Manolo Ojeda ha estado viviendo del arte durante 30 años, los mismos que cumple la galería que lleva su nombre y a la que le costó arrancar más de una década. La reivindicación de los artistas canarios y combinar las artes visuales con la música siguen siendo las ideas principales sobre las que sustenta una propuesta que pretende renovar.
Los años han pintado canas en el pelo y la barba de Manuel Ojeda, pero no han borrado la sonrisa de su boca o las ganas por lo novedoso pese a los disgustos, la desazón económica o las apuestas fallidas. Porque ser galerista es un deporte de riesgo. No ya por el dinero, que también, como se encarga de recordar este experto marchante, hijo de comerciantes de telas de Telde y nieto de un canario que llegó a ser director de la banda de Música de La Habana, sino porque se eligen unas piezas y no otras, se apadrina a un artista y no a otro, o se descubre a un genio o se ata a un auténtico bluff.
Manuel Ojeda ha superado la prueba a lo largo de tres décadas. “Después de tantos años, he hecho de todo. Y, aunque el arte contemporáneo tiene tremendas dificultades, más o menos estoy al día. Sin embargo, cuando echo la vista atrás me doy cuenta de que he estado viviendo 30 años de esto, y no tenemos apoyo de nadie, ni nada desde hace muchos años”, asegura.
Antes, mucho antes, cuando aún era un chaval que corría por las calles de Telde su madre lo apuntó a clases de música. “Ella me dirigió a ese mundo de sensibilidades artísticas”, señala el galerista recordando que su hermano Claudio también aprendió sus primeras notas con Don Eusebio. Además, señala, su mejor amigo era Luis Arencibia, “hijo del pintor José Arencibia”. El artista los sacaba del casco de la ciudad y los ponía a pintar. “No tires nada, corrige”, explica que le decía.
Manuel Ojeda se aficionó al arte y empezó a ir a exposiciones, y poco después se fue a Reino Unido a estudiar. En ese país estudió música y arte dramático, pero también conoció a su primera mujer, una finlandesa llamada Rita.
A principios de los 70 se compró un local en los alrededores de la plaza de Santa Ana para abrir una galería, pero lo tenía todo, menos clientes. El sueño se desvaneció, pero no se deshizo del espacio y aquella espinita rebrotó a la muerte de Rita. Pidió excedencia en su trabajo en Iberia y creó Attiir, el nombre de su mujer al revés. La nueva galería abrió el 16 de noviembre de 1984. Poco después cambió de ubicación, a la calle Buenos Aires, y desde entonces se llama Galería Manuel Ojeda.
Fuente: Texto de Luisa del Rosario, publicado en el periódico Canarias7.
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