque a bloque”. Su esposo entendía de tuberías y demás, por lo que montó una empresa de fontanería al poco tiempo. A Margarita, sin embargo, le iba el guineo. Tanto que se atrevió a abrir, en el local habilitado en los bajos de su vivienda una guardería que resultó ser todo un éxito a este lado de Gran Canaria. Hasta 45 churumbeles tuvo a su cargo en una época en la que “había trabajo para todo el mundo” y que, rememora ahora con una sonrisa tierna, concluyó bruscamente “cuando mi marido se fue cansando de ver cómo esos padres se olvidaban hasta de venir a recoger a los críos. Ddaban las diez de la noche y ahí seguía yo con ellos. Fui muy feliz, la verdad, pero tuve que dar otro giro en mi vida”.
Ese cambio de rumbo la llevó hasta el sur de Gran Canaria, donde ejerció como camarera y acabaría primero como encargada de lencería en la cadena hotelera Riu y luego como responsable del control de uniformes de esta misma firma en el archipiélago. Por último, se metió de lleno en el negocio familiar asumiendo la gestión de una empresa a la que la crisis se ha llevado por delante, “con mucho dinero dejado en la calle”. Ahora se trata de ganar la vida con “un nuevo proyecto dinámico e interesante para el que me estoy formando, muy alejado de la política”.
El rostro de un barrio desesperado
La historia de la Margarita líder vecinal es, sin embargo, más reciente. “Si tuviera que hablar de mis inicios en esta faceta señalaría sin duda el día en el que, sin buscarlo ni pretenderlo, acabé como presidenta de la asociación de padres y alumnos del colegio. La persona que ostentaba el cargo había dimitido de forma inesperada y, como nadie quería dar un paso adelante, ahí me vi yo. No me lo pensé ni dos veces”. Alonso alude a unos años en los que en Madrid imperaba la famosa movida. Pero para movida la que ella y sus vecinos empezaban a montar desde el barrio, reclamando sin pudor alguno la mejora de las condiciones de un núcleo que, de momento, no se veía atenazado por el gigante aeroportuario que operaba a escasos kilómetros.
Tal fue su capacidad de movilización que, en la década de los 80, fue capaz de llenar tres guaguas con críos para plantarse en la mismísima plaza de San Juan y exigir al Ayuntamiento de Telde una mejora sustancial de las condiciones de vida. “¡Y vaya si nos hicieron caso!”, sentencia. Después, sus vástagos dejarían el colegio y ella el cargo, lo que no le impidió seguir cultivando ese altruismo y deseo de ayuda al prójimo sin esperar nada a cambio.
Otro día que cambió su vida fue el 23 de octubre de 1999. Lo que descubrió en un periódico en aquella mañana ha marcado su trayectoria vital en los últimos 16 años. “Una pista de Aeropuerto encima de mi barrio, no me lo podía creer. Me cogí un cabreo inmenso y me dije a mí misma que movería cielo y tierra para impedir que tirasen mi casa abajo. La mía y la de mis vecinos”, relata. La primera actitud que adoptó la Plataforma de Afectados por la Ampliación del Aeropuerto de Gran Canaria fue la de declarar un 'no' rotundo a la propuesta, tirando para ello de manifiestos, acampadas, actos de protesta, manifestaciones y búsqueda de apoyos entre la clase política. No hubo suerte “porque nadie nos hizo caso y tuvimos que adoptar otra actitud: Dejarles bien claro que si al final nos iban a imponer la nueva pista, esta no iba a salir gratis. Tendrían que garantizarnos un realojo digno para no ser víctimas de una expropiación despiadada”.
Por ello, Alonso se ha pasado las dos últimas décadas de su vida acudiendo a reuniones y más reuniones, viajando a Madrid, a Fomento, a AENA, al Parlamento canario... “y allí donde ha sido necesario para hacer salvaguardar nuestros intereses”. Por el camino, en el que siempre ha contado con un grupo de fieles colaboradores y el respaldo casi mayoritario de sus convecinos, ha visto cómo las asociaciones empresariales y hasta los partidos políticos han considerado que el nuevo campo de vuelos era necesario y vital para el desarrollo económico de Gran Canaria. Ni las 2.100 alegaciones que presentaron en su día ni la lucha en los tribunales les sirvió para frenar un Plan Director que ahora, tras los primeros frutos de aquella dura reivindicación que le hizo pasar por la dura experiencia de dos huelgas de hambre, comienza a dar buenos frutos.
La firma de un convenio de colaboración con AENA y el resto de instituciones les ofrece ciertas garantías, “aunque no pensamos bajar la guardia”. Con 55 años a sus espaldas confía en que esta pesadilla acabe cuanto antes. “Si se ha parado un poco el proceso en estos meses ha sido por las elecciones y los cambios que se han producido en distintos estamentos, como es el caso de Gesplan, empresa pública regional que tiene que hacernos el proyecto de urbanización del nuevo barrio y en donde ha cambiado el nombre de su director hace poco”, tranquiliza.
Su periplo ha sido sencillamente agotador. Pedirle que mire hacia atrás resulta hasta un acto incómodo porque en su cara se le atisban sensaciones nada agradables. “He sufrido lo habido y por haber. He vivido intentos de acoso y derribo, cosas que se han visto y sabido y otras de las que nadie ha tenido constancia. Igual el día de mañana escribo un libro porque hasta mis hijos me han dicho que por culpa de todo esto he envejecido diez años, de forma más prematura. Pero no me pienso rendir, y menos ahora. Mis fuerzas no se han mermado”, zanja recuperando la compostura. “Mientras me quede un aliento, aquí voy a seguir”.
Un ejemplo del tesón y la confianza en sí misma que ya desde chica se fue inoculando a base de una vida en la que nadie le ha regalado nada. El café se acaba, la noche cae sobre Telde, los aviones van y vienen muy cerca del bar en el que un día su vida mutó. Pero su entereza le permite hacer un último esfuerzo y contestar con diligencia al habitual cuestionario que remata estas piezas que radiografían rostros conocidos de Telde.
¿Conoce el periódico digital Teldeactualidad.com?
Sí, casi desde su creación.
¿Cuál es su signo del zodiaco?
Piscis.
Tres cualidades ideales en su pareja.
Sinceridad, comunicación y fidelidad.
El día más feliz de su vida.
Cuando he dado a luz, tengo un gran sentimiento maternal.
La última película que vio.
'Alicia en el país de las maravillas'. Ahora con los nietos consumo mucho cine infantil.
El último libro que ha leido.
Sultana.
Una canción.
'No dejes de soñar', de Manu Carrasco.
¿El mejor sentimiento del mundo?
El amor a todos, a los hijos y a los nietos.
¿Un restaurante preferido?
Cualquiera en el que haya un buen menú canario.
¿Un político preferido?
No doy nombres, pero me sirve aquel que sea social.
¿Fútbol o telenovelas?
Ni lo uno ni lo otro.
¿Un defecto que tenga?
Mi mayor defecto es mi mayor virtud: soy muy sincera.
Un lugar idílico.
Una playa de la isla alejada de multitudes.
¿Qué haría si le tocase la lotería?
Si me tocase una buena, fundaría una ONG para ayudar a los desfavorecidos.
Valore la gestión del gobierno local actual.
Estoy como todo el mundo: a la expectativa. Aún es pronto.
























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