El descrédito de Mas

GAUMET FLORIDO

El tan llamado proceso catalán ya lleva tintes de sainete o de ópera bufa. Peor aún. Atufa cada vez más a esa España cañí, a la España profunda que, en teoría, debería producirles alergia a todos esos que se sienten tan lejos del resto del país.

Y me pregunto hasta cuándo estarán dispuestos a aguantar los catalanes tanto despropósito sin taparse la nariz.

Más de una vez he admitido que, pese a que no comparto estos impulsos secesionistas, que me parecen de pueblo, en mitad de un mundo globalizado y acuciado por retos en los que la Tierra entera se juega el pelo, soy partidario de que se les deje votar y posicionarse sobre si quieren seguir o no dentro de España. A mi juicio, es el derecho más puramente democrático y entiendo que no debe tener cortapisas.

Pero, dicho eso, también considero que la ley es ley, y que hay que respetarla, que los cauces han de articularse desde la ley y no frente a la ley. ¿Con qué criterio le dice Mas o la CUP, o ERC a la gente que tiene que seguir respetando las normas de seguridad vial, o someterse a los preceptos del Código Penal si ellos se saltan a la torera lo que les place?

En ese estado de cosas, ¿quién decide, y por qué, qué leyes deben cumplirse y cuáles no?

Y volviendo al proceso. ¿Ve normal un catalán que una meta tan sagrada, tan idealizada, como la de la independencia, pueda estar en el aire por algo tan prosaico, tan vulgar, como es la ambición personal de Mas? ¿Ve normal que Cataluña lleve dos meses parada porque no se ponen de acuerdo sobre quién debe liderar el proceso?

Si no son capaces de consensuar ni siquiera eso, ¿qué garantías pueden dar de que podrán sacar adelante un reto semejante como el de formar un nuevo Estado? Y si llevan dos meses peleándose por un puesto, sin que ninguna parte ceda, ¿con qué autoridad moral le piden diálogo y cesiones al Gobierno central?

Gaumet Florido es periodista y redactor de Canarias7 en Telde.