La autonomía amortigua

Con la crisis han llovido los argumentos, algunos comprensibles, en contra del Estado de las autonomías. Que si se triplican competencias, que si solo sirven para mantener a ociosos diputados, que si solo valen para hacer hincapié en lo que nos separa y no en lo que nos une…

 

En fin, he escuchado de todo. Y es verdad que no funciona bien, que hoy por hoy complica nuestras vidas con tanta legislación, que genera un gasto enorme, que… Pero reconozco que todo se me olvida cuando veo escenas como la que estos días se puede vivir en el Aeropuerto de Gran Canaria. Una mujer, una simple mujer, vecina de un pueblito en mitad de una minúscula isla perdida en el

Atlántico, tiene que renunciar a la comida y hasta a su propia salud para que el Estado que dice representarlos respete a sus vecinos.

 

Margarita Alonso se ha puesto en huelga de hambre y se ha echado sobre el lomo la responsabilidad de hacer ver a Madrid que no se puede torear a la gente y, encima, quedarse tan ancho. Porque eso es justo lo que ha hecho AENA. Les pintó a finales de los 90 una pista de vuelo sobre sus casas y les robó el futuro. Lo hizo aquí como en tantos sitios de España.

 

Pero no contó con que las instituciones canarias iban a hacer piña y a olvidarse de sus legítimas diferencias para defender los derechos de los vecinos de Ojos de Garza, Caserío de Gando y La Montañeta. Así ha sido durante años, gobernase quien gobernase en ellas. Sienten el aliento angustioso de los que sufren ese calvario y se han batido el cobre por echarles un cabo. Pues con todo y con eso, con un Gobierno, un Cabildo, un Ayuntamiento y hasta con una Delegación del Gobierno a favor, una simple vecina duerme en el suelo en un aeropuerto para exigir respeto. Si no existieran las instituciones canarias, Madrid habría aplastado a toda esta gente como a bichos.