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Telde.- El profesor Jean-Marc Delaunay ofreció este miércoles una interesante conferencia sobre la neutralidad adoptada por algunos de los países durante la Primera Guerra Mundial en una abarrotada Casa-Museo León y Castillo, en Telde. Más de 140 personas asistieron a la tercera de las jornadas del VII curso de Historia de las Relaciones Internacionales.
Tal ha sido el interés que ha levantado la ponencia impartida esta tarde-noche por el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Sorbona de París, que incluso hubo quien no pudo entrar al atestado salón de actos de la Casa-Museo León y Castillo y se tuvo que conformar con escucharla desde su patio interior.
Una conferencia en la que Delaunay analizó con todo lujo de detalles el fenómeno de la neutralidad en la contienda internacional iniciada en 1914. Un elemento que calificó como "esencial” de la reflexión jurídica y del que también desgranó sus antecedentes y orígenes.
Así, este experto en Historia Contemporánea realizó un conciso repaso por cada uno de los tipos de neutralidades y señaló tanto los parámetros que los definen como los deberes y derechos que se tienen al adoptar esta posición durante un conflicto bélico.
Además, en su parte final, Delaunay explicó cómo la constitución de una Sociedad de las Naciones para promover la Paz puso en peligro el principio de neutralidad, cuya permanencia y supervivencia también se vio cuestionado por el desarrollo de la “Gran Guerra”.
Tercera ponencia en el VII Curso de Historia de las Relaciones Internacionales
por Jesús Ruiz Mesa
El miércoles 2 de abril en la Casa Museo León y Castillo de Telde, Centro de Estudios de Historia Contemporánea, institución perteneciente a la Consejería de Presidencia, Cultura y Nuevas Tecnologías del Cabildo de Gran Canaria, organizado con el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y el Aula de Estudios Sociedad-Ejército, dependiente del Vicerrectorado de Cultura de la U.L.P.G.C. se ha impartido la tercera ponencia del ciclo de conferencias programadas en el VII Curso de Historia de las Relaciones Internacionales, bajo la dirección y coordinación del profesor D. Javier Ponce Marrero que presenta al profesor de la Universidad de La Sorbona-Nueva-París de Francia, Doctor D. Jean-Marc Delaunay que imparte la conferencia: La Primera Guerra y los neutrales.
El profesor Jean-Marc Delaunay fue uno de los 300 historiadores que solicitaron al Gobierno y a los grupos parlamentarios del Congreso y el Senado, que se desbloqueara de inmediato el acceso a la documentación diplomática española de carácter histórico y se garantizara el acceso a los 10.000 documentos militares del período 1936-1968. Fundador del Departamento de Estudios Europeos de la Universidad de París y es también redactor jefe adjunto de la prestigiosa revista franco-suiza Relaciones Internacionales, fundada en 1974, que es un referente en la historiografía internacional.
En su intervención en un perfecto español expone la ponencia referente a los neutrales en La Primera Guerra Mundial, Delaunay expresa: “Buenas tardes a todos, es impresionante la asistencia esta tarde, un gran mérito, gracias por la invitación la del buen amigo Javier Ponce Marrero, y de la vieja amistad de canarios como a quien conocí en Madrid en 1979, Víctor Morales Lezcano, después a Paco Quintana Navarro, y a Javier Ponce, canarios de cepa y origen que me han acogido siempre muy amablemente.
Al principio hemos elegido un período que era interesante 1898-1927/28, la cooperación hispano francesa en África del norte, a partir de 1900, un rumbo nuevo en las relaciones hispano-francesas, que marcaban un hito frente a las relaciones anteriores. La Primera Guerra Mundial, será para mí, España había sido neutral durante toda la guerra, él nudo de cómo han evolucionado las cosas y las relaciones hispano francesas, antes, durante y después de la guerra. Teníamos la intuición que la guerra mundial en las relaciones hispano francesas no habían cambiado muchas cosas. El rumbo de la guerra y las relaciones ya había sido marcado antes de la guerra por la conquista de Marruecos, claramente, y que en realidad que España fuera neutral y Francia beligerante, tiene su importancia. Pero la neutralidad para Francia era algo bueno y malo. Su lucha mortal contra Alemania.
Cuando aparece la neutralidad como expresión colectiva, no solamente de un grupo, sino colectiva y neutralidad entre entidades, que sean monárquicas, republicanas, dictatoriales, no importa, pero, si entidades constituidas en estado naciones, claro que el estado nación es una construcción bastante reciente. Nuestra historia, se puede decir, entre el final de la Edad Media hasta el gran siglo de las nacionalidades del XIX, y ya luego el estado nación, sobre todo, con la idea revolucionaria francesa o también la identidad colonial o anticolonial de los insurgentes norteamericanos de finales del siglo XVIII. Una ilusión, en el sentido español, bastante positivo, diferente del sentido francés de esa misma ilusión.
Se ha editado una edición de la Enciclopedia de la Gran Guerra, en el 2013, que es la Enciclopedia del Centenario, la primera edición salió en el 2004, donde he colaborado en el estudio de los neutrales europeos, aunque se presentaron trabajos publicados por expertos colegas de Suiza y Estados Unidos. Realizando, con mucho gusto, un trabajo sobre los neutrales europeos para la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Y otro libro de Jean-Marc Delaunay, Aux vents des puissances (A los vientos de las potencias), donde hay unos artículos sobre España, destacando uno Víctor Morales Lezcano.
El fenómeno de la neutralidad es tan antiguo que el juego guerra/paz, es decir desde la Antigüedad (ej. dialogo de los Melanios, siglo V a.C.), pero la palabra – en si misma latina, neuter, es decir ni el uno, ni el otro - aparece en los siglos finales de la Edad media cuando se establecen Estados con diplomacia permanente y estructuras prenacionales/postfeudales (fronteras fijas, gobiernos aceptados, destinos comunes).
Sobrevolando los siglos (se hablará de todo eso durante la ponencia, preludio del debate) hasta finales del XIX, la neutralidad aparece como un elemento esencial de la reflexión jurídica que se impone a través de la Declaración de París del 18 de abril de 1856 - sobre el contrabando y el comercio marítimo - y de la labor del Instituto de Derecho Internacional fundado en Gante en 1873, poco después de una guerra franco-alemana ciega en cuanto al derecho de los heridos y cautivos y a la protección de los bienes y del comercio.
Puesta en práctica en la Europa post-napoleónica de manera formal, registrada como permanente en los casos de Suiza (1815), Bélgica (1831/1839), Luxemburgo (1867), o de manera ocasional en otros casos, como Suecia (1853/1863), la neutralidad es objeto de muchas resoluciones en ese foro hasta la firma de convenios en La Haya en 1907, cuando la libertad de los neutrales se impone en varios convenios, textos confirmados por unos acuerdos de Londres en 1909.
La existencia de dos bloques supuestamente hostiles (Triple-Alianza de 1882 v. Triple-Entente de 1907), como lo demuestran las crisis marroquíes (1905/1911), las crisis orientales/balcánicas (de los años 1853-1854 a los años 1912-1913), es una novedad que empuja a muchos pequeños Estados a no elegir uno u otro bando. Más que la cadena de las alianzas, según mi opinión, es la sucesión de crisis desde 1905 (Marruecos, Rusia) lo que explica el desencadenamiento brutal del verano de 1914. La lógica de los compromisos fue puesta en jaque por elementos ajenos (objetivos de guerra).
En el contencioso austro-serbio, Italia decide no comprometerse, el Reino Unido vacila unos días, pero la invasión de Bélgica y de Luxemburgo (Países Bajos previstos como víctimas también hasta 1909) le lleva a declarar la guerra a Alemania que sostiene a Austria-Hungría contra Rusia, apoyada por Francia. Todo el mundo espera una guerra corta/breve. No hay declaración de guerra sin ilusión de vencer rápidamente. Hay en realidad neutralidades diversas más que una neutralidad emblemática.
Problemas de los países que tienen que declararse oficialmente (es decir asegurar proclamación/publicación interna e información diplomática): del 30 de julio (Austria-Serbia) al 10 de noviembre (Turquía en guerra), por ejemplo, seis declaraciones de neutralidad de España (Gaceta de Madrid).
La vida del neutral está determinada por tres parámetros: 1. Información sobre la guerra (el «saber»): permitir la propaganda beligerante. 2. Reacciones frente la guerra (el «querer»): determinar su identidad propia. 3. Aprovecharse de la guerra (el «poder»): aguantar, influir y enriquecerse.
Pero existen también unos deberes de los neutrales: imparcialidad/abstención/ayuda; y unos derechos de los neutrales: inviolabilidad de territorios/protección de individuos/libre comercio de mercancías lícitas. De aquí, el enorme contencioso del contrabando y del bloqueo que desemboca en la guerra submarina, único medio de los imperios centrales para contrarrestar la superioridad marítima de los anglo-franceses en el Atlántico y el Mediterráneo. Flotas neutrales involucradas en el comercio internacional: poco a poco, numerosas pérdidas, por ejemplo Noruega pierde 60% de su flota, Dinamarca 30%, España 19%. Suecia 17% y Países Bajos 13%.
También se inicia una carrera de las alianzas cuando la guerra va a ser larga, a partir del otoño de 1914 (guerra de trincheras); hay que buscar nuevos aliados en el campo de los neutrales iniciales: así se produjeron numerosas presiones principalmente sobre Italia, el Imperio otomano, Bulgaria. Hubo éxitos diplomáticos de los dos bandos: Italia, Portugal, Rumanía de un lado, sin olvidar China, Estados Unidos o Brasil en 1917, pero Turquía y Bulgaria se unen al otro bando, lo que permite unir geográficamente – es decir estratégicamente – a las potencias centrales, del Báltico al Mediterráneo.
También los neutrales inflexibles como Suiza, los países escandinavos, España o sobre todo la Santa Sede y – inicialmente - los Estados Unidos, cuyo papel es determinante, intentan establecer criterios de mediación con vistas a la paz. Pero no fue posible el cese del fuego, el armisticio o la paz final por la competencia entre estos países neutrales, cuyas iniciativas fueron dispersas y sobre todo mal interpretadas por los países beligerantes.
Hubo el desarrollo de una nueva diplomacia humanitaria más o menos masiva (sobre todo Suiza por ser casi el único país terrestre colindante con los dos bandos, con la actuación de la Cruz Roja para permitir repatriaciones y traslados de prisioneros o heridos graves). La oficina real española fue igualmente establecida por el deseo del rey Alfonso XIII de convocar la Conferencia de la paz en Madrid.
Hasta su entrada en la guerra también los norteamericanos formaron muchos grupos de ayuda para las poblaciones de territorios invadidos, así el Comité formado con España (Villalobar) y los Países Bajos para la gente de Bélgica y del Norte de Francia. También hay que hablar de las protecciones de intereses terceros (España en Alemania, Bélgica y Palestina para Francia por ejemplo, o Estados Unidos o Suiza en otros países).
Al final de la guerra los países neutrales fueron ignorados o despreciados en el proceso de negociación y firma de la paz (París/Versalles). Sólo Dinamarca lo aprovechó para recuperar parte del Slesvig. Ni siquiera parte de los numerosos buques mercantes de los países vencidos fue entregada a los neutrales por compensación de sus propias pérdidas. Tampoco España obtuvo Tánger, Gibraltar o Portugal.
La constitución de una Sociedad de las Naciones para promover la Paz puso en peligro el principio mismo de neutralidad. En efecto, muchos neutrales se adhirieron al pacto en 1920, salvo los Estados Unidos, mientras los vencedores no permitieron el ingreso inmediato de los vencidos. La Gran Guerra cuestionaba claramente la permanencia y supervivencia de la neutralidad. Nadie, se pensaba, puede ser neutral frente a la perspectiva de una paz universal y eterna. Desgraciadamente, de Versalles se impuso la parte - fracasada - de la paz con Alemania y no la visión – tal vez ingenua - de esa Liga de naciones pacíficas. Tendrá la neutralidad muchos años por delante…”
Una ponencia importantísima, excepcionalmente tratada por un experto en materia de las neutralidades, el Doctor Delaunay, magnificamente narrada, con un extenso anecdotario, muy ameno y cercano al público de todas las edades, ofreciendo toda clase de información y estudios, relacionados tanto con la situación mundial de guerra como con los detalles históricos, desde la Antigüedad hasta el siglo XX, para entender la posición neutral de países y sus consecuencias, que ha marcado el interés por la historia de la Primera Guerra Mundial en este centenario.
Y, precisamente, en todas las conferencias, hasta la tarde de hoy, en el ecuador del ciclo, en que se cumplen tres ponencias impartidas en el salón de actos de la Casa Museo, la convocatoria para la conferencia del profesor Jean-Marc Delaunay ha superado las expectativas de asistencia, llegando hasta el número de 140 asistentes que ocuparon butacas en los corredores y patio para seguir con atención dicha ponencia. Finaliza la conferencia con una rueda de preguntas como es habitual.
Una gran lección de historia que todos los ponentes en sus intervenciones nos han servido, hasta la tarde de hoy hemos podido disfrutar y entender, acercarnos a un contexto histórico tan convulso, una época de conflictos, un final de siglo XIX y un comienzo del XX, un conflicto militar, un interés por la situación estratégica de Canarias y su confrontación diplomática, y los deberes, derechos y consecuencias de los neutrales, en un mundo que estaba cambiando a pasos agigantados, y dos grandes guerras iban a cambiar su destino histórico. La Gran Guerra y su estudio, a tenor de las que se sucedieron, conflictos bélicos, económicos, sociales, crisis y problemas en las relaciones internacionales, nos llevan a comprender mejor el factor humano, su actuación y sus circunstancias. Muchas gracias.
Jesús Ruiz Mesa es colaborador cultural de TELDEACTUALIDAD.
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