Con el fin del Sexenio Revolucionario (1874), bajo la batuta de Cánovas del Castillo, se implantó el sistema canovista, basado en la vuelta de los borbones, pero no con Isabel II, con su hijo Alfonso XII, que dará pie a toda una serie de monedas de pesetas bajo su reinado (1875-1885).
Junto a la decisión de la jefatura del Estado, Cánovas pretendían alejar al ejército de la política, igualmente implantando el turnismo en el poder, entre el partido conservador, liderado por él, y el partido Liberal de Sagasta, reflejando el bipartidismo británico.
Todo estaba atado y bien atado. El sistema electoral se iniciaba con el nombramiento por rey del presidente del gobierno, entre uno de los dos citados. Luego, el recién nombrado convocaba las elecciones, poniendo en marcha el aparato del Estado para ganar las elecciones, creando la figura del encasillado, que sí o sí iba a ganar las elecciones, al estar en la casilla de los elegidos. Entre los Gobernadores Civiles, la Guardia Civil y los caciques controlaban las capitales de provincias, ciudades importantes y pueblos y aldeas; bien definido por Joaquín Costa, con el concepto de Prohombres o Primates, Caciques de primera, de segunda y ulterior.
La regla era muy básica, al amigo todo, al enemigo leña. Realmente, hemos avanzado muy poco.
Felipe Enrique Martín Santiago es profesor, historiador e investigador.
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