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El restaurador Iván Arencibia, durante la intervención en la obra, en octubre pasado (Foto Arcadio Suárez-C7) El restaurador Iván Arencibia, durante la intervención en la obra, en octubre pasado (Foto Arcadio Suárez-C7)

El restaurador Ivan Arencibia finaliza la rehabilitación de la escultura de San Pedro Mártir de Telde

La obra de Luján Pérez, que data de 1795, regresará en los próximos días al Altar Mayor de la Basílica de San Juan

cojeda Martes, 13 de Enero de 2015 Tiempo de lectura:

TELDEACTUALIDAD
Telde.- La escultura de San Pedro Mártir, obra del artista guíense Luján Pérez, regresará en los próximos días a la Basílica de Telde después de un minucioso trabajo de rehabilitación integral de esta pieza de finales del siglo XVIII ejecutado por el restaurador Iván Arencibia en su taller de Valleseco, tal y como informó TELDEACTUALIDAD en octubre, al poco tiempo de comenzar la intervención en la preciada imagen.
 
La escultura presentaba un corte brutal en la cabeza producto de un hachazo. Y justo a la altura del corazón un agujero le hace hueco a un puñal de plata. Pero no, estas no son las heridas que Iván Arencibia le ha curado al San Pedro Mártir de San Juan, que tiene su hueco en el altar mayor de la Basílica de Telde. Son las marcas de su martirio. Las heridas que han Arencibia han sido de otro tipo.
  
Grietas, zonas despintadas producto del roce, mucha suciedad y repintes puntuales conforman el diagnóstico al que se tuvo que enfrentar este joven conservador-restaurador de bienes culturales. Solo, en la intimidad de su taller en Valleseco, Iván no ha levantado la cabeza de la talla, otra genialidad del más grande de los imagineros canarios, José Luján Pérez, según avanzaba Canarias7 en un amplio reportaje de Gaumet Florido publicado en el mes de octubre del pasado año.
 
Le ha tocado sacarle brillo a la escultura del santo. Lo ha limpiado, milímetro a milímetro, con la paciencia de un monje y la precisión de un cirujano. Se ha servido de un hisopo al que no cesa de cambiarle la cabecilla, que es de algodón. Y se hecho iluminar con un foco de luz blanca para percibir bien el cromatismo de esta pieza de 1795.
 
La Consejería de Patrimonio Histórico del Cabildo, cuya coordinación recae en Larry Álvarez, le encargó la restauración de este San Pedro Mártir de Verona por 8.370 euros. Pertenece a la iglesia de San Juan, donde tiene reservado un emplazamiento privilegiado, en una de las tres hornacinas del Altar Mayor. Allí volverá en los próximos tras devolverle el aspecto que siempre tuvo, aunque sin perder esa pátina de envejecimiento propia de una escultura de más de 200 años.
 
Estudio estratigráfico
El restaurador no ha alterado la obra, solo ha evitado que se degrade. Por eso tampoco mandó fabricar la parte del puñal que falta, que es de 1910.
 
Iván se volcó en las primeras semanas de su trabajo en la limpieza física de la imagen, pero para llegar hasta esa fase de la intervención tuvo que someter a su particular paciente a un exhaustivo análisis previo, un estudio estratigráfico, para el que tomó dos muestras de la superficie pintada, una de la de blanco y otra de la de negro, y las remitió al laboratorio del químico del Museo Thyseen, Andrés Sánchez, y otro estudio mediante rayos X, que le permitió conocer la constitución de la pieza.
  
Luego consolidó las zonas a punto de perder la pintura. Usó cola orgánica con cartílago de conejo para asir la capa pictórica a punto de desprenderse. Y después vino la realización del test de solubilidad, que es lo que le permite hallar la mezcla adecuada de disolventes con los que limpió a San Pedro.
  
El resultado ya está a la vista; pero Iván ya adelantaba en pasado mes de octubre que la pieza recuperaría el color blanco del hábito dominico que pareceía gris por la suciedad incrustada o el amarillo del pan de oro de la serie de dibujos que adornan los bordes del traje, hoy rojo, y que desaparecerían las grietas.
  
Obra de 1795, diseño de Luján Pérez
Entre las curiosidades que presenta esta pieza está una inscripción bajo la peana. Dice así: «Se hizo en esta ciudad de Canaria Dn José Pérez y la pintó Dn Manuel Antonio de la Cruz. Año de 1795». Ya Pedro Hernández Benítez, que fue párroco de San Juan y cronista de Telde, la mencionó en el libro que publicó en 1958 sobre la historia y el patrimonio del municipio. Pero ni entonces ni después se despejó la incógnita de si esa inscripción es coetánea a la escultura o posterior. En esa tarea andan ahora grafólogos y otros expertos.
  
Esa referencia formará parte del trabajo final que se entregará al Cabildo, una intervención multidisciplinar en la que también se cuenta con la investigación de una historiadora, Auxiliadora García, que, por los primeros datos recabados, sabe que la talla fue creada para la sede del Tribunal de la Inquisición de la capital, en Vegueta, y que acabó en la ermita San Pedro Mártir, en Telde, hoy sin uso, tras la desamortización de Mendizábal.
  
Trabajo de precisión
La conservación restauración de una talla no puede hacerla cualquiera. Requiere técnicas de precisión para las que solo están capacitados los que tienen esa titulación. Hay que conocer bien materiales y técnicas. Por ejemplo, la cura de las grietas. Iván recurrió a madera de balsa para rellenar el hueco, las estucará con cola orgánica y después procederá a la reintegración pictórica mediante la técnica del puntillismo o la de rigatino, para que se diferencie bien de la original.
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