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La convulsión del PP

ainhoa1 Jueves, 04 de Junio de 2015 Tiempo de lectura:

Los resultados electorales de las pasadas elecciones han dado paso en el Partido Popular (PP) a diversas situaciones convulsas que demuestran cómo el poder es un magnífico aglutinante de intereses dispares. Cuando ese poder se pierde, surgen las discrepancias y los que se erigen como defensores y acusadores adoptando una postura crítica que ha estado amortiguada mientras se disfrutaba de un periodo de bonanza.

 

El “sálvese quien pueda” parece haber sido la sensación que han tenido muchos miembros, hasta ahora dóciles con el poder establecido, pretendiendo marcar distancias en una fracaso electoral del que todos pueden ser culpables. No toca en estos momentos aparecer como el inquisidor o inquisidora de turno, toca asumir la cuota de responsabilidad y analizar, por ejemplo, por qué el Partido Popular es el más impopular entre los partidos porque nadie quiere pactar con él.       

 

Toca hacer una reflexión profunda de por qué no se ha ejercido un control más cercano y crítico hacia la cúpula del partido y se ha adoptado una postura más cómoda y en no pocas ocasiones servil hacia quienes ejercen el poder dentro de esta organización política. Toca también reflexionar acerca de por qué no se ha sido capaz de ejercer una política más cercana a  los ciudadanos y evitar así el nacimiento y el fomento de un cabreo generalizado que ha sido el germen de los llamados “partidos emergentes”.

 

A la hora de hacer esa reflexión, quizás fuera conveniente que se tuviera en cuenta que  ejercer de político es una tarea más complicada y comprometida de lo que muchos  creen. Que no hay que entrar en el terreno político deslumbrados por la posibilidad de ejercer el poder, sin pararse a pensar que el ejercicio del poder requiere de unas cualidades que no siempre se poseen.

 

Una de las más importantes de esas cualidades es la humildad, que permite, entre otras cosas, tener en cuenta que cuando se accede al poder se hace gracias a los votos de los ciudadanos y hacia ellos hay que volcar los esfuerzos, con ellos hay que estar  y a ellos hay que acercarse y mantener siempre viva la idea de servicio porque la política es, ante todo, servicio a los ciudadanos y por ello hay que garantizar una buena gestión de ese servicio.

 

Toca reflexionar acerca de que hay que tener en cuenta que una gran parte de los recursos de nuestro país son administrados por el sector público y esa administración ha de ser eficiente, eficaz, transparente y honrada. Estas cualidades han de estar presente todos los días en cada persona que ejerza la política y no se debe tener la más mínima consideración ni tratar de encubrir a ningún miembro del partido, por muy importante que sea, el que cometa algún desliz.  

 

Si un partido político quiere mantenerse en primera línea y ostentar importantes cuotas de poder, es imprescindible que tenga una constante actitud de cercanía  aunque ello no resulte fácil. Esa actitud cercana es la que puede permitir ver que, muchas veces, lo que los ciudadanos quieren es sentirse arropados, entendidos, valorados. Lo que quieren es resolver los problemas de su entorno más cercano, tener una solución para situaciones de emergencia económica que pongan en peligro, por ejemplo, su vivienda. 

 

Ser representantes de la ciudadanía significa esencialmente ser portavoces de sus inquietudes; el mejor producto que un partido puede ofrecer, es la relación con la gente. No son sólo los políticos los que están facultados para definir la agenda de prioridades de la ciudadanía, los ciudadanos también juegan un importante papel a la hora de definir esas prioridades. Hay que escuchar a las personas, conectar con ellas de forma bidireccional, hay que apostar por la cercanía y la cercanía es entender no analizar, es escuchar no sólo vender.

 

Un partido que haga de la cercanía al ciudadano el denominador común de sus actuaciones debe tener muy claro que a veces, más que enfrascarse sólo en cifras macroeconómicas, lo que interesa es poner el foco de actuación en tratar de resolver los problemas que están  a las puertas de las casa de los ciudadanos. Unos ciudadanos que quieren, sobre todo, sentirse oídos, respetados y queridos por quienes tienen que velar por su calidad de vida.

 

En el Partido Popular es tiempo de comprometerse con hacer una política cercana  que ofrezca una gestión “a pie de calle” y proyectos con gran contenido social y no frases hechas y promesas. Es tiempo de pensar más en los beneficios sociales que puedan producir sus actuaciones que en la situación en la que van a quedar muchos de sus miembros.

 

Es tiempo de pensar que la política cercana es capaz de aglutinar voluntades porque hace del diálogo su herramienta más importante. La cercanía a la ciudadanía es una asignatura pendiente de muchos políticos y por ello algunos han perdido su poder.

 

Segismundo Uriarte Domínguez es maestro y técnico en Radiodifusión.

 

 

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