En esta fresca mañana, bajo esa fina lluvia que cae de cuando en vez, paseamos por el barrio de Las Tapias, o como se ha venido en llamar recientemente Calero Alto, donde vamos en busca de la calle Magallanes y, encontramos su inicio en la calle Pizarro, desde donde con orientación Poniente-Naciente, tras recorrer unos 230 metros, aproximadamente, va a finalizar a la calle José Barrera Segura.
Tiene lindando por el Norte la calle Antonio Maura y por el Sur la calle El Parralillo.
Esta nominación la encontramos por primera vez en los documentos censales correspondientes al 31 de diciembre de 1970, no pudiendo precisar la fecha de su aprobación por carecer de documentación al respecto.
Lo cierto es que desde entonces, ha pasado a formar parte del Callejero del distrito 6º, sección 9ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
Sinopsis de la nominación
Fernando de Magallanes, (en portugués antiguo y moderno: Fernando de Magalhães o Fernão de Magalhães), también conocido como Hernando de Magallanes (Sabrosa, Región Norte, Portugal, primavera de 1480 – Mactán, Islas Filipinas, 27 de abril de 1521) fue un militar, marino y navegante portugués de linaje noble, nombrado por la Monarquía Hispánica adelantado, capitán general del “Armada para el descubrimiento de la especería” y caballero de la Orden de Santiago.
Al servicio de Carlos I, descubrió el canal natural navegable que hoy recibe el nombre de Estrecho de Magallanes, siendo el primer europeo en pasar navegando desde el Océano Atlántico hacia el Océano Pacífico, hasta entonces denominado Mar del Sur. Inició la expedición que, capitaneada a su muerte por Juan Sebastián Elcano, lograría hacer la primera circunnavegación de la Tierra en el año1522.
En marzo de 1505, con 25 años, se alistó en la Armada de la India, en la flota de 22 navíos enviados para instalar a Francisco de Almeida como primer Virrey de la India. Aunque su nombre no aparezca en las crónicas, se sabe que permaneció allí ocho años y que estuvo en Goa, Cochin y Quíloa. Participó en varias acciones militares, incluyendo la batalla naval de Cannanore (frente a la actual ciudad portuaria de Kannur, Kerala) donde fue herido, y en la decisiva batalla de Diu. En 1509 partió en la primera expedición a Malaca mandada Diogo Lopes de Sequeira, junto con Francisco Serrão, su amigo y posiblemente primo. Llegados a Malaca en septiembre, fueron víctimas de una conspiración y la expedición terminó en fuga dejando atrás diecinueve prisioneros. Magallanes tuvo un papel crucial avisando a Sequeira y salvando a Serrão que había desembarcado, actos que le valieron honores y una promoción.
Al servicio del nuevo gobernador, Afonso de Albuquerque, participó junto con Serrão en la conquista de Malaca en 1511. Luego de la conquista de la ciudad, los caminos de los amigos se separaron: Magallanes, promovido, con un rico botín y en compañía de un esclavo adquirido en Sumatra, Enrique de Malaca, regresó a Europa. Serrão partió en la primera expedición enviada a las "Islas de la Especiería", las Molucas. Allí permaneció y se casó con una mujer de Amboina, volviéndose consejero militar del sultán de Ternate. Sus cartas a Magallanes serían decisivas, pues de ellas obtuvo informaciones sobre la situación de los lugares productores de especias. Mientras tanto Magallanes, después de participar en la batalla de Azamor (Marruecos), ya de servicio en esa ciudad, fue acusado de comerciar ilegalmente con los moros; al comprobarse varias de las acusaciones cesaron las ofertas de empleo a partir del 15 de mayo de 1514. Posteriormente, en 1515, le ofrecieron formar parte de la tripulación de un navío portugués, pero rechazó la oferta. De regreso en Lisboa, se dedicó a estudiar las cartas más recientes, investigando junto al cosmógrafo Rui Faleiro un pasaje hacia el Pacífico por el Atlántico Sur y la posibilidad de que las Molucas estuviesen en la zona española definida en el Tratado de Tordesillas.
En 1517 fue a Sevilla con Rui Faleiro, y encontró en Juan de Aranda, el factor de la "Casa de Contratación" sevillana, un aliado importante para el proyecto que había concebido: dar a España la posibilidad de llegar a las Molucas por Occidente, sin atravesar mares reservados a los portugueses por el Tratado de Tordesillas y, además de eso, según Faleiro, probar que las "Islas de la Especiería" se encontraban en el hemisferio castellano. Con la influencia de Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, consiguieron la aprobación del rey Carlos I. El 22 de marzo de 1518 Carlos I nombra capitanes a Magallanes y Faleiro para que partan a la búsqueda de las Islas de la Especiería, y en julio los eleva al grado de comendadores de la Orden de Santiago y les otorga un conjunto de privilegios.
Comenzaron los lentos preparativos para el viaje, que estuvieron plagados de incidentes: insuficiencia de fondos, maniobras del rey de Portugal que procuraba hacerlos encarcelar, desconfianza de los castellanos hacia Magallanes y los otros portugueses involucrados, sin olvidar el difícil carácter de Faleiro.4 Por intermedio del obispo de Burgos, obtienen la participación del mercader Cristóbal de Haro que suministra una parte de los fondos y las mercaderías para trocar por especias. El cartógrafo portugués Diogo Ribeiro, al servicio de la Casa de Contratación desde 1518, participó en el desarrollo de los mapas utilizados en el viaje.
La expedición parte de Sevilla el 10 de agosto de 1519. Tras una prolongada escala de avituallamiento, el 20 de septiembre la expedición zarpó definitivamente de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), con la intención de encontrar el paso marítimo hacia los territorios de las Indias Orientales y buscar el camino que, recorriendo siempre mares castellanos (según el Tratado de Tordesillas), llegase a las islas de las Especias, lo que era la llamada ruta hacia el oeste, que ya había buscado Cristóbal Colón. El propio Magallanes otorgó testamento en Sevilla el 24 de agosto.
Después de recalar en las Islas Canarias, pasaron frente a las Islas de Cabo Verde y a las costas de Sierra Leona, tocando las tierras de lo que hoy es Río de Janeiro el 13 de diciembre. Siguieron hacia el sur, pasando por el Río de la Plata (ya descubierto por Juan Díaz de Solís en 1516), en marzo de 1520, y llegaron a la bahía San Julián, que exploraron en busca de un posible paso. Magallanes, en vista de la llegada del invierno, decidió recalar allí hasta la primavera.
Lo inhóspito de aquellos parajes y el racionamiento de víveres al que estaban sometidos fomentaron el descontento entre la tripulación y el deseo de regresar. Se produjo una conspiración contra Magallanes dirigida por Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción, y el veedor Juan de Cartagena, que había sido relevado del mando de la San Antonio. Pese a que la insurrección prendió en tres de las naves, Magallanes logró sofocarla. Uno de los capitanes amotinados fue asesinado y los restantes sometidos a juicio, en el que Quesada fue condenado a muerte y Cartagena abandonado en la costa.
Pasado ese suceso llegan el 1 de noviembre de 1520 hasta el que llamarían "Estrecho de todos los santos" (en honor a ese día), el cual será llamado más tarde estrecho de Magallanes. Cruzarlo fue muy difícil, dado lo complicado de las costas. Para encontrar el paso, una nave se adelantaba en exploración buscando el mejor camino y volviendo sobre sus propios pasos para hacerse seguir por el resto hasta la zona explorada. Una vez terminadas estas minuciosas etapas consiguieron salir del «laberinto» hacia el océano Pacífico, al que bautiza con tal nombre (que permanecería, haciendo olvidar el anterior de Mar del Sur) debido a que en su camino no se cruza con ninguna tempestad.
La expedición de Magallanes-Elcano estuvo plagada de contratiempos y dificultades. La mala suerte de Magallanes quiso que en el largo derrotero de tres meses entre el estrecho de Magallanes y las islas Molucas no descubriera ningún punto de tierra firme, por lo que la hambruna y el escorbuto azotaron a su tripulación, hasta el punto de que se pagaban cuantiosas monedas por una simple rata para devorar. El agua se pudrió, apareció el escorbuto y los hombres comían incluso cuero reblandecido y serrín.
Por fin el 6 de marzo de 1521 encontró una isla en la que los navegantes aprovecharon para descansar y recoger víveres. Pronto acudirían a aquella isla numerosos indígenas con regalos para estos nuevos «visitantes». En las Molucas, Magallanes y los suyos descubrieron que habían llegado al Extremo Oriente, cumpliendo el proyecto de Cristóbal Colón.
Magallanes pereció en la llamada Batalla de Mactán con una tribu cebuana encabezada por el jefe tribal Lapu-Lapu, en la isla filipina de Mactán. Consiguieron instalar un almacén en Borneo, donde entablaron buenas relaciones con los indígenas. Sin medios y con una sola nave, capitaneada por Elcano, emprendieron el regreso por mares lusos, el camino más conocido, con tierras donde aprovisionarse, e intentando esquivar puertos y flotas portuguesas. La expedición llegó sólo con la Victoria de regreso a Sevilla en julio de 1522, al cabo de casi tres años de travesía. En total, 216 hombres perecieron durante el viaje, y sólo 18, entre ellos Elcano, pudieron sobrevivir.
Toponimia del lugar
“Las Tapias” es una toponimia que data desde finales del siglo XVIII y nos habla de la formación del terreno de cultivo en el lugar de su ubicación. Terrenos preparados en terraza y contenidos mediante unas paredes o tapias ejecutadas con piedra seca. Constante ésta que se da en casi toda lo orografía canaria, habida cuenta del desnivel que presenta el suelo por la constitución propia del mismo, circunstancias que justifica el cultivo intensivo.
El lugar lo miramos siempre con un cariño especial, ya que, nos trae a la mente la edad infantil, el aprendizaje de las diferentes labores agrícolas y ganaderas, y la presencia siempre firme y parca en palabras de mi abuelo paterno.
Todo lo que de él aprendí jamás se me ha olvidado, tuvo como ciencia cierta el hecho que todo hombre estaba obligado a saber cultivar lo que le hiciera falta para comer, si no, su valía estaba condicionada a que otros lo hicieran por él.
En este lugar hubo hasta los inicios de la década de 1960 un establecimiento denominado “la galería” que junto a “la fonda” y a “la galería del calero”, eran los tres puntos donde paraban los transportistas de las cosechas de plátanos o tomates cuando se dirigían al Puerto de Melenara, con las recuas de camellos o mulos. En estos tres puntos había sendos comercios donde se podía comer y refrescarse para continuar su labor los arrieros.
Fue ésta, una zona muy rica en el cultivo de la vid, en esa próspera industria de la exportación de los vinos canarios de afamado prestigio en toda Europa y las Indias, pero luego, como si de una constante en nuestra historia fuera, la falta de lluvia y la sangrante política de la madre patria, hicieron fracasar las plantaciones, el comercio y la economía que en torno a la vid existiera durante gran parte del siglo XVII. El resto fue la acción de sendas plagas de langostas o cigarrón berberisco que diezmo los campos canarios, acarreando hambrunas y otras epidemias como el cólera morbo, las fiebres, etc.
A mediados el siglo XIX, el cultivo de cereales, hortalizas y tubérculos volvieron a dar prosperidad a la zona, cosa que perduraría hasta algo más de la mitad del siglo XX, fecha en la que conocimos su esplendor. Posteriormente se da la constante histórica y se pierden los mercados Europeos para el agro canario y casi todo se reconvierte en suelo edificable, viales, etc., extinguiéndose una economía de subsistencia por otra sin sostenibilidad alguna.
Efemérides
Hoy se cumplen precisamente 368 años, de aquel amanecer del día 13 de noviembre de 1646, en la que tras varios movimientos sísmicos, en el extremo Sur de Cumbre Vieja (Isla de La Palma), a unos 2 kilómetros de la montaña de El Cabrito, entra en erupción el Volcán de Martín o Tigalate, este fenómeno tuvo una duración entre 77 y 82 días y cubrió una superficie de 7.600.000 metros cuadrados. Situado a 1300 metros de altitud sobre el nivel del mar, es el primero de los dos que presenciarán las gentes de la isla de La Palma durante el siglo XVII. La boca principal expulsó lava en dirección al este insular arrasando propiedades y cultivos, las abundantes cenizas afectaron a pinares y pastizales convirtiéndolos en improductivos para el ganado y la apicultura.
El 2 de octubre de 1646 fue más virulenta la erupción, las lavas, divididas en cuatro brazos de candente magma, descendieron las pronunciadas pendientes de la zona, alcanzando el mar y afectando directa o indirectamente a los barrios más meridionales del municipio de Mazo, que daría uno de sus nombres al volcán, ya que este cantón tenía el nombre de Tigalate, y al vecino municipio de Fuencaliente sobre todo por las cenizas que expulsó. Si bien las crónicas nos dicen que además del cono principal en la cumbre, surgieron otros dos, ambos de pequeñas dimensiones, que también expulsaron lava, su contribución al conjunto fue mucho más moderada, pese a encontrarse junto al mar en un punto situado al sur de aquel en que las lavas del cráter principal obligaron al mar a retroceder, sus pequeñas dimensiones disminuyeron su aportación, reduciéndola a una pequeña isla baja junto a la principal y a apenas unas decenas de metros de la principal.
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 98 años, es decir el 13 de noviembre de 1916, durante la I Guerra Mundial, termina en el día de hoy la ofensiva aliada contra posiciones alemanas a lo largo del río Somme (en el norte de Francia), que comenzó el 1 de julio pasado cuando los británicos lanzaron una ofensiva sobre el mencionado río tratando de expulsar a los alemanes de los territorios previamente conquistados por los Imperios Centrales. La batalla de Verdún, que se inició a principios de año, dejó muy tocados los recursos naturales y humanos de Francia sin reportar ventajas significativas. Al cabo de pocas horas de combate, 60.000 soldados británicos habían muerto, estaban heridos o habían caído prisioneros. En esta cruenta batalla del Somme, en la que únicamente se adelantan las líneas unos 11 kilómetros sobre el terreno, las bajas se contabilizan en más de 400.000 hombres para los británicos; más 200.000 para los franceses y más de 500.000 para los alemanes.
La Batalla de Verdún fue la más larga batalla de la Primera Guerra Mundial y la segunda más sangrienta tras la Batalla del Somme. En ella se enfrentaron los ejércitos francés y alemán entre el 21 de febrero y el 19 de diciembre de 1916, alrededor de Verdún, en el nordeste de Francia. El resultado fue un cuarto de millón de muertos y alrededor de medio millón de heridos entre ambos bandos. La batalla se popularizó por el famoso «¡No pasarán!» dicho por el comandante francés Robert Nivelle. En el terreno donde se llevaron a cabo los enfrentamientos se construyó un monumento donde reposan mezclados los restos de miles de soldados de los dos países que no pudieron ser identificados. El territorio de Verdún fue desde siempre un lugar inexpugnable durante toda la historia, desde Atila hasta la guerra franco-prusiana. En 1914 era un lugar simbólico y estaba magníficamente fortificado y contaba con apoyo de artillería. Después de que los alemanes fracasaran en conseguir una victoria rápida sobre Francia, la lucha en el frente occidental se convirtió en una guerra de trincheras.
Contemplando la imagen de las Salinas de Fuencaliente, se me ocurre pensar en el riesgo que corrieron los navegantes durante los siglos XV, XVI y XVII, con aquellas embarcaciones muy limitadas, al emprender las expediciones de conquistas o descubrimientos por mares totalmente desconocidos. Sabemos a ciencia cierta que gran parte de los personajes que formaban el rol, eran carne de cañón, reos condenados a muerte a los que se les conmutaba la pena por alistarse en aquellas alocadas expediciones.
Luego estaban los capitanes o almirantes que aun teniendo grandes conocimientos de navegación y de la vida militar, corrían el riesgo con tal de probar fortuna y escapar así de la miseria y el hambre que se vivía en la tierra natal. Gran parte de ellos eran los sobrantes de las tropas que años antes habían participado en alguna guerra de liberación del país y que ahora eran soldados en paro, gente que alquilaban su espada a cualquier precio.
Así se cometieron las barbaries que se llevaron a cabo contra las poblaciones indígenas de las tierras “conquistadas o descubiertas”, todo un honor para la Corona de Castilla y gloria de Dios.
Ya de por sí la naturaleza despierta en ciertos momentos sus fenómenos, ante los cuales nos damos perfecta cuenta de lo pequeños o poco importantes que somos en este planeta, ya sea por la acción de un terremoto, un maremoto, un volcán o un tsunami, entre otros, ante los cuales no podemos esgrimir ningún tipo de defensa, por lo general y somos las víctimas colaterales de los desagravios que anteriormente le hemos ocasionado, cual viene siendo actualmente el calentamiento global del planeta.
Más grave aún es cuando el ser humano, por mor de las guerras (la peor de las manifestaciones que puede esgrimir), emplea armamento de destrucción masiva o como fuera en la I Guerra Mundial, la guerra de las trincheras, el uso de gas venenoso, el cual mataba tanto al ser humano como a cualquier otra criatura o ser viviente, animal o vegetal.
Tras ello, luego vienen una serie de epidemias de hambrunas, sequías, cólera morbo y otras tantas enfermedades y desdichas, como consecuencias derivadas de esos nefastos usos. De esto último sacamos muy claro el razonamiento de que “el ser humano es el peor de los animales, ya que, además es capaz de pensar cómo hacer el mal a mayor escala”.
Finalizamos aquí nuestro recorrido de hoy, guardamos en nuestra gena todo aquello que de positivo hayamos podido tratar y, emprendemos una nueva caminata con rumbo al Naciente, nos vamos al barrio La Garita, donde visitaremos la calle Magarza, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Cuídense mientras tanto.
Sansofé.
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