Hoy nos hemos vuelto a pasear al barrio de La Garita, concretamente a la Urbanización Hoya de Pozuelo, donde vamos en busca de la calle Matalahúga. Su inicio lo encontramos en la calle Tomillo, desde donde parte con orientación Norte-Sur y, tras recorrer unos 140 metros, aproximadamente, va a finalizar a la calle Comino.
Tiene por el Poniente la calle Tunera y al Naciente el Paseo Marítimo de Hoya del Pozo.
Esta nominación fue aprobada en sesión plenaria celebrada el día 29 de enero de 1998 y desde entonces, ha pasado a formar parte del Callejero perteneciente al Distrito 5º, Sección 7ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
Todas las nominaciones del barrio guardan la condición de analogía entre sí, ya que, las mismas se refieren a plantas ornamentales, plantas medicinales o flores.
Sinopsis de la nominación
La matalahúga, cuyo nombre botánico es Pimpinella anisum L., popularmente conocida además como el anís, anís verde, matalahúga o matalahúva, es una hierba de la familia de las apiáceas originaria del Asia sudoccidental y la cuenca mediterránea oriental.
Planta herbácea anual que forma matas de hasta 1 m de altura. Las hojas en la base son simples, de 2 a 5 cm de largo ligeramente lobuladas mientras que en la parte superior del tallo son pinnadas y más profundamente divididas. Las flores, de 3 mm, son blancas, pentapétalas y surgen en densas umbelas. El fruto es un esquizocarpio oblongo de 3 a 5 mm de largo con un fuerte sabor aromático.
El uso medicinal de la matalahuva es viejo, como lo demuestra su presencia en la Capitulare de villis vel curtis imperii, una orden emitida por Carlomagno que reclama a sus campos para que cultiven una serie de hierbas y condimentos incluyendo "anesum" identificada actualmente como Pimpinella anisum.
Sus semillas se utilizan como condimento en panadería, dulcería y repostería, en la elaboración de licores (anís, anisette) así como en algunos currys y platos de marisco. Todas las partes vegetales de la planta joven son comestibles. Los tallos tienen una textura parecida al apio y son mucho más suaves de sabor que las semillas. Se elaboran aguardientes como el Aceite de anís.
La destilación de las semillas libera un aceite volátil que se utiliza en el tratamiento de cólicos flatulentos. Como infusión sirve para trastornos digestivos.
El elemento principal del aceite (más del 90%) es el anetol (C10H12O o C6H4, OCH3) (CH:CH.CH3)). También contiene chavicol metileno, aldehído anísico, ácido anísico y un terpeno.
El anís estrellado obtenido de los pericarpos en forma de estrella de la planta Illicium verum, nativa de China, también contiene anetol, pero no está emparentado botánicamente con el anís, aunque debido a su sabor y aroma similar se utiliza frecuentemente como un sustituto más barato en panadería y elaboración de licores.
Se utiliza la semilla. Es carminativo, favoreciendo la digestión, mejora el apetito, alivia los cólicos, incluidos los infantiles frecuentes en bebés lactantes, náuseas y flatulencias. El anís estrellado es neurotóxico por lo que no debería administrarse a bebés y está contraindicado que lo tomen las madres lactantes. El agua de anís estimula la producción de leche en las madres lactantes, puesto que pasa a la leche materna, el bebé puede beneficiarse de sus propiedades si la madre lo consume. Puede estimular el inicio de la menstruación cuando se le toma en infusión.
Para la infusión hervir una taza de agua, dejar reposar una cucharadita de semilla de anís molidas, por 10 minutos, tomar 1 - 2 tazas al día.
El aceite de anís ayuda a aliviar los cólicos, y espasmos estomacales. La decocción para el cólico, se prepara al hervir 1 cucharadita de semilla en 1/2 litro de leche durante 5 – 10 minutos. Se debe tomar caliente y removiendo continuamente para que no se quede en el fondo de la taza su esencia.
Es muy valioso contra la tos fuerte y seca, con expectoración difícil, así como problemas respiratorios asociados a la gripe. Para ello, recomiendan el consumo de limonada caliente, preparada con una infusión de anís y tipo (Bistropogum mollis). Colocando en un litro de agua hirviendo 1 cucharadita de anís de pan y 1 cucharadita de tipo, luego cernir y adicionar el jugo de 3 – 5 limones (Citrus limón). Preparación que se toma 3 veces al día por 6 a 8 días.
En algunas regiones es utilizada para aromatizar bebidas alcohólicas, como lo es el aguardiente en Colombia.
Toponimia del lugar
La toponimia “Hoya del Pozo”, la encontramos desde finales del siglo XVI, cuando en la zona se realiza la primera perforación de un pozo para la captación de aguas subterráneas, las cuales eran elevadas mediante una noria de tracción animal.
En cambio “Hoya de Pozuelo”, es de reciente creación, hace tan sólo unos diez años, y fue el nombre que la empresa que urbanizó el terreno puso a la actual urbanización, como derivación de primigenio.
En cualquier caso, ambas toponimias nos habla del desarrollo de la zona con el paso del tiempo. Inicialmente “Hoya del Pozo” de una época en la que se cultivaba todo el sector para lo cual se realizaron las mencionadas captaciones y la segunda “Hoya de Pozuelo” de la época posterior, cuando se dejan de cultivar los campos y los terrenos son urbanizados y construidos.
Nosotros hemos conocido la zona desde hace más de cinco décadas, cuando los cultivos de plataneras o tomateros llegaban hasta el Camino del Conde, que recorría todo el borde del litoral costero, desde Jinámar hasta Ojos de Garza.
Era una zona muy poco transitada, salvo por los aparceros que trabajaban en los cultivos y algún que otro pescador que buscaba los sitios tranquilos y poco castigados por los aparejos de pesca en barca.
Tuvimos la dicha de conocer todos esos fondos y todas las oquedades submarinas, conocer de sus corrientes y sus peligros, a los cuales siempre tuvimos un especial respeto y consideración, ya que, no era nuestro medio habitual y marcaba ciertas normas de obligado cumplimiento, con el fin de no poner en peligro la vida. Todo fue muy hermoso siempre, hasta que la intervención del hombre lo fue matando poco a poco y los residuos fueron ocupando incluso los fondos marinos.
Las especies de la fauna submarina fueron desapareciendo, también lo hizo la flora y con ella la belleza del paisaje de nuestro litoral, ambas se fueron juntas, como juntos también se fueron los años de nuestra vida y las facultades físicas que nos permitían realizar las inmersiones. Ahora nos contentamos con admirar fenómenos tan espectaculares como “El bufadero”, “El corral de la yegua” o “La cafetera”, donde apreciamos las fuerzas de la naturaleza en perfecta sincronización, como si se tratara de un concierto de lava y espuma, la fuerza del mar que embate con una costa agreste, residual de las erupciones volcánicas del cuaternario que conformaron nuestro relieve insular.
Respecto a la toponimia de La Garita, hemos de reseñar lo siguiente:
Según extraemos del libro “Telde” del Dr. Hernández Benítez, esta toponimia se describe como: “La Garita.- Nombre de una playa llamada antiguamente “Puerto de la Madera”; este topónimo nos recuerda el lugar o garita en el que se hallaba el cobrador de los impuestos sobre las mercancías que entraban por aquel puerto.”
Desde los últimos años del siglo XV y hasta el último tercio del siglo XVI, en nuestra ciudad y en las islas en general se vivió el ciclo del cultivo e industrialización de la caña de azúcar, así como la exportación de sus productos. Pero esta actividad llegó a su fin por diversos motivos y luego le sucede la explotación vitícola, que también tuvo mucha importancia. Todo el proceso de comercialización al extranjero, se realizaba a través de los puertos de Gando, Melenara o de La Madera (La Garita).
Fue también por este Puerto de la Madera, como se denominó inicialmente, por donde se embarcaba la madera que habría de alimentar las calderas de los barcos de vapor que se dirigían desde Europa a América o a África, en pleno siglo XIX, con gran incidencia en nuestros bosques, nuestra climatología y en definitiva sobre nuestro patrimonio medioambiental, sin que las autoridades nacionales o insulares lo impidieran.
Efemérides
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 234 años, es decir el 5 de marzo de 1781, el Cabildo Eclesiástico, ratifica la compra del edificio donde se ubicaba el antiguo Hospital de San Martín. El obispo Cervera, reacio hasta entonces a la operación inmobiliaria, terminó accediendo a la misma, la cual se fijó en la cuantía de dos mil pesos. El viejo edificio situado en la trasera de la Catedral, se componía de una iglesia y un pequeño hospital. La cercanía del hospital a la catedral, la antigüedad de sus dependencias y el deseo de los eclesiásticos de ampliar el templo catedralicio fueron factores determinantes para adquirir y demoler el hospital, destinando su solar a ampliar el recinto de la catedral hacia el norte. La fundación del Hospital de San Martín tuvo lugar el 28 de octubre de 1481 por Martín González de Navarra. Ese día dictaba su testamento para crear una institución de acogida de enfermos y pobres necesitados de asistencia sanitaria.
Sucedió un día como hoy, hace ahora mismo 69 años, es decir el 5 de marzo de 1946, tiene lugar una conferencia en Fulton, (Missouri, EE.UU.), el primer ministro británico Winston Churchill populariza el término "telón de acero" para describir la separación física e ideológica entre los países de la órbita soviética y las naciones occidentales. El Telón de Acero fue un término acuñado por Sir Winston Churchill para referirse a la frontera, no solo física sino ideológica, que separaba a los países que, tras la Segunda Guerra Mundial, habían quedado bajo la influencia militar, política y económica de la Unión Soviética de los países occidentales regidos por democracias capitalistas. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945), se formaron dos bloques antagónicos dirigidos por la URSS en el bando socialista (oriental) y EEUU en el capitalista (occidental), empezó una carrera por la supremacía mundial.
No cabe la menor duda que la naturaleza es una biblia abierta, de ella debiéramos aprender todo, tratando de comprender las señas que nos transmite y leyendo en cada una de ellas y entresacar las formas de nuestros comportamientos en la vida, ya que, tiene respuesta y actitudes para toda situación.
Por ejemplo, nos ofrece algo tan esencial y natural como son las plantas condimentosas, cual es la matalahúga o el anís, con la cual se pueden preparar suculentos manjares que enriquecen nuestra mesa, ya sean productos alimenticios, bebidas o repostería de la más exquisita. Solo debiéramos aprender como emplearlas para el deleite de la vida.
Vemos además como la evolución social y la necesidad que crea el crecimiento poblacional, justifica otras acciones colaterales en las que el beneficio económico de aquellos que se erigen en protectores sociales, pasa desapercibido con otra inversión similar, de menor cuantía, pero con mayor rendimiento y eficacia, cual fue el cambio del solar del antiguo Hospital de San Martín por el suelo que ocupa el actual centro sanitario, que aunque de menor valor si de mayor eficacia por su superior superficie. Es de los pocos casos en los que los fines justifican los medios.
Pero si frente a todo ello antepones la temática tratada del llamado “telón de acero”, la vergüenza humana que supuso, las muertes que ocasionó y la separación de las familias que causó, familiares que murieron sin siquiera conocerse, sin poderse despedir en un último encuentro, creo que es una aberración de las tantas que comete el ser humano frente a lo natural, a lo correcto, a lo sociable, a lo digno y que muchos quisieron darle una justificación político-social y, que al cabo de unos años, se demostró que fue un total fracaso.
No obstante, creo que de todo ello hay que aprender para tener la entereza de crecer humanamente, de tratar de mejorar el tato equitativo entre los seres humanos, en obtener una calidad de vida no excluyente, en la que todos equitativamente tengamos la dicha de conformar la raza humana y disfrutar de las riquezas que la naturaleza nos ofrece, como un suspiro de vida, de continuidad o de esperanza que ese sol nos ofrece con su luz, allá en el horizonte, con cada amanecer, en aras de la continuidad y la trascendencia, en medio de un ensombresedor panorama, trayéndonos la ilusión del nuevo día.
Dejamos aquí nuestra intervención de hoy, guardamos en nuestra gena esas cosas positivas que hoy hemos podido tratar y, emprendemos una nueva caminata con rumbo de Poniente, nos vamos al barrio de San Gregorio, donde trataremos de visitar la calle Matías Jiménez Ruíz (Luchador), con el fin de saber algo más del lugar de su emplazamiento y sobre este histórico deportista de nuestro deporte vernáculo, pero bueno, eso... será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto… cuídense.
Sansofé.
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